Mientras se acercan las primarias para las elecciones presidenciales del año próximo, más recrudece la competencia entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Ambos son, hasta el momento, los competidores del PRO dentro de la coalición de Juntos por el Cambio.
Aunque la exministra de Seguridad está más fuerte en las encuestas e interpreta mejor el paladar del votante antikirchnerista, el intendente capitalino tiene la caja municipal y generosos recursos para dar forma a su armado. Sin embargo, el paso de dirigentes de un espacio a otro pareciera alterar negativamente el caudal general del partido amarillo. Como en el caso de la Curva de Laffer con los impuestos y la economía, a veces sumando se termina restando y puede haber dos escenarios que parecen idénticos, mientras uno es menos eficiente que el otro.
Esta semana, Larreta presentó con bombos y platillos dos nuevas adquisiciones: la de Cynthia Hotton, exdiputada que anda deambulando por la política sin principios concretos más que la causa “celeste” antiaborto y el “halcón” Waldo Wolff, que hasta hace poco se mostraba con Bullrich.
Antes que nada, lo primero que ocurrió con los recién llegados es una suerte de padecimiento del “abrazo de oso”. Por el lado de Hotton, la referente evangélica quedó absolutamente golpeada, ya que quedó “pegada” a un espacio político “verde”, donde compartirá plantel con funcionarias como Silvia Lospennato. Vale recordar que la referente larretista dio uno de los más efusivos discursos en favor de la legalización del aborto en el Congreso el día de su aprobación. En las redes sociales de Wolff, por ahora lo único que hay es críticas. Algunos lo insultan abiertamente y lo tratan de traidor, mientras otros manifiestan más respetuosamente su desilusión total.
Aunque difícilmente los arribos capitalicen a Larreta, movidas como la de Wolff sí complican a Patricia Bullrich. Es que, a pesar que en agosto (supuestamente) se realizarán las primarias, Bullrich tiene dos frentes. El interno ante Larreta, lógicamente, pero también el externo contra Javier Milei. Paradójicamente, con quien parece tener mejor relación personal. El mismo referente libertario reconoció que ella nunca le mintió y que no tendría problema de compartir una PASO con ella, pero que no puede formar parte de un espacio con el dirigista intendente municipal. En lugar de pelearle, Bullrich le reconoce su labor en defensa de las ideas de la libertad y deja la puerta abierta hacia el incierto futuro de la política argentina. Sin embargo, el pase de Wolff al larretismo la perjudica a ella y le cae a Milei como maná del cielo.
¿Por qué? Porque en el electorado actual argentino hay un porcentual no menor que simpatiza con ambos, así como también con Mauricio Macri (pero no con Larreta ni los radicales). Se trata de la porción de votantes que deseaba la ruptura entre “halcones” y “palomas”, para el sueño de un eventual nuevo frente neomacrista duro con Milei adentro. Estos votantes en la centro derecha del espectro, hasta ahora no sabían si sufragar en la interna cambiemita o si hacerlo directamente por Milei. Por estas horas, ellos parecen estar absolutamente indignados, según se manifiestan masivamente en las redes sociales. Es que, no solamente el divorcio entre halcones y palomas no ocurrió, sino que parece que la división entre ambas categorías no era demasiado concreta. ¿Quién capitaliza esto? Milei, lógicamente.
Viendo las reacciones luego del anuncio del mercado de pases amarillo, todo parece indicar que, a pesar de tenerla a Hotton adentro, en lugar de hacer más “celeste” el espacio, ella se manchó de “verde”. Y con respecto al desembarco de Wolff, que oficiará formalmente de vocero del “distrito emblema del PRO” (como él mismo dijo), lejos de incrementar entusiasmo para su línea interna, lo único que consiguió Larreta fue un pelotazo en contra para la cuenta general del caudal partidario. Sumó, pero puede que haya restado en el total de la ecuación. Es que no se llevará con él votantes “duros”, que puede que se los haya quitado a Patricia, pero para entregárselos a Milei. Por ahora, el economista se dedica a no interrumpir a sus enemigos cuando se están equivocando.