Marcelo Duclos,
Era evidente que el actual mandatario no era el verdadero presidente de los Estados Unidos. Detrás de él había y hay una corporación demócrata y un grupo de lobistas, que pretende retener el poder bajo otra presidencia ficticia: la de Kamala Harris.
Desde la portada de la revista Time a la reciente publicación en redes sociales del hijo de George Soros, Álex Soros, todo parece indicar que la que podría remplazar a Joe Biden sería su vicepresidente y compañera de fórmula, Kamala Harris.
De materializarse esta situación, uno de los dos grandes partidos de la principal potencia del mundo estaría volviendo a apostar por un presidente títere. En la Casa Blanca hay uno, que por razones de edad es evidente que no puede gobernar ni un condado. Si quien finalmente lo suplanta es la actual vicepresidente, la decadencia y la distancia entre un eventual mandatario y el poder real se reeditaría por otros cuatro años con el Partido Demócrata.
No es ningún secreto que Kamala Harris llegó adonde está por cuestiones más vinculadas con el marketing que con el liderazgo político. Lejos de tener posiciones claras ante los grandes desafíos de Estados Unidos, la vicepresidente se limita a repetir slogans, muchos de ellos hasta el hartazgo.
De la misma manera que es obvio que a Biden le bajaron el pulgar (seguramente el mandatario ni escribió el comunicado que lleva su firma), los mismos que tomaron esa decisión estarían detrás de la elección de su postulante. El único misterio por estas horas es la posición de Barack Obama, que se abstuvo de nombrar a Harris en su comentario sobre la renuncia a la candidatura presidencial de quien fue su exvicepresidente.
Una vez más, el Partido Demócrata corre detrás de una urgencia y pospone cualquier estrategia seria y sustentable en el mediano plazo. De la misma manera que en el turno anterior apostaron todo a la campaña “anti-trumpista”, ahora vuelven a encontrarse en la encerrona de tener un proyecto político serio y sustentable. Como en las repúblicas bananeras, el poder político real está alejado de los mandatarios formales y siempre se persigue el cortoplacismo electoral. Ahora, incluso más que nunca.
Por lo pronto, y ante lo que dicen las encuestas (que muchas anticipaban este desenlace) Trump seguiría arriba en intención de voto y volvería a la Casa Blanca. Si esto sucede (y ante lo que será la última etapa de Trump, ya que no podría volver a postularse), el Partido Demócrata tendrá una oportunidad de renovarse y dejar atrás una etapa de decadencia, sin proyecto político propio, marcada por la improvisación y un antagonismo no productivo para los Estados Unidos.