Ad portas del plebiscito de salida de la propuesta constitucional redactada por la Convención constituyente, el proceso revolucionario chileno continúa su curso. Mientras que los sectores más radicalizados de las izquierdas llaman a aprobar sin ilusiones, los sectores gobiernistas aspiran a que esta nueva constitución les dé el oxígeno para la consumación del proceso, el que provocaría una renovación/reemplazo de las élites, tal como ha ocurrido en estos fenómenos a lo largo de la historia y que ha sido descrito fenomenalmente por Crane Brinton en The Anatomy of Revolution de 1938.
Cuesta comprender el grado de anomia política y cultura de la degradación que ha tenido el país más libre de Latinoamérica
Para cualquier persona racional cuesta comprender el grado de anomia política y cultura de la degradación que ha tenido el país más libre de Latinoamérica, donde las zonas céntricas y periféricas de la capital en Santiago se han tornado en protectorados de la delincuencia, el narcotráfico y el mal vivir. Esto puede tener una serie de explicaciones de naturaleza cultural y de renuncia a las ideas de la sociedad libre por parte de los sectores indiferentes y también de una la centroderecha, que hoy llama a avanzar hacia un Estado social, mientras la radicalidad progresista fue fraguando todos los espacios de convivencia social a través del activismo político, auge y penetración de los colectivos, conquistando las conciencias de las nuevas generaciones bajo la utopía de la búsqueda de lo que llaman nuevos posibles.
En tan sólo una semana se han llevado a cabo demostraciones de violencia y terrorismo gravísimas para el orden democrático
Mientras Chile pareciera seguir bajo los efectos del «síndrome de la rana hervida», muchos se preguntan qué ocurrirá en Chile en el caso que gane una u otra opción. Sin embargo, antes de ello es importante hacer un paneo del proceso. Un factor relevante que conviene mencionar es el engaño político, porque luego del “Acuerdo Por la Paz Social y la Nueva Constitución” del 15 de noviembre 2019 o pacto de rendición, se señaló al país que acabaría la violencia, lo mismo ocurrió tras el plebiscito de entrada del 25 de octubre 2020, también tras la elección presidencial del 19 de noviembre 2021. Hoy, seis de cada diez chilenos encuestados que van por la opción el apruebo siguen creyendo que su preferencia reestablecerá la calma en las calles. ¡Menuda ingenuidad! La evidencia lo demuestra, no solo la violencia no ha terminado, sino que la calidad de vida, la economía y los modos de vida en el país se han deteriorado de manera preocupante.
Lo que vive Chile es (…) parte de un proceso que nace mal, se desarrolla mal y no sabemos lo que deparará si no se restaura el estado de derecho
En tan sólo una semana, como ha ocurrido previo a todas las últimas elecciones, se han llevado a cabo demostraciones de violencia y terrorismo gravísimas para el orden democrático, donde ya no se respeta lo más mínimo del Estado de derecho, por ejemplo: barricadas en Collipulli; incendio de camiones en Mulchén; quemas de máquinas forestales y vehículos en Capitán Pastene; manifestaciones y destrozos en el eje central de Santiago; barricadas en ruta 5 al sur de Temuco; ataques incendiarios en Chol Chol; atentado en sitio patrimonial de Contulmo, donde un adulto mayor, Carlos Grollmus, fue uno de los tres heridos y perdió su pierna; barricadas en Concepción, Temuco y Padre Las Casas; encapuchados que interfieren el tránsito en Valparaíso y Santiago; otros dispositivos de la revolución que lanzan molotov en Avenida Providencia, overoles blancos que incendian y queman banderas de Chile, hasta la cancelación del show del artista Billy Idol por desórdenes y lacrimógenas a las afueras del recital, son un resumen concreto —de tan solo una semana— de que lo que vive Chile no es solo una aventura, sino parte de un proceso que nace mal, se desarrolla mal y no sabemos lo que deparará si no se restaura el estado de derecho y se asume de una vez una agenda prolibertad que cambie el curso de los acontecimientos.
Si bien todas las encuestas muestran una tendencia y superioridad de la opción rechazo, no es menor que este escenario esté cargado de simbolismos y tensiones. Existen grupos de la izquierda que forzaron este proceso constituyente y que han hecho un llamado explícito incentivar aún más las revueltas, tal como declara el ex candidato presidencial de Unión Patriótica, Eduardo Artés: “lo que viene a continuación, es una gran movilización popular, para poder correr definitivamente un poco el cerco”. Lo preocupante es que la centroderecha tradicional (o vieja derecha) ha asumido que perdió la batalla constitucional y ha levantado la voz innumerables veces diciendo que la actual constitución, firmada por el presidente Ricardo Lagos, está muerta y que el proceso constituyente debe seguir de una u otra manera, con esa arrogancia de suponer que controla un proceso y ya están a la vista sus mediocres resultados.
Las izquierdas necesitan y se alimentan de la división, el resentimiento y la exclusión (…). En Chile han encontrado la forma de subvertir el orden social
El texto constitucional carece de los elementos básicos de una democracia liberal, como son la separación de poderes, la protección de la propiedad privada, reconocer la primacía de la persona humana, la familia —como núcleo fundamental de la sociedad—, la libertad económica, entre muchas otras. Como indicó el abogado de Libertad y Desarrollo, René Tapia, la propuesta constitucional proveerá «incerteza jurídica y déficit del principio democrático” y además ha sido desarrollada bajo una “injerencia indebida del Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla y la Internacional Progresista”, como sostiene el ex presidente de Colombia, Andrés Pastrana.
Las izquierdas —más radicalizadas que suelen controlar el proceso— necesitan y se alimentan de la división, el resentimiento y la exclusión, por lo mismo seguirán buscando perpetuar el momento constituyente, quien no lo quiera ver simplemente estaría evadiendo la realidad. En Chile han encontrado la forma de subvertir ese orden social, buscando el decrecimiento económico sostenido por los integrantes del Grupo de Puebla y apoyados seriamente por los agenciamientos internacionales, y también para dar soporte al marco cultural de proveer una dependencia incremental de las personas hacia el Estado, para el control de sus vidas.
En caso de ganar el rechazo, los chilenos encenderán una luz en medio de la sombra
Esperamos que lo que ocurra este domingo sea la materia prima para dar un golpe de timón a la política superficial que se ha tomado la agenda pública y los tomadores de decisión tomen conciencia que prolongar esta agonía constitucional será poner una lápida al país, tanto para la calidad de vida de las personas como en la economía nacional. La batalla cultural no se agota en una elección, pero en caso de ganar el rechazo, los chilenos encenderán una luz en medio de la sombra, porque merecemos recuperar el estado de derecho, en definitiva, volver a vivir normal.