Saúl Hernández Bolívar,
A muchos colombianos nos encantaría que el gobierno del señor Petro se ocupara de temas sustantivos en vez de desgastarse y abrumar a los ciudadanos con asuntos agobiantes que resultan de politizar todos los temas, como si fuera afán de los colombianos de a pie el tema Pegasus, el deseo de darles a niños en su tierna infancia la posibilidad de elegir entre pene y vagina, el rifirrafe de la ‘paz total’, que es un rotundo fracaso, el renunciar al petróleo, el carbón y el gas, el cambiar el escudo, el construir ferrocarriles imaginarios, el crear nuevos departamentos y decenas más de ocurrencias absurdas.
Un país no se arregla haciendo inanes cumbres climáticas, sino atacando de manera frontal tan solo algunos de los más graves problemas porque afrontarlos todos es imposible: “el que mucho abarca, poco aprieta”. En esto salta a la vista la necesidad de escoger los temas más inquietantes para las mayorías y administrarlos con objetividad, con sentido práctico.
Cómo sería de distinto tener un gobierno preocupado, por ejemplo, por la seguridad ciudadana, entregado a combatir sin ambages temas concretos como la extorsión, la violencia contra menores de edad y el feminicidio. Con mostrar avances medibles en tan solo estos tres aspectos, un gobierno puede alcanzar mayores logros y tener más éxito que haciendo conciliábulos para sacar adelante reformas caprichosas como las del sistema de salud, la pensional, la laboral, etc.
La ciudadanía quiere la resolución de problemas que afectan su cotidianidad, que implican una afectación directa con su estar en la sociedad. Una sociedad avanza de a poco, lentamente, siguiendo el derrotero trazado por mentes esclarecidas que piensan sin fanatismos para definir con acierto lo que puede considerarse como progreso real. Hoy los comunistas han prostituido ese concepto autodenominándose como ‘progresistas’ para adjudicarse la autoría del avance social.
Sin embargo, su progreso es falso y más bien constituye un estancamiento o una vuelta atrás en el devenir humano, sumiéndolo todo en un activismo feroz que agita las banderas de todo aquello que interpone divisiones ideológicas entre grupos de seres humanos como el feminismo, el racismo, la ideología de género, el revisionismo histórico y, en general, cualquier cosa que estimule un confrontacionismo irracional entre las personas, sea por motivos políticos, religiosos, ideológicos, deportivos o de otra índole, incluyendo temáticas más bien frívolas.
En razón a estos movimientos ‘progresistas’ y su batalla por la exacerbada ‘corrección política’, de uso en todos los frentes, hemos llegado al extremo de que ya no es posible ir por ahí emitiendo conceptos frente a desconocidos, sea en una reunión informal o en la antesala de un consultorio médico, porque se puede incurrir en verdaderos problemas y terminar siendo señalado por emitir conceptos que hace una década eran compartidos por la mayoría.
A ese clima hemos llegado por tener un gobierno que alienta las discrepancias inútiles a través de las cloacas cibernéticas en vez de estar jugado en el alivio de problemas palpables que nos permitan mejorar nuestro nivel de vida. Solo que a la izquierda, a los ‘progresistas’, lo que les interesa es demoler el modo de vida que hemos construido. Por eso, el gobierno del señor Petro no soluciona nada. Y hay gente que no ha entendido.