La persecución, la escalada de atentados e insultos contra la Iglesia católica no parece cesar ni tener límites para el dictador sandinista Daniel Ortega, algunos temen mayores agresiones y lo creen capaz de hasta prohibir la fe católica en el país.
Y es que así lo demuestran los hechos violentos perpetrados por el sandinismo durante dos dictaduras contra los cristianos católicos.
Las agresiones verbales van en ascenso. Esta semana Ortega llamó a los líderes católicos “fariseos” y “sepulcros blanqueados” a quienes pretende responsabilizar de las protestas de 2018 y de la sangrienta represión de su régimen, señalado de crímenes de lesa humanidad tras la matanza de al menos 355 nicaragüenses.
Antes, el tirano y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo, han calificado a la Iglesia como la “dictadura perfecta”, le acusan de «usar» a sus obispos para «dar un golpe de Estado”, de llamar al derramamiento de sangre, y han insultado a los sacerdotes llamándoles “hijos del demonio” e “hijos del diablo”.
Nicaragua está viviendo nuevamente el episodio oscuro de la primera dictadura sandinista (1979-1990), que provoca más sufrimiento a las familias. La lista de ataques contra líderes católicos es innumerable en la actual dictadura del izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el partido que Ortega lidera desde la llegada del sandinismo al poder.
“Los ataques eran de diferentes cuarteles todos los días y salían de algunos templos, no de todos, pero sí de algunos donde estaban los fariseos, los sepulcros blanqueados.En departamentos donde incluso abiertamente salieron algunos curas con la sotana manipulando los santos para llamar al derramamiento de sangre”, acusó el tirano a los religiosos el pasado 19 de diciembre durante un acto de la Policía, institución sancionada por Estados Unidos por violación a los derechos humanos.
Silencio
La Iglesia en Nicaragua y hasta el Vaticano mantienen silencio ante las agresiones de Ortega. Ese silencio es criticado por el sandinismo disidente que gobernó y persiguió junto a Ortega a la Iglesia Católica durante la primera dictadura sandinista. Otros sectores de la oposición hacen eco a esas críticas y buscan empujar una mayor “beligerancia” de la jerarquía.
Alexum, que pidió ser identificado con ese nombre por razones de seguridad debido a que en Nicaragua es prohibido opinar, dijo que las persecuciones contra la Iglesia han sido similares en la historia, y a su juicio eso explica el silencio del Papa y obispos.
“La Iglesia actúa con prudencia”, asegura, y puso como ejemplo las barbaries sufridas por la cristiandad durante la Segunda Guerra Mundial.
“Hitler inició ataques contra la iglesia, se pidió al papa Pío XII que alzara la voz y lo hizo con mucha cautela. La respuesta de Hitler fue más letal llevando a sacerdotes y monjas a campos de concentración, ejemplo Edith Stein (monja) y al padre Maximiliano Kolbe. Ambos asesinados en campos de concentración. Hoy en día son santos de la Iglesia”, acotó.
Durante las protestas, los religiosos nicaragüenses denunciaron abusos del régimen sandinista a los derechos humanos, recibieron a heridos y víctimas de persecución en sus templos. Por esa razón hoy el dictador les persigue con cárcel, exilio, amenazas, vigilancia y no desaprovecha oportunidad para despotricar contra los líderes religiosos.
“Comprendo el silencio de la jerarquía, además no sabemos qué amenazas puede haber y no se hacen públicas”, apuntó Alexum.
“Ortega es débil ante el poder de la Iglesia y por eso agrede en esa forma”, afirmó.
Puso como ejemplo a antiguos perseguidores del cristianismo como Herodes, Nerón, Diocleciano, “el maligno cuando ataca verbalmente a la Iglesia siempre usa los mismos términos, la misma conducta”, dijo en alusión a Ortega y su mujer.
A su juicio, Ortega “esta acorralado, sabe que está perdido y tratará de hacerle el mayor daño posible antes de perder la pelea definitiva”.
La única religión que el dictador sandinista hasta ahora ataca, es la católica.
“Ortega es capaz de más agresiones a la iglesia, incluso llegar a prohibir la fe católica. Esto es un signo de temor ante una institución milenaria que ha mantenido la unidad por siglos. No la puede manipular. Le (el dictador) apuesta a los grupos protestantes ya que son distintos, sin unidad y sin una sola doctrina, por tanto, manipulables”, explicó.
La escalada
La persecución contra líderes religiosos ha incrementado desde 2018, tras las protestas de abril. El régimen de Ortega y su esposa Rosario Murillo, ordenó el ataque armado a la parroquia Divina Misericordia, donde se refugió un grupo de estudiantes de la persecución. Un joven murió víctima del ataque. Partidarios del régimen incendiaron parcialmente la Catedral de Managua con una bomba molotov quemando la Capilla de la Sangre de Cristo, y lanzaron ácido sulfúrico en el rostro al vicario episcopal de la Catedral, padre Mario Guevara. Ambos hechos permanecen impunes.
Al menos siete clérigos están en el exilio, una decena están encarcelados entre sacerdotes, seminaristas y a un obispo. Dos clérigos ya han sido condenados a 5 y 30 años de prisión.
Ortega ha ordenado el allanamiento a iglesias como la Divina Misericordia en Sébaco, ha sitiado templos católicos y sus sacerdotes impedidos de movilizarse por policías y paramilitares del régimen.
El régimen expulsó al nuncio apostólico, Waldemar Sommertag, ilegalizó la Asociación Misioneras de la Caridad, de la orden de la madre Teresa de Calcuta y expulsó a 18 religiosas, ordenó el cierre de 11 estaciones de radio y cuatro canales de televisión católicos.
Señuelo
Daniel Ortega, el “revolucionario marxista”, que ha perseguido a la iglesia en las dos dictaduras sandinistas dijo ser “cristiano”, pero al mismo tiempo reveló que nunca ha tenido respeto por los obispos.
Lo que es claro es que ha utilizado a la Iglesia. Para retornar al poder, Ortega que había vivido más de 20 años en unión libre con Rosario Murillo, se casó por la Iglesia católica durante su campaña presidencial en 2005 para convencer a los nicaragüenses que se había vuelto “cristiano” y que había “cambiado”. Pidió la oportunidad de retornar al poder para demostrar que podía gobernar en tiempos de “paz”.
Fue una de las trampas con las que convenció a muchos nicaragüenses, pese a los crímenes y robos que el sandinismo había cometido en la década de los 80. Hoy Nicaragua es víctima de la segunda tiranía sandinista.