Una de las características de esta campaña presidencial argentina ha sido, definitivamente, la doble vara del periodismo con los candidatos y la subestimación total a los votantes de Javier Milei, sobre todo en el segmento de los más jóvenes. Mientras que al candidato libertario los conductores televisivos lo interrumpen para preguntarle hasta el más mínimo detalle de lo que propone, sus rivales parecen gozar de otros privilegios.
Uno de los tantos ejemplos de esto se vio este domingo en TN. Patricia Bullrich, candidata a presidente por Juntos por el Cambio, explicaba lo que piensa hacer si le toca llegar a la Casa Rosada. Sin ninguna interrupción, ni repregunta, ni pedido de detalles, la exministra de Seguridad afirmó que implementará “un sistema que va a mirar integralmente a los argentinos, para que pasen del llanto a la alegría”, basado en “una filosofía muy interesante”. Este extraño “ministerio de la Felicidad”, todavía guarda el misterio sobre su titular. Bullrich solamente le dijo al periodista que estará al frente de ese proyecto alguien que todavía no se imaginan quién es. Diego Sehinkman, uno de los tantos periodistas que acorralan a Milei ante cada sílaba que pronuncia, se limitó a decir “ah”.
Sería absolutamente imposible imaginar una respuesta tan vaga y ambigua por parte de Milei, al que le preguntan sobre el más mínimo detalle de todo lo que dice y propone, como no hacen los comunicadores con el resto de los candidatos. Pero, más allá de las preferencias que puede tener cada uno, esto parece haber ido ya demasiado lejos. El votante y la audiencia lo percibe y por eso es que las operaciones mediáticas no logran revertir la tendencia de las primarias de agosto.
Este fin de semana se publicó una entrevista con el escritor y sociólogo argentino Juan José Sebreli. El intelectual, partidario de Patricia Bullrich, le faltó el respeto impunemente a los jóvenes que votan por Javier Milei, asegurando que son víctimas de una especie de “hipnosis colectiva“. Sin dar ninguna explicación, el autor comparó al candidato liberal con los grandes tiranos del siglo pasado y señaló que se trata de una persona “peligrosa”. Como era de esperar, no hubo ni repreguntas ni pedido de explicaciones.
Evidentemente, para Sebreli, no es válido que un joven tenga afinidad por un candidato y su propuesta. Si las opiniones difieren de la suya, parece que tiene que tratarse de un idiota hipnotizado. Es decir, una especie de “boludo”. Justamente, la palabra que eligió Jorge Lanata para describir a los jóvenes votantes de Milei.
Con la misma impunidad, el periodista aseguró hace poco que los partidarios del libertario “no leyeron nada” y que son unos “boludos”. Claro que no tiene la misma opinión sobre los jóvenes votantes del kirchnerismo, de Juntos por el Cambio o la izquierda.
Sin embargo, a pesar de todas las operaciones, estos personajes se van desconectando de lo que sucede con los argentinos de a pie, mientras se encierran en su propio microclima de soberbia. Habrá que ver cómo se toman el resultado de las elecciones de octubre.