Las expresiones del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ya parecen la de cualquier dirigente de segunda línea de un partido minoritario de extrema izquierda. Ni siquiera el uruguayo José “Pepe” Mujica se anima ya a defender a Nicolás Maduro, que sigue teniendo -increíblemente- en el Palacio de Planalto un aliado activo. Como todo el socialismo puro, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) no oculta su rechazo abierto al Estado de Israel. Ahora, hasta compara el derecho a la legítima defensa ante un grupo terrorista como Hamás con las atrocidades de Hitler y el nazismo contra el pueblo judío.
“Lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza con el pueblo palestino no ha ocurrido en ningún otro momento de la historia. En realidad, ha ocurrido…cuando Hitler decidió matar a los judíos”, señaló Lula, en el marco de unas definiciones que ya trajeron serias consecuencias políticas en su país.
El análisis del presidente de Brasil es tan superficial, que no sobrevive a un mínimo debate histórico, ni mucho menos político. Básicamente, Lula, en sintonía con la izquierda internacional, expone las supuestas consecuencias de lo que no es, en realidad, un “genocidio israelí”, sino más bien las acciones de un grupo terrorista que usa al pueblo, que dice representar, como escudo humano.
Nada de esto es nuevo. Hace más de medio siglo, Golda Meir dijo que los israelíes podrían perdonar a sus enemigos por matar a sus hijos, pero lo que no podrán perdonar jamás es por obligarlos a matar a los suyos. “La paz llegará, cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odian a nosotros”, manifestó en el siglo pasado la ex primer ministro israelí, con increíble vigencia al día de hoy.
¿Hace falta recordar que Israel puede aniquilar toda vida humana en el territorio palestino en un instante? ¿Es necesario traer al debate la enormidad de recursos que el Estado de Israel dedica en materia defensiva, pudiendo terminar con la amenaza de Hamás de un día para el otro? ¿Alguien se imagina que le ocurriría a la población israelí si los que perpetuaron el cobarde ataque del 7 de octubre contaran con el potencial armamentístico hebreo? Israel hoy sería historia, sin lugar a dudas.
Sin embargo, la bravuconada filo antisemita de Lula permite hacer un aporte constructivo al debate. Curiosamente, esto guarda una analogía correcta con la barbarie que promovió el régimen nacional socialista, pero no en el sentido que el mandatario de Brasil manifiesta, sino en el opuesto. Todo lo que viene ocurriendo entre Israel y Hamás hace cuatro meses sí tiene un denominador común con el nazismo hitleriano: que las víctimas civiles fueron atacadas solamente por el hecho de ser judías. Es exactamente lo mismo que llevó a cabo el régimen de Hitler en Europa.
Las mujeres violadas, los torturados hasta la muerte y los secuestrados se convirtieron en las víctimas de los terroristas exclusivamente por pertenecer al pueblo judío. Nada más. Mientras que la izquierda acusa al Estado de Israel de “racista” (además de la infamia delirante del supuesto nazismo), todos saben que en Israel trabajan todos los días miles de personas árabes en libertad e igualdad. Incluso tienen representación parlamentaria, en la única democracia real de la región, donde se respetan los derechos humanos de todos los individuos.
Sin embargo, la hipocresía de la izquierda hoy dice presente en las supuestas “reivindicaciones de género y de libertad sexual”, al señalar a Israel con el dedo y responsabilizarlo de impulsar un apartheid imaginario, cuando es en Israel donde las mujeres son ciudadanas de pleno derecho y los homosexuales gozan de todas las garantías constitucionales. No es en esta tierra, como sí ocurre en regímenes afectos al fundamentalismo islámico, que estas personas de la comunidad LGBT son atadas a una silla, para ser arrojadas al vacío del edificio más alto, esperando morir en la caída para no sufrir el remate de las piedras.
Si todo lo que sucedió y sucede recientemente permite una analogía con el accionar del nazismo, no es Israel justamente al que hay que señalar con el dedo. Todo lo contrario.