domingo, noviembre 24, 2024
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La estafa cultural como política del narcoestado boliviano

Hugo Marcelo Balderrama,

Desde 2009, la dictadura boliviana usa el 22 de enero para decirnos al mundo que ellos fundaron un nuevo país, el Estado Plurinacional. La ocasión es aprovechada para llenar cuanto espacio público sea posible con toda clase de hechicerías «indígenas», aunque la mayoría de las veces son solamente montajes teatrales de los militantes masistas, y mostrar al mundo los «éxitos» de su gestión.

Sin embargo, ¿qué hay detrás de esa fecha?, ¿se trata de un momento importante para Bolivia o, tan sólo, una vil burla?

A principios de enero del año 2002, mi natal Cochabamba amaneció asediada por más de 5000 cocaleros, cuyo único pedido era incrementar la cantidad de hectáreas de coca legales. Sus actos terroristas, que ellos tuvieron el descaro de llamar protestas «pacíficas», le costaron la vida a Antonio Gutiérrez, oficial de policía, y a Marcelo Trujillo, subteniente de ejército. Ambos uniformados fueron torturados y asesinados con golpes de machetes mientras se encontraban heridos.

A raíz de todo ese accionar delincuencial, el 22 de enero de ese año, la Cámara de Diputados de Bolivia separó a Evo Morales de su seno. El cocalero, como nos tiene acostumbrados hasta el sol de hoy, se declaró perseguido y discriminado por ser «indígena», ese relato también contó con el apoyo de los operadores mediáticos que Morales tenía en varios medios de prensa, por ejemplo, El juguete rabioso.

No obstante, las narrativas fantasiosas no se limitaron a Bolivia, sino que llegaron hasta Europa. Esa misma época, la BBC, en su sección para América Latina, publicó varias notas que reforzaban el mito indigenista alrededor de Evo Morales y sus secuaces, entre ellas, Bolivia: tierra y racismo. Claro que nunca se escuchó la versión de los cientos de víctimas de la violencia cocalera.

Paradójicamente, la expulsión impulsó a Evo a amenazar con mayor violencia al país, el mismo modus operandi de los narcos mexicanos cuando uno de sus socios es detenido. El gobierno de ese entonces negoció la paz a cambio de dejar tranquilo a Morales. Pero no contaron que un matón siempre será violento.

La historia del golpe de Estado de octubre de 2003 y la traición de Carlos Mesa ya la relaté varias veces, no vale la pena repetirla. Lo importante ahora es hablar de su reforma constitucional.

El 22 de enero de 2009, luego de varios vaivenes y un referendo de por medio, el cocalero promulgó su constitución. Y aunque la dictadura y sus operadores en medios de prensa construyeron la mentira de una Carta constitucional propia de los bolivianos, en realidad, era una de las imposiciones del castrochavismo. La pandilla de los Castro había, finalmente, conseguido su objetivo de conquistar Bolivia. Ese día murió la república, nació el narcoestado. Al respecto, el jurista boliviano, Carlos Sánchez Berzaín expresa lo siguiente:

Los procesos constituyentes y las constituciones de castrochavismo impuestas en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua… solo han generado crisis humanitarias, narcoestados, presos políticos, tortura, exilio, terrorismo de Estado, crímenes de lesa humanidad y miseria. Redactan cientos de artículos con derechos y proclamas solo para hacer más infelices a sus pueblos, forzarlos al exilio e institucionalizar la violación de los derechos humanos. Han suplantado el pluriculturalismo con la impostura plurinacional solo para destrozar la unidad de las naciones, dividir a los pueblos y confrontarlos.

Empero, la falsificación constitucional era la mitad de la mentira, faltaba la parte histórica. De eso se encargarían Álvaro García Linera y Roberto Aguilar, ministro de Educación en la era evista. De las manos de ambos fanfarrones salió la versión de una «refundación» nacional y una «reivindicación» histórica de los pueblos indígenas. Fueron ambos que impusieron en los textos de historia el feriado del 22 de enero como el día del Estado Plurinacional, cuando es el día que la delincuencia transnacional nos robó la patria. No es una fecha histórica, es una burla al sentido común. Es parte de la estafa cultural que sostiene al narcoestado.

Fuente: Panampost

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