Siguen circulando narrativas en competencia acerca de qué relevancia podría tener la invasión rusa de Ucrania para el asunto de Taiwán. Una escuela de pensamiento sostiene que la violación flagrante de Moscú de las normas internacionales en contra del uso de la fuerza para lidiar con una disputa territorial podría alentar a la República Popular de China (PRC) para hacer lo mismo para resolver el problema madurado desde hace mucho del status político de Taiwán. Esto es especialmente cierto, afirman los partidarios, si el gobierno de Vladímir Putin logra sus objetivos: forzar a Kiev a renunciar a su ambición de unirse a la OTAN, aceptar la amputación territorial de Crimea, y reconocer la “independencia” de los pequeños estados de la región Donbas.
La tesis opuesta argumenta que porque la ofensiva rusa ha sido más lenta, mucho más difícil, y más costosa tanto en términos de tesoro y sangre que lo que alguna vez se imaginó el Kremlin, esas lecciones amargas probablemente reduzcan cualquier tentación que podrían tener los líderes del PRC de adoptar una estrategia igual de agresiva hacia Taiwán. Según ese razonamiento, el fracaso de Rusia de lograr una victoria rápida, decisiva y de bajo costo en Ucrania ha provocado que Pekín se de cuenta de que intentar conquistar una isla podría ser mucho más difícil y costoso de lo que se pensó anteriormente. Por lo tanto, una invasión de Taiwán se ha vuelto menos probable.
Al considerar el probable impacto de la guerra en Ucrania sobre el futuro probable de Taiwán es imperativo reconocer que una similitud importante entre los dos asuntos. En ambos casos, el gran poder involucrado manifestó claramente que habían “líneas rojas” que no debían atreverse a cruzar. Para Rusia, era el esfuerzo continuo por parte de Occidente de hacer de Ucrania un activo militar de la OTAN. Para la PRC, una línea roja clave es cualquier esfuerzo por parte de Taiwán de obtener una independencia formal. De hecho, la negativa continua de Taipei a discutir una unificación con el continente bajo la fórmula de Pekín de “un país, dos sistemas” últimamente podría demostrar ser una provocación suficiente para empujar las cuestiones hacia el precipicio
Las advertencias de Pekín en contra de las acciones persistentes, algunas veces separatistas, de Taipei, que se han dado durante la administración de Tsai Ing-wen se están volviendo notablemente más enfáticas. También sucede esto con las advertencias de los “poderes foráneos”—principalmente EE. UU. y Japón— en contra de fomentar y facilitar dichas ambiciones. Nuevamente, las similitudes entre la postura de la PRC y aquella de Putin constantemente escalando sus amenazas ante la OTAN respecto de Ucrania son asombrosas.
Washington, no obstante, ha presionado y seguido adelante con su respaldo a Taiwán, justo conforme ignoró luz roja tras otra luz roja respecto de la expansión de la OTAN hacia la frontera rusa. A lo largo de la presidencia de Donald Trump, la cooperación de seguridad entre EE. UU. y Taiwán aumentó hasta el punto en el que empezó a parecerse a una alianza militar integral. Bajo el Presidente Biden, esa tendencia ha continuado sin ser moderada. Las declaraciones repetidas de Biden de que Washington tiene una obligación de defender a Taiwán de un ataque generalmente han sido desestimadas como meteduras de pata de un individuo notoriamente proclive a meter a la pata, dado que el compromiso de EE. UU. en virtud de la Ley de Retaliaciones por Taiwán de 1979 es mucho más limitada y vaga. No obstante, las acciones estadounidenses bajo las administraciones de Trump y Biden sugieren que el presidente está describiendo con precisión la política actual de Washington.