HUGHES,
Pachi López, gerifalte socialista llamado a hacer y decir cosas que «nos helarán la sangre», sigue fiel a su fama, que en su caso ya es destino. Además de su escandaloso proceder diario, hemos sabido ahora que dentro de las listas del PSOE vasco tiene a mucha familia. Está su mujer, con cargo; está su cuñado, el hermano de su mujer, que también saltó a las noticias por haber sido capaz de pagar un chalet entero con billetes; y está la mujer del hermano de la mujer, la concuñada, también en listas municipales.
En el PSOE conocíamos las concubinas, pero también hay concuñadas, lo que indica un grado de preocupación familiar muy importante.
El parentesco estricto, como tal, se acaba en el cuñado. Ir más allá es una cosa digna de la antropología. Los grados de relación dentro del PSOE sólo tienen parangón en algunas tribus aborígenes indoamericanas.
En las tribus amazónicas de Brasil, por ejemplo, se llegaba al cuñado; fue muy importante allí la institución del «cunhadismo»: al hombre blanco le ofrecían una mujer india y con ella iba la familia, cuñados incluidos. Fue una forma de integración y mestizaje —lo que tanto le gusta a Ayuso, el mundialmente conocido «mestizaje madrileño»—.
Siempre se ha dicho, y ahí está el legendario mienmano (gloria eterna a Antonio Burgos), que es admirable la preocupación socialista por la familia. Aunque Engels y Marx la tuvieran en su punto de mira, el PSOE la ha cuidado mucho. García-Máiquez publicó hace unos días en Ideas un artículo estupendo sobre la familia extensa, la que alcanza a primos, cuñados y demás, la que va más allá de la nuclear, y es evidente que esa la cultiva el PSOE. La sensibilidad familiar socialista es de mucha cognación y alcanza a las concuñadas.
En realidad, hay algo más tribal que mafioso en el PSOE. Su deslealtad a la nación quizás se explique porque ellos viven en y para formas sociales previas, anteriores: la tribu, la familia o incluso la unión de familias, la gens, la gens romana. El PSOE es eso, una gens, una gente, su propia gente. El PSOE está ayudando a descomponer la nación en nacionalidades y en algo más, que en realidad es algo menos: un sistema de relaciones familiares, tribales y gentilicias que explica, por ejemplo, su clientelismo, pues la clientela era otra institución romana y dependía de la gens; eran las personas, los clientes, bajo la protección del patricio de turno. El clientelismo socialista, tan escandaloso, es antiquísimo y se remonta a Roma. No estamos viendo la finura cultural del PSOE, su retorno a lo latino, lo electrolatino, ¡su clasicismo latinoché!
La clientela, las gentes sociatas, las tribus intersociatas, los clanes de parentesco antropológico… todas son formas de organización social previas al Estado. El PSOE no sólo se ha quedado con el Estado, lo somete a una implacable labor de deconstrucción e involución. Adiós al Estado-nación. Por una parte, lo lleva al futuro del globalismo, lo entrega a lo supranacional. Por otra, en lo que queda, lo lleva al pasado. Lo descompone. Proyecta una división en nacionalidades y junto a eso, solapado, su entramado de antropología sociata tribal preestatal y prenacional. Es un consenso no sólo antinacional sino anterior a lo nacional. ¡Patxi el hielasangres, de la fratría eusquérica de los López, nos lo ha desvelado!