domingo, noviembre 24, 2024
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La guerra cultural, coto de cuatro

HUGHES

La escritora Najat El Hachmi había sido elegida para dar el pregón de las fiestas barcelonesas de La Mercè, pero su elección ha levantado críticas entre algunos colectivos muy concretos: organizaciones LGTBI, antifascistas y antirracistas, un observatorio contra la homofobia y una plataforma trans han protestado y criticado la elección de la escritora (a través del instrumento habitual del manifiesto) porque consideran que es tránsfoba e islamófoba.

El Hachmi tiene artículos en los que advierte, por ejemplo, de cómo los llamados menas traen consigo una cultura machista que normaliza la violación, y se ha mostrado contraria a las ideología trans, en la que ella ve una apropiación masculina de lo femenino convertido en género navegable, transitable.

Las crítica contra la escritora han provocado, a su vez, una reacción contra la reacción protagonizada, en el nombre de la libertad de expresión y pensamiento, por, así viene en los medios, «escritores y periodistas», expresión que para Ruano, recordado por Quintano, era como decir «médicos y practicantes».

Pues los médicos y practicantes han defendido a la escritora. Por la libertad y frente a la censura. Y aquí han aparecido los habituales de una izquierda cultural más crítica, menos cinematográfica, en gradación variable hasta el centro derecha con representación en todos los medios: El País, El Mundo o ABC.

Y esto es lo divertido. Lo divertido. Porque esto que dice la escritora lo ha dicho Abascal. Lo ha dicho, por ejemplo, en el debate televisivo. Pero si está mal negar el pregón a El Hachmi, no lo está extender un cordón sanitario alrededor de los tres millones de votantes de Vox.

¿Por qué?

Para algunos, El Hachmi y Abascal coinciden pero como coinciden un reloj averiado y uno que funciona. Dicen lo mismo pero no son lo mismo porque uno sería reaccionario y la otra feminista. Todo lo que dice El Hachmi merece escucharse porque ella lo dice desde el feminismo, y, por tanto, desde el lado bueno de la historia.

Este sectarismo de la izquierda, digamos, intelectual es algo bien conocido.

Lo interesante es cuando esto empieza a llegar desde zonas centristas. Periodistas y tertulianos que han colaborado en el cerco a Vox, por ejemplo, al admitir la circulación de los bulos sobre su posición ante la violencia contra las mujeres o la inmigración ilegal. Pero aquí esto se pone interesante: el centro ilustrado dextrógiro (que gira a la derecha, y en su siempre ir a la derecha desde la izquierda encuentran en el peperismo eterno acomodo y caricia), este centrismo que comparte con la izquierda su ser-ilustrado hace una pirueta colosal: colabora en el cerco a Vox, en el cerco intelectual, periodístico y político a Vox e inmediatamente después de haberlo hecho, cuando los de Vox ya están todos en el redil, con el esparadrapo en la boca, hablando para cuatro, acuden al rescate de los damnificados por lo Trans, los movimientos de islamismo cultural o el antirracismo militante. No lo hacen por Vox, pero sí lo hacen por escritoras marroquís.

Tíos que han estado diciendo de todo a Abascal durante un mes, salen ahora al rescate de Najat El Hachmi, ¡toma Moreno! ¡con dos pínkeres y un Ignatieff!

Pero no nos despistemos. Porque el asunto no es su defensa de una escritora en concreto. Lo realmente importante es que la defienden porque la defienden de la intolerancia (canceladora) del movimiento trans, antirracista, etc. Es decir, de lo woke que hay en España. Y al hacerlo se colocan frente a los desvaríos y censuras de estas ideologías.

Lo que hace el centrismo ilustrado y el socioprogresismo es, una vez que Vox está en el redil o dentro del cordón sanitario, quedarse ellos en exclusiva la guerra cultural.

Vox es silenciado por sus opiniones contra la ideología de género, la realidad migratoria, la inseguridad en las calles (que afecta sobre todo a la mujer) y al hacerlo colisiona con lo trans, lo LGTBI, el antirracismo oficial estilo Black Lives Matter, etcétera. Vox da orgullosamente la llamada guerra cultural a lo woke y por darla es atacado, tergiversado y silenciado con el apoyo silente y capcioso del centrismo, del centro-izquierda y del centro-derecha. Vox es maniatado y silenciado en el redil, enviado al ostracismo. Sacado de la conversación pública.

Una vez que eso ocurre, los centristas se quedan solos para dar, ¡ellos sí! su batallita cultural, una guerra cultura del salón, de suplemento cultural y columnita tribunera.

Lo woke se queda, por tanto, como inmensa parcela que explotarán ellos para hacer piruetillas, volatines y tirabuzones intelectuales, los cuatro habilitados por el doble check: el marchamo cultural izquierdista y el sociopepero-mediático (a mi juicio, el centro perfecto, químicamente puro).

Cuando Vox quiere ir contra lo woke institucionalizado recibe bulo y ostracismo, quedando así todo para que ellos hagan luego intelectualismo y periodismo.

Estos días hemos estado repasando las actitudes ante Vox, y debe consignarse esta filigrana del centro que, tras colaborar por acción u omisión en la digamos gran cancelación de Vox, hacen algo sublime: ¡le roban la Guerra Cultural y se la quedan ellos!

Al hacerlo, definen lo que puede ser guerra cultural en España: una cosa que hagan, con prurito de finura, intelectuales homologados que no cuestionen el marco.

En su caso, su ir contra lo woke tiene motivaciones distintas: la hacen por racionalismo pinkeriano e intelectualidad pura. Las críticas de Vox son populismo y ultraderechismo, pero cuando las hacen ellos es equilibrismo liberal y racionalidad aplicada. Una fina esgrima desde el virtuosismo republicano y el elitismo cognitivo.

Han hecho mucho por callar a Vox, y una vez callado, ellos se encargarán, como únicas voces permitidas, de criticar las estridencias trans, LGTBI o las disonancias culturales de la inmigración (que solo nos importan si afectan a la mujer). No harán daño político, pero darán sentido personal a un cierto desaliño libresco, a un titubeo, a un afrancesamiento, a un sombrerito, a un flequillo, a un reporterismo de vocación neuronal… Lo woke queda para nimbar a cuatro o cinco.

¡Se quedan lo woke de tetilla en una acotada transversalidad intermamaria!

En resumen (y disculpen): los mismos que callan y distorsionan a Vox, luego le roban la guerra cultural, convertida en batallita meñiquera de minoría escogida, privilegio de «escritores y periodistas» de centro, extensión o escisión de la izquierda crítica (equivalente cultural al PSOE bueno, portadora de la llama eterna del Progreso y la Luz). Entonces ya no será populismo y bajas pasiones, sino inteligencia, razón y libertad.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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