Iván Vélez,
Casi un tercio de los escaños que están en juego en Melilla el próximo domingo podrían haberse visto afectados por los 11.707 votos por correo neutralizados por la Guardia Civil. Según parece, el precio por los votos, que benévolamente cabe llamar irregulares, oscila entre los 50 y los 200 euros, con la opción adicional del vale alimenticio o del puestecito para todo aquel que quiera expresar su libre voluntad en las urnas durante la fiesta de la democracia ya dispuesta para el 28 de este mes. De no mediar la Benemérita, la fiebre postal melillense, hoy desvanecida, habría multiplicado por siete la media nacional.
La compra de votos no es nueva en la ciudad autónoma. En 2021, Mustafá Aberchán, que presidió Melilla entre 1999 y 2000, fue condenado por el Tribunal Supremo a dos años de cárcel y a una inhabilitación de dos años y medio por situarse a la cabeza de una trama dedicada a la compra de votos por correo en las elecciones al Senado de 2008. Cabe aclarar que Aberchán se presentaba por Coalición por Melilla, partido coaligado con el PSOE, cuyo secretario general en Melilla, Dionisio Muñoz Pérez, también fue condenado. En coherencia con su pasado, don Mustafá se ha opuesto a la exigencia, establecida por la Junta Electoral de Zona, de que los votantes por correo en Melilla lleven personalmente su papeleta a Correos acompañada del DNI, pasaporte o documento que acredite que quien vota es realmente quien dice serlo.
La conexión entre el PSOE y una fuerza del terruño es práctica habitual del partido que, ahíto de entreguismo europeísta, tutela el desmantelamiento de la nación española para repartir sus despojos entre los caciques locales y los supranacionales pues, como ya dijera ZP, que recientemente ha confesado cómo se llevó a cabo la legitimación de la banda terrorista ETA, España es un concepto discutido y discutible. Agarrados a tal discusión, los de Ferraz llevan décadas cediendo e incluso posando delante de fraudulentos mapas y banderas españolas invertidas, mientras Marruecos exhibe de manera explícita su proyecto de incorporación a su territorio de Ceuta y Melilla. Conocedor de la debilidad de la socialdemocracia española y de la timorata actitud de su centrado reverso, el presidente del Senado de Marruecos ya pidió a sus compatriotas entrar activamente en la vida política española para influir en las decisiones futuras sobre las mentadas ciudades ya profundamente marroquinizadas.
El intento de pucherazo o, por mejor decir, de harira melillense, se despliega en dos planos. Por un lado, el de la corrupción procedimental y el de la compra de votos de un sector empobrecido, método muy familiar para un sanchismo que lo trató de poner en marcha alimentando una urna detrás de una cortina, pero, sobre todo, y esto es mucho más grave, en el que afectaría a la soberanía de aquella plaza, pues existen fundadas sospechas de que quien ha pagado esta maniobra es Marruecos, sabedor de que los partidos hegemónicos son perfectamente capaces de asumir e incluso de hacer pedagogía de otra micromarcha verde.