ITXU DÍAZ,
Que dice Sánchez que «el apocalipsis no ha llegado». Imagino que ahora saldrá un émulo de Simón diciendo que sonarán, como mucho, una o dos trompetas. Ya notaba yo cierto sabor a azufre en el ambiente esta mañana. Está todo el mundo de mala leche, vestigios de la pandemia de la que íbamos a salir mejores hasta que salimos igual de cabrones, solo que ahora somos más, y un poquito más impacientes. Quizá porque de las guerras no se vuelve en paz, sino mal de la sesera. El mal carácter generalizado es el primer gran síntoma de una crisis más peligrosa y profunda. Hartazgo. Desafección. Pobreza. Sánchez puede encerrarse en su palacio todo lo que quiera, pero la destrucción traspasa los muros, y es una onda expansiva inevitable: porque el apocalipsis es él.
Más allá de destruir en todas las direcciones, lo único en lo que se afana es en añadir deshumanización al caudal moral de la nación. Ora la eutanasia, ora la ley animal. Todo es la misma animalada. La ceguera de un emperador de segunda a quien todo le da igual —ya lo sabemos— si continúa en el cargo, y en el camino sabe que lo mejor es abrir melones en los que podamos entretenernos y enfrentarnos. Zapatero quería unos días de tensión antes de las elecciones, Sánchez necesita tensión a diario desde el primer día hasta el último. No pretendo aupar la tesis tradicional de la derecha traidora sobre las leyes amorales, esa que dice que todo son cortinas de humo para que no se hable de economía, pero lo cierto es que Sánchez pasa por el BOE y por las leyes como quien cruza contenedores en llamas aleatoriamente para cortar el acceso que conduce a La Moncloa.
Ahora apuesta por Yolanda a secas —Díaz soy yo—, digamos, de manera oficial. Cuídese la fenesa de tal patrocinador. La vitrina del presidente está repleta de las cabezas de los tipos a la que halagó en público y a los que prometió promover. Sánchez siempre se ha tomado muy enserio el mandato evangélico, pero a su manera, que en vez de a las buenas obras, lo dirige a las malas: que tu mano de derecha no sepa lo que haces con los higadillos del que está en tu mano izquierda. Da igual, yo al menos no derramaré demasiadas lágrimas cuando las portadas apadrinadas que hoy ensalzan a Yolanda a secas se conviertan en envoltorio para pescado.
Dice también Sánchez que el Gobierno está «dispuesto a consolidar una década de progreso que los ciudadanos se merecen», y no estoy seguro de si es promesa o amenaza; de lo que sí no tengo duda es que los ciudadanos no se merecen a un tipo en La Moncloa cuya principal acción ejecutiva de Gobierno es besarse a sí mismo en el espejo, y chasquear los dedos para que el ala comunista del Consejo de Ministros se saque otra iniciativa lunática, de esas que remueven lo bastante el avispero de la opinión pública como para que no sigamos hablando, qué sé yo, de su Tito Berni.
Y no, insisto en esto: no digo que sean cortinas de humo; cortinas de humo eran lo que había en las jaimas del 15M en donde nació toda la carroña política de extrema izquierda que hoy tenemos dirigiendo el país. Y te diría que eso es otra historia, pero no, es la misma: es Sánchez, que jamás se abrazaría a uno de aquellos «indignados» de los que hicieron la revolución declarándole, primeramente, la guerra al jabón, a no ser que fuera necesario para su propio beneficio, fueran cuales fueran las necesidades de la nación a la que prometió un día servir. Dios santo, he escrito «indignados»… ¡y suena ya tan boomer!
Le sorprende muchísimo al presidente, diría que le cabrea, que la oposición intente destruir al Gobierno y, no sé, tal vez le habían contado que toda la oposición de derechas consiste en agazaparse en su escaño con prismáticos y paciencia, al estilo Félix Rodríguez de la Fuente, aprovisionarse de pistachos y latas de cerveza, y esperar en silencio hasta el Juicio Final, cuando al fin la pieza gorda se decida a caer de madura hacia el averno, y se produzca la ansiada herencia. No creo en una oposición así, pero da igual, una vez que comienzan a sonar las trompetas del Apocalipsis, solo un idiota esperaría de brazos cruzados hasta el Juicio Final.
Sánchez no ha dicho una sola verdad desde que entró en La Moncloa. Y Sánchez niega que haya llegado el apocalipsis. Alquílate un buen búnker y reza lo que sepas. Se trata de que quede algo de España que salvar cuando el narciso haya abandonado al fin el estanque de los jardines presidenciales.