Fundación Internacional Bases,
La libertad económica es importante para el desarrollo económico. De hecho, un amplio corpus de literatura empírica señala que un gobierno limitado, la seguridad de los derechos de propiedad, el libre comercio, la escasa regulación y unas políticas monetarias sólidas están generalmente asociados a un crecimiento económico más rápido y a mayores niveles de renta.
Hay escépticos que sostienen que, una vez garantizadas «algunas» libertades económicas, los efectos beneficiosos son triviales, si no negativos. Otros argumentan que la bibliografía adolece de sesgo de publicación: sólo se publican los resultados significativos. En general, la afirmación de los escépticos es que los resultados están sesgados al alza por una razón u otra.
Sin embargo, si hay algún sesgo, es en contra de encontrar efectos positivos de la libertad económica en el desarrollo económico. No es la primera vez que planteo esta cuestión en esta tribuna. Ahora, sin embargo, tengo una forma de demostrar que no se trata de una mera especulación.
¿Por qué habría un sesgo? Por la calidad de los datos utilizados para estimar los niveles de renta en todo el mundo. Por lo general, nos basamos en las estadísticas del producto interior bruto (PIB) elaboradas por los organismos gubernamentales. En las democracias liberales, hay pocas razones para dudar de que estas cifras estén sistemáticamente infladas. En un año, puede haber una ligera sobreestimación, seguida de una ligera subestimación al año siguiente. Estos errores son más o menos aleatorios.
En los regímenes no liberales -autocracias, regímenes totalitarios, anocracias- hay menos razones para confiar en los datos. Los gobernantes de esos regímenes necesitan apuntalar su legitimidad. ¿Y qué mejor manera de parecer legítimos que demostrar que el nivel de vida aumenta tan rápido (si no más) que en las desordenadas democracias liberales? Y así, las mentiras se amontonan tan alto que la confianza en las cifras debería ser limitada.
Estos regímenes antiliberales también tienden a limitar la libertad económica. Después de todo, ¿por qué los dictadores restringirían las libertades políticas pero no las económicas? Puede haber algunas excepciones aquí y allá, pero la regla general es que los dictadores restringen todas las libertades.
Dado que las mentiras sobre el PIB se concentran en los países política y económicamente no libres, cualquier evaluación de la importancia de la libertad económica para el nivel de vida estará sesgada a favor de los regímenes no liberales y en contra de encontrar un efecto de la libertad económica.
¿De qué magnitud es este sesgo? Un trabajo reciente de Luis Martínez, de la Universidad de Chicago, publicado en el Journal of Political Economy, nos da los medios para responder a esa pregunta utilizando datos sobre la intensidad de la luz nocturna recogidos por satélites en órbita alrededor de la Tierra.
Esos datos tienen dos virtudes. En primer lugar, los satélites no mienten. En segundo lugar, la intensidad de la luz nocturna está estrechamente relacionada con el desarrollo económico. Normalmente, cuando aumenta la intensidad luminosa, también lo hace la actividad económica. Se puede utilizar la relación entre la intensidad de la luz y el desarrollo económico medido por el PIB en las democracias -donde hay pocas mentiras- para estimar la magnitud de las mentiras de los dictadores. Eso es esencialmente lo que hizo Martínez.
Se trata de resultados económicamente significativos. Nos dicen que cuando hablamos de la importancia de la libertad económica para el desarrollo, implícitamente la estamos descontando. Es cierto que el argumento ya es bastante sólido, dadas las pruebas empíricas disponibles, pero éstas son demasiado pesimistas.
A medida que los gobiernos empiezan a retirar las intervenciones desplegadas durante la COVID-19, el temor es que no volvamos a los niveles de libertad económica anteriores a la crisis, ya que los gobiernos se aferran a algunos poderes. Nuestra infravaloración de los beneficios de la libertad económica debería proporcionar un fuerte impulso para asegurarnos de que esto no ocurra.