Oriana Rivas,
Tiempos convulsos se ciernen sobre países occidentales por modas ideológicas erosionando a la familia, la fe y los valores tradicionales. Es por ello que a China «le conviene apoyar sátrapas como Lula da Silva, o bien Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega, porque es más fácil hacer tratos con dictadores que garanticen el saqueo a cambio de respaldo político», explica Raúl Tortolero a propósito de su nuevo libro «La nueva derecha: el retorno de Dios a la cultura»
Poner a Dios en el centro de la vida y a la familia en el centro de la sociedad son dos propuestas de la nueva derecha. No solo es un movimiento político, sino también cultural y social. En esencia, busca renovar a aquella vieja derecha y enfrentar al adoctrinamiento woke, junto a todo lo que este implica.
Y es que Estados Unidos, así como varios países de la región, han estado sumidos en el último tiempo en una “revolución neo-maoísta woke”. Tal como explica Raúl Tortolero, consultor político mexicano con doctorado en Derechos Humanos y columnista de PanAm Post, todos los supremacismos que la componen “son marxismo posmoderno, son anticapitalistas, anticristianos y anti familia”. Con el propósito de desarmar estas corrientes ideológicas, publica su nuevo libro “La nueva derecha: el retorno de Dios a la cultura ante el supremacismo progresista“.
La obra ofrece “un replanteamiento integral de aquello que oponemos a la izquierda”. Por ende, tampoco queda de lado el papel que cumplen personajes como el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador con su “socialismo blando” o el comunismo chino, principal beneficiario “de las ruinas morales en que vive Occidente”. En Panam Post conversamos a profundidad con el autor.
¿A qué califica como “la nueva derecha”?
Mientras la vieja derecha ponía el acento en lo económico, nosotros lo ponemos en la defensa de los valores tradicionales de Occidente, los cristianos. La vieja derecha, que aún ronda por ahí, es liberal en lo social, belicosa en lo internacional, globalista y nada religiosa. Estas características, país por país en América entera, han resultado en que el siguiente gobierno sea progresista, socialista.
Por eso nosotros proponemos esta nueva derecha, que pone a Dios en el centro de la vida, y a la familia en el centro de la sociedad, y tenemos una agenda clara de siete defensas: de la fe, de la vida desde la concepción, de la familia natural, de la propiedad privada, de la patria, de las libertades y de los derechos universales.
Si nos damos cuenta, la vida actual, definida por mucho por los movimientos de la Ilustración, la Modernidad, y la Revolución Francesa (1789), ha derivado en la eliminación de todo valor religioso en la vida pública, y aún en la vida privada, y a esto se suma la herencia fatal de la revolución rusa, la revolución cultural china de Mao (1966-1976), que intentaron abolir toda tradición ancestral, para imponer al Estado comunista como única religión, y al líder nacional como “dios” en turno.
La nueva derecha no sólo es un movimiento político, sino cultural, espiritual y social, porque integra la trascendencia del ser humano, tanto como la lucha por el bien común. Hemos logrado grandes consensos en este sentido, ya que apoyan nuestra visión cardenales, sacerdotes católicos, así como pastores protestantes, académicos, políticos, y activistas pro-vida y pro-familia.
¿El libro “La nueva derecha” sería una continuación de su anterior obra “La contrarrevolución cultural”?
La contrarrevolución cultural es un movimiento permanente de resistencia ante el marxismo posmoderno y el supremacismo progresista y su imposición de antivalores, y ante el socialismo blando y el colonialismo rojo, de Eurasia -la integración geopolítica, militar y económica de China y Rusia, más sus aliados-. La contrarrevolución cultural debe expresarse en el ámbito político, artístico, legal, económico, universitario, religioso, educativo y familiar, para las siete defensas. La nueva derecha es un replanteamiento integral de aquello que oponemos a la izquierda, genéricamente, pero reformando a la derecha misma, recuperando la esencia trascendente del ser humano y no sólo atendiendo al mercado.
Por supuesto estamos con la libertad económica, pero el ser humano está hecho para la eternidad, y para lo sagrado, no sólo para producir y consumir. En este sentido es que también necesitamos una reforma a la modernidad, para enfocarnos mucho más en Dios y en el ser humano, que en acumular propiedades.
Hemos señalado, además, que la nueva derecha debe construir el “retorno de Dios” a la cultura, es decir, necesitamos volver a dar presencia a nuestros valores en las leyes y políticas públicas, y recobrar nuestras universidades de las garras del supremacismo feminista y de los delirios de género. En suma, combatir que los centros de estudio sean como hoy son, centros de adoctrinamiento woke, que promueven la división y el incendio social, el aborto, y el marxismo posmoderno. Hay 85 % de cristianos en el continente: las universidades públicas deben representar nuestros valores, y no ser un semillero de comunistas y wokes, pagados con nuestros impuestos, como lo son por ahora. Basta de ser tibios.
Desde Estados Unidos hasta América Latina somos testigos de una tendencia que quiere imponer la ideología de raza y de género ¿De qué manera esto se relaciona con el supremacismo globalista?
Muy buena pregunta. El supremacismo progresista es un supremacismo porque se siente dueño de la corrección política, a tal grado, que no sugiere, sino que impone rabiosamente sus posturas, sin respetar la pluralidad política y social, incluso ideologizando a los niños desde su más tierna infancia, con shows sexualizados que no son apropiados para su edad, en la que tampoco están listos para decidir si desean mutilarse los senos o los genitales y hormonarse para lucir como otra persona de sexo distinto.
Ahora bien, este supremacismo progresista se compone de varios frentes: el supremacismo feminista -que busca la tensión entre mujeres progres y mujeres tradicionales y los hombres-, el supremacismo LGBT, que busca sociedades homosexualizadas; el supremacismo negro (sobre todo en Estados Unidos, con Black Lives Matter, Black Panthers, Antifa, pero también en Colombia con Francia Márquez), el supremacismo indigenista, de López Obrador, Evo Morales, Gabriel Boric, Lula da Silva, y el supremacismo ecoanimalista, de Greta Thunberg y todos sus émulos en Occidente. La agenda del supremacismo progresista es la del globalismo, es el “progreglobalismo”.
Todos estos supremacismos son marxismo posmoderno, son anticapitalistas, anticristianos y anti familia. Además, son implícitamente malthusianos, porque mediante las ideologías que imponen se controla de paso la explosión demográfica, los índices de natalidad, y así las élites globalistas, dueñas del Big Money, del Big Pharma, del Big Food, del Big Tech, de Hollywood y de la mainstream media, inhiben conflictos armados en todo el mundo causados por falta de agua potable, alimentos, salud, etc, y con ello preservan el control de sus emporios monetarios globales.
Estas élites han abonado ideologías que operan de facto como un “software” de control social desde hace décadas, y de eso se trata su nuevo orden mundial: una sola religión, que no es el cristianismo, sino el culto al planeta; una sola moneda, un solo estado mundial. Pero de última hora el poderío del Dragón Rojo -de Eurasia- les ha arrebatado de la mano el bocado y ha encontrado un Occidente en ruinas morales, con divisiones entre mujeres y hombres, heterosexuales y homosexuales, negros y blancos, indigenistas y mestizos blancos, ecoanimalistas y campesinos e industrias… Un ambiente muy propicio para la conquista y el colonialismo de la Ruta de la Seda.
La moda progresista está invadiendo espacios como los valores tradicionales, la familia y la fe. Recientemente vimos la campaña de Adidas con hombres vistiendo trajes de baño de mujer. ¿Cómo pueden los ciudadanos de a pie, padres y madres defender sus propias creencias?
Las empresas que tienen sobre todo un target de jóvenes, aprovechan que la modernidad y el movimiento de los sesentas han inyectado la rebeldía ante lo establecido y ante las autoridades, como un valor. Por eso les resulta buen negocio lucrar con invitar a los jóvenes lo mismo a usar ropa del otro sexo, que a odiar todo el legado cristiano, promover el satanismo -como Sam Smith explícitamente o Bad Bunny-, y en una agenda compartida con los progreglobalistas, hacerse homosexuales sólo para verse “cool”, vender y consumir drogas (hay muchas series de Netflix en este sentido), abortar, incendiar templos.
Tenemos generaciones jóvenes que no son ningunos idiotas, sino muchachos muy confundidos a los que debemos ayudar a encontrar lo sagrado. Lo puedo ver en mis conferencias: buscan cómo llenar el vacío existencial que deja la ausencia de Dios, aquella que ya advirtió Nietzsche antes de 1900, y que llena de culpa a la cultura, y de depresión. Porque el dinero, el sexo, los hongos, la ayahuasca, el auto lujoso, el culto al cuerpo, los viajes, y aún el trabajo, no pueden sustituir a Dios, a lo sagrado. Estamos hechos para la eternidad.
Aquí es donde entra la nueva derecha: a organizar movimientos que logren alertar contra empresas, instituciones y ONGs abusivas cuyos intereses políticos y monetarios aplastan los valores e incluso la inocencia de nuestros hijos. Es importante que busquemos comprar sobre todo en aquellas empresas que comparten nuestros valores, y dejar de hacerlo en las que buscan destruirlos, como Disney.
Yo no como en una fonda si no veo que hay un Sagrado Corazón de Jesús, o una Virgen María. Lo mismo para el taller del auto, la barbería, el sastre, el abarrotes. Y queremos que los Wal Mart, los CostCo, Sams, los Starbucks, ya que sus consumidores son una gran mayoría cristiana, coloquen, permitan símbolos de este tipo en sus establecimientos. Lo mismo para cadenas como Toks, Comercial Mexicana, Vips, Sanborns. Y un largo etcétera. Además, se necesita, para todos los que somos cristianos, vivir y expresar nuestra libertad religiosa donde sea: orar en los restaurantes, en las plazas públicas, en las manifestaciones, afuera de las clínicas abortistas, en la embajada de China y de la ONU, y en toda oportunidad. Esto ya sucede en México con nuestro Ejército Cristero Internacional, y en el movimiento MAGA en Estados Unidos.
Respecto al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador ¿Qué papel desempeña en este supremacismo progresista? ¿Qué busca con ese “socialismo blando” que reflejas en tu obra?
López Obrador no es lo que parece. Se vende ante hispanoamérica como un comunista “antiyanqui”, pero por debajo está entregado al progreglobalismo, y no tarda en doblar las manos ante Eurasia. Fue al Consejo de Seguridad de la ONU a proponer un “Estado mundial”. Es decir, el sueño de las elites occidentales. Y su movimiento impulsa en todo el país el aborto, y el supremacismo LGBT. Hay obras de teatro, por ejemplo, que se burlan de la Virgen María, itineradas por gobiernos de su partido, Morena, que está afiliado al Foro de Sao Paulo. Además, viola el estado laico que se supone debería defender, al usar nuestros impuestos en promover a un dios azteca, Quetzalcóatl, que fue la imagen de su administración en buena parte de 2021, cuando se celebraron los 500 años de la llegada de nuestros abuelos españoles.
López es nieto de español, pero se pone del lado del supremacismo indigenista, diciendo que ya van “500 años de resistencia”, mostrando odio al legado hispánico. Su gente hizo un documental que es una joya del odio ante el hispanismo, alegando necedades como que los españoles sólo trajeron viruela, matanzas y esclavitud, cuando en realidad las primeras leyes a favor de los indígenas fueron las de la Corona, y si tenemos universidades, iglesias y hospitales, es porque los fundaron los españoles.
Ahora bien, el socialismo blando es aquel socialismo que ya no llega al poder con las armas, sino legalmente en la primera elección, pero luego se perpetúa con miles de mañas y corrupción. Sus principales características son: llegar al poder con elecciones, militarización de la función pública -y no sólo de la seguridad-, poniendo a las fuerzas armadas al servicio del gobierno; el fin de la separación de poderes; la propaganda masiva cotidiana, la polarización social bajo un esquema maniqueo, y, sobre todo, el mega asistencialismo, que busca formar una nueva clase social, que vive de los cheques del gobierno, gente dispuesta a hacer lo que sea, golpear opositores e incluso matar, con tal de que el gobierno les siga dando dinero gratis. Socialismo blando es lo que se vive hoy en México, pero también en Brasil, Chile, Argentina (con dinero de China), Colombia, y Honduras, entre otros países. Y ahí viene de regreso a Ecuador.
¿Cuál es la relación del comunismo chino con todo esto?
El Dragón Rojo y su comunismo atroz, anulación de todos los derechos humanos, es el principal beneficiario de las ruinas morales en que vive Occidente. Hay que subrayar que, al mismo tiempo, sobre toda América vive hoy un renacimiento religioso-político, o al menos, axiológico-político, de manera subrayada en Estados Unidos, con MAGA y Trump, en México con los nuevos cristeros, y en Colombia con el catolicismo militante. En el ámbito histórico, todos los pueblos que han triunfado ante invasiones, lo han hecho poniendo por delante su religión y sus valores, no sin ellos. Los españoles se sacudieron de 700 años de invasión musulmana con el catolicismo militante.
Los paladines del globalismo habían trabajado durante décadas por un nuevo orden mundial, y para ello echaron mano de ideologías ponzoñosas que nos dejaran en tabla rasa, divididos, confundidos e indefensos. Pero China y su PCCh están en plena expansión, y su Nueva Ruta de la Seda es su proyecto para colonizar América y el mundo en general. Van muy avanzados y con poca resistencia, porque los occidentales hoy están ocupados en unicornios arcoíris, en cambiarse de género, poner un afroamericano en todas sus películas, darle cuotas a los trans en el Congreso y en el deporte, estudiando deconstrucciones del varón y “micromachismos”, mandando al psiquiatra o a cursos obligatorios, o a la prisión como en Canadá, a todo el que no le guste el supremacismo progresista, y de refilón dejando pasar la pedofilia mediante eufemismos como el MAP (minor atracted person), en lugar de poner a Dios en el centro de la vida, formar una familia sana, cuidar y educar a los niños, trabajar por el bien común y hacer la contrarrevolución cultural todos los días en defensa de nuestros valores milenarios.
El modelo que quiere imponer China se vale de regímenes del socialismo blando, con Lula como principal lobista, con un Brasil que ya tiene al país de Mao como principal socio comercial. El comunismo de China está devorando nuestras patrias y sus soberanías, quedándose con el litio y el alimento. A China le conviene apoyar sátrapas como Lula, o bien Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega, porque es más fácil hacer tratos con dictadores que garanticen el saqueo a cambio de respaldo político, que con demócratas que cambian cada cuatro o seis años. Por todo esto, nos urgen candidatos de nueva derecha y el retorno de Dios a la vida cotidiana.