La apatía y la desesperanza son tan palpables en la sociedad venezolana que ya forman parte del día a día. La gente se muestra cada vez más lánguida, catatónica. El escepticismo eclipsa cualquier posibilidad de cambio. Ya no hay espíritu subversivo. No hay lucha: ni en pro de un camino, ni en contra del otro.
Es tanto el hastío frente al discurso político, tanto oficialista como opositor, que ante dos procesos electorales paralelos que se avecinan dentro de pocas semanas (la consulta popular y los comicios legislativos impulsados por el chavismo), la abstención proyectada en ambos sobrepasa el 70 %. Así de mal estamos.
Sin embargo, este escenario es un caldo de cultivo valioso para el régimen de Nicolás Maduro. Sin intervención o respuesta subversiva de peso, el chavismo continúa dando rienda suelta a su maquinaria propagandística para impregnar de una supuesta legitimidad las llamadas elecciones legislativas del 6 de diciembre, tachadas como fraudulentas ante el mundo por una serie de gobiernos democráticos. Un proceso electoral que carece de observadores internacionales, de candidatos opositores y también de gran parte de la aprobación ciudadana.
Eso no detiene a los personeros del régimen. Al contrario, los estimula. La televisión, la radio y las redes sociales están atestadas de mensajes de campaña que tienen como objetivo teñir la cotidianidad del venezolano de un falso ambiente festivo y democrático, más propio de una elección realizada bajo condiciones auténticamente democráticas.
La falta de respuesta por parte de la ciudadanía en general ante las elecciones parlamentarias del chavismo, avizoradas desde ya como un gran fracaso a los ojos de la comunidad internacional, deja abierta una puerta que el chavismo ya pretende atravesar: mover lo que les queda de militancia. Una táctica que les da una cómoda mayoría de escaños.
Buscar y acorralar, el mecanismo que aceita la maquinaria chavista
Todas las encuestas, ya sean pagadas por una facción política u otra, presentan un panorama desalentador. Acá es cuando el régimen actúa. Para arrancar de la oposición el control del poder legislativo del país, activa procedimientos que jugarán en contra de la democracia.
Quien suele organizar estas campañas de persuasión del partido rojo es Diosdado Cabello. El número dos del chavismo ya anunció el “casa por casa”, estrategia que pasa por el despliegue de un opulento operativo logístico a fin de organizar a sus simpatizantes y persuadir a nuevos votantes. Para lograrlo recurren al truco más viejo del libro: usar el hambre a su favor.
El «casa por casa» se enfoca en las zonas más deprimidas del país. Identifica esos hogares multifamiliares con precariedad en servicios, personas desempleadas o con graves problemas de salud. Y el chavismo llega con la carnada perfecta: subsidios estatales. Rechazar algo bajo estas condiciones es sumamente difícil.
Al respecto, El País pronostica lo que está por venir el día de la votación: «Las Fuerzas Armadas ayudan al PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) a acarrear votantes llevando y trayendo vecinos, y eventualmente asisten el voto. Aquel que no ha ido a votar será llamado a su puerta. En un “Punto Rojo”, instalado al lado de cada centro electoral, el votante dejará asentado su nombre y el testimonio de su voto. Al mostrar su Carnet de la Patria, quedará validado el acceso a las bolsas de comida y los bonos salariales del Gobierno».
Lo que sigue es un secreto a voces que siempre se habla desde las trincheras de la oposición. Repasa el periodista Alfonso Moleiro en el diario español: «Habitualmente, gracias a la información que es filtrada desde el propio Consejo Nacional Electoral –dominado por el chavismo—los altos mandos oficialistas evalúan el comportamiento del electorado el día de las elecciones en tiempo real, y toman decisiones adicionales para sumar más votos. Los cierres de las mesas electorales se atrasan o adelantan en función de las necesidades del partido de gobierno».
Mediante esta táctica se ha consolidado la estrategia del chavismo frente a la oposición por varias elecciones. Ahora, una vez que el Tribunal Supremo de Justicia del chavismo decretó a la Asamblea Nacional elegida por la población como un ente ilegítimo y creó una Asamblea Constituyente paralela a la medida de Nicolás Maduro, el principal factor que juega en contra de la democracia, además de la militancia y las paupérrimas condiciones para desarrollar la votación en diciembre, es la apatía que se ha ido gestando en la ciudadanía para ir a las urnas.
La abstención, el monstruo que devorará ambos procesos electorales
Sin embargo, esta vez la parafernalia de la propaganda chavista del régimen no logra ocultar lo que dicen los medidores de opinión. Al respecto, Félix Seijas, director de la firma encuestadora Delphos, indicó a El País que la participación general en las elecciones parlamentarias “no subirá de 30 % y no bajará de 20 %”.
Dicha afirmación viene en consonancia con lo planteado por Luis Vicente León, director de la firma Datanálisis. El economista y analista político afirma que los niveles de participación en las parlamentarias podrían acercarse al 34 %. No obstante, León agregó que el mayor obstáculo en estos comicios es que “esta no es una elección auditable, será muy desigual. No hay forma de proyectar un pronóstico estadístico fiable respecto al número de votos”.
Estos números que serían considerados una caricatura en cualquier proceso electoral de envergadura son los que también se manejan para la consulta popular. Esta suerte de plebiscito impulsado de manera paralela por el Gobierno interino de Juan Guaidó, respaldado por al menos 27 partidos de la coalición opositora, se realizará entre el 5 y el 12 de diciembre.
Dicho evento, que incluye a la diáspora y aplicará mecanismos digitales de participación, invita a la población a rechazar el llamado de Maduro. También pide la organización de elecciones presidenciales y parlamentarias verificables.
El desinterés por este evento también es alto. En efecto, León afirma que la intención de la población de participar en la Consulta Popular tampoco va mucho más allá del 30 %. Esta cifra resulta del desconocimiento de la iniciativa por la mayoría de la sociedad, sumado al acceso disminuido que tiene la oposición para propagar su mensaje.
Por lo tanto, el director de Datanálisis avizora un escenario desalentador también para esta propuesta: “La gran mayoría de los venezolanos quiere un cambio político, pero aunque Guaidó es mucho más aceptado y popular que Maduro, lo más común en nuestras mediciones es que los consultados afirmen que no se identifican ni con el Gobierno ni con la oposición”.
Fuente: PanamPost