El presidente de Colombia, Gustavo Petro, no deja de levantar polémica. Tras la remodelación de su tren ministerial a finales de abril, en medio de choques con el Partido Liberal, Conservador y de la Unión por la Gente y posteriormente los sonados encontronazos con el fiscal general del país, Francisco Barbosa, el mandatario izquierdista ha atizado una nueva batalla con otro importante sector de la sociedad colombiana: el de la prensa.
Hay que decirlo: el Petro que hoy gobierna Colombia es exactamente el mismo que tomó juramento para ejercer la primera magistratura del país el 7 de agosto de 2022. Su reputación como guerrillero le precedía y sus alianzas lo delataban. Sin embargo, en su momento logró vender la idea a la sociedad colombiana de que era un buen salvaje reconvertido al credo de la democracia y las libertades. Hoy, sin embargo, la ficción ha llegado a su fin y Petro está demostrando segundo a segundo de qué madera está hecho.
El jueves la Fundación Para la Libertad de Prensa (FLIP) denunció que el jefe de Estado se ha dedicado a «criminalizar» el trabajo de los medios de comunicación en el país, dada la actitud que ha asumido Petro principalmente en Twitter, arremetiendo en contra de la prensa libre. Y es que la crispación que vive la sociedad colombiana desde hace algunas semanas ya es inocultable en los medios.
«En las últimas horas, el presidente Gustavo Petro ha atacado de manera reiterada y ha promovido una imagen negativa sobre el periodismo y los medios de comunicación en su conjunto», dice en un comunicado la FLIP.
Los choques entre Petro y el llamado cuarto poder se han recrudecido especialmente desde que el presidente se ha empeñado a fondo en promover reformas que generan profundas críticas en el país, como es el caso de la reforma laboral que abandera el Pacto Histórico y que varios medios señalaron que ocasionaría la pérdida de numerosos puestos de empleo.
Así, el presidente habitualmente ha convertido a la red social del pájaro azul en su arena de batalla, despachándose en contra de los medios que le critican al señalar que las informaciones que estos divulgan no son más que «fake news». Todo cuanto sea contrario al relato oficial que se intenta imponer desde la presidencia es calificado como «desinformación» por el titular del Palacio de Nariño.
Esto es cuanto menos peligroso conociendo el club de amistades de Petro, entre las que destaca el actual mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. Para nadie es un secreto que, a su regreso al Palacio de Planalto, el fundador del Foro de Sao Paulo se ha empeñado a fondo en crear un entorno institucional favorable a la persecución de las «noticias falsas» de la prensa crítica, asomando incluso la creación de una suerte de ministerio de la verdad que le ponga coto a las mismas, al más puro estilo del totalitarismo distópico narrado en el 1984 de George Orwell.
Ahora bien, volviendo a Colombia, Para la FLIP la cosa es clara. Con su actitud el presidente Petro solo «pretende alimentar un discurso en el que la prensa es antagonista, y así abre la puerta a la criminalización de los medios».
La historia es predecible. Después de un tiempo poniendo a los medios como culpables de todos los males de Colombia, lo que podría proceder es la construcción de los argumentos para censurarles y eventualmente sacarlos de circulación.
Otro amigo de Petro, el fallecido dictador venezolano Hugo Chávez Frías, se encargó desde los primeros años de su Gobierno de convertir a la prensa crítica en su némesis -real o figurado-, para sentar así los argumentos para la monopolización de la discusión pública a través de alocuciones interminables que eran obligatoriamente transmitidas en radio y televisión.
Con el paso de los años y la llegada de Maduro al poder, se dio paso a un sofisticado esquema masivo de cierre y compra de medios privados. Al día de hoy en Venezuela las radioemisoras, televisoras y periódicos que contrarían al poder se cuentan, quizá, con los dedos de una mano.