Desde hace un mes el régimen de Nicolás Maduro puso en marcha una persecución en contra de altos funcionarios chavistas utilizando el argumento de la existencia de amplias redes de corrupción dentro de distintos sectores del Estado. Sin embargo, al día de hoy, la maniobra aparenta ser no más que una razzia al mero estilo de los aparatos burocráticos de corte estalinista-castrista, donde el dictador venezolano ha procurado la oportunidad de purgar a un sector alineado con una supuesta figura emergente, el ex vicepresidente del país y ex ministro de Petróleo, Tareck El Aissami.
El Aissami, un hombre de 48 años de ascendencia sirio-libanesa -lo cual le ha procurado importantes vínculos con el mundo islámico-, fue apuntalado durante la época inicial de Maduro en el poder como una ficha joven a tener en cuenta dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), al punto que el propio dictador le adjudicó importantes responsabilidades dentro de la conducción de la revolución.
No pocas personas pensaron incluso que, con El Aissami, Maduro estaba creando las condiciones para ser relevado del cargo algún día no muy lejano. Sin embargo, como es más que obvio, en regímenes como el venezolano difícilmente se producen transiciones de poder de esa naturaleza.
Al día de hoy, y luego de varias oleadas de “operativos”, el chavismo ha detenido ya a unos 51 funcionarios chavistas de distinta naturaleza.
Para ello el régimen ha echado mano exprofeso de una supuesta “policía anticorrupción”, así como de un despliegue mediático sin precedentes en la historia reciente del país sudamericano: los detenidos son presentados en televisión vistiendo indumentarias color naranja (como se hace con los prisioneros de alta peligrosidad en los Estados Unidos) y en muchas ocasiones completamente esposados frente a unos supuestos tribunales en los que se les registran las huellas dactilares y se recaban datos en unos formularios.
Entre los detenidos más relevantes a esta altura destacan: Joselit Ramírez (superintendente nacional de criptoactivos de Venezuela), José Mascimino Márquez (un juez que usualmente era usado por el régimen para procesar a opositores por “actos terroristas”), Pedro Maldonado (presidente de la Corporación Venezolana de Guayana) y, más recientemente, Hugo Cabezas (fue director del servicio de identificación nacional y luego pasó a controlar el suministro estatal de papel periódico y cartones) y Hugbel Roa (exministro y exdiputado).
Los señalamientos comenzaron a emerger por una presunta trama de corrupción que dejó un desfalco de cerca de 3.000 millones de euros en Petróleos de Venezuela (PDVSA) e involucra al mundo de las criptomonedas. Sin embargo, posteriormente se ha sumado al expediente una red de prostitución y lavado de activos.
Aunque todos estos personajes actuaban en distintos ámbitos del Estado -muchos de los cuales ni siquiera se conectan entre sí-, el elemento común entre todos ellos es su supuesta cercanía con el ahora caído en desgracia Tareck El Aissami, con quien habrían dado forma a una facción propia dentro del chavismo que progresivamente estaba reclamando cada vez más poder.
Al día de hoy el paradero del propio El Aissami es un misterio. Tras transcurrir un mes de pesquisas que han llevado a la detención de todos estos integrantes de la nomenklatura chavista el exministro de Petróleo no se ha visto más en público. A diferencia de todos los antes señalados con él no han sido usadas las cámaras y los reflectores, y tampoco las indumentarias naranja.
Al comenzar la razzia, y mediante un tuit, El Aissami simplemente “renunció”, y posteriormente Maduro en una transmisión televisiva salió a reconocer el buen talante del ex funcionario para ponerse a derecho y cooperar con las investigaciones adelantadas por el Estado chavista.
Sin embargo, las dudas siguen en el ambiente: ¿Si se supone que todo estalló por una trama de corrupción dentro de PDVSA y El Aissami era el ministro de Petróleo de Venezuela para la época, por qué no está siendo investigado por este particular? ¿A qué se debe su súbita desaparición pública? ¿Es la “lucha anticorrupción” el nuevo puntal sobre el que pretende relanzar su imagen Maduro, aprovechando además el momentum para quitarse de encima a facciones que puedan hacerle sombra?