IBÉYISE PACHECO,
Y no estoy hablando de Golpe de Estado. El Golpe lo daría Nicolás Maduro si se atreve a juramentarse el próximo 10 de enero. Sería él quien violentaría la norma irrespetando la soberanía popular y atropellando la voluntad de los ciudadanos que en ejercicio de su derecho a elegir a su presidente de la República sufragó el pasado 28 de julio y escogió a Edmundo González Urrutia.
Y no estoy hablando de Golpe de Estado. El Golpe lo daría Nicolás Maduro si se atreve a juramentarse el próximo 10 de enero. Sería él quien violentaría la norma irrespetando la soberanía popular y atropellando la voluntad de los ciudadanos que en ejercicio de su derecho a elegir a su presidente de la República sufragó el pasado 28 de julio y escogió a Edmundo González Urrutia.
El momento es entonces delicado en la medida que se acerca el 10 de enero. Por eso el ajedrez de la diplomacia ha comenzado a moverse con rapidez. Y Maduro ofrece villas y castillos, entiéndase nuestras diezmadas riquezas, para conseguir apoyo.
Un impulso importante ha resultado el reconocimiento de Estados Unidos a González Urrutia como presidente electo, decisión transmitida por el secretario de Estado, Antony Blinken. Es lógico esperar que el escenario internacional se active para que otros países se sumen en la misma línea.
Si bien Washington había convalidado las evidencias refrendadas por el Centro Carter, así como el testimonio de exmandatarios y respetadas ONG´s, junto a la contundente evidencia de las actas que prueban que González Urrutia resultó efectivamente ganador en los comicios del 28J, ésta reciente postura oficial de los norteamericanos impulsa una lucha que ha sido agotadora. Que lo diga la valiente María Corina Machado. No es cosa menor enfrentar una tiranía sanguinaria que ha destinado recursos y maldad, violentando la norma y liderando una represión despiadada que algún día tendrá que pagar.
La prueba más contundente del triunfo de González Urrutia la ha aportado el derrotado Maduro que ha sido incapaz de demostrar que ganó y que por ello ha tomado el camino de la fuerza.
Los venezolanos han luchado con coraje y dignidad. Lo siguen haciendo, aunque no han sido respaldados por quienes están obligados a hacerlo: los miembros de la Fuerza Armada venezolana.
La FANB ha sido devastada y pervertida, ciertamente. Pero ¿está así en su totalidad? Es esperanzador saber que Maduro también salió derrotado en los cuarteles porque el corazón de la FANB es opositor. ¿Cómo no serlo? La mayoría de sus miembros son testigos de los desmanes de sus superiores afanados en desplegar su riqueza súbita; de la devastación sobre nuestros recursos, la impunidad con la que desguazan el presupuesto, la celebración al asaltar el erario público, la incompetencia para gerenciar, la inmoralidad con la que corrompen la institución y obligan a sus subordinados a hacerlo; también han sido testigos del desamor a la patria, la ausencia de profesionalismo, la asociación con los peores criminales, del espacio entregado a mafias extranjeras terroristas, de la complicidad con la guerrilla, con los narcotraficantes, con las peores bandas asesinas; del desprecio por los ciudadanos de a pie, de la actitud desalmada hacia
los pobres, en fin, de la certeza de que a la élite del madurismo no le importa que Venezuela se hunda, siempre que ellos tengan sus bolsillos llenos.
Ciertamente, la Fuerza Armada venezolana es sin duda el sector más vigilado por la élite de Miraflores y por los aparatos de inteligencia locales e importados. Los oficiales que han actuado con dignidad, los que se han atrevido a expresar opiniones han sido liquidados o han recibido los peores castigos.
Un oficial decente es motivo de sospecha.
No es casual que en los últimos tres meses Nicolás Maduro haya activado enroques en su sistema de inteligencia y seguridad. Su paranoia se ha visto reforzada al enterarse de filtraciones que casi han salido de su propia cama. Por eso ha reforzado el seguimiento a jefes con liderazgo o con acceso a información privilegiada. Maduro siente que su sistema de inteligencia le falló: él pensó que efectivamente podía ganar la elección presidencial porque así se lo hizo ver su entorno; después explotó el tema de su equipo de seguridad e inteligencia que lo obligó a remover al general Iván Hernández Dala de la Dirección de Contrainteligencia Militar y de la Guardia de Honor Presidencial, así como a Gustavo González López del Sebin.
Son señales que para algunos hay que leer como positivas porque Maduro no está seguro del sentimiento que corre por la Fuerza Armada venezolana. La obediencia es en apariencia porque están frente a un dictador, que es lo que definitivamente sería si no entrega la banda presidencial el 10 de enero.
Ya ha venido ocurriendo cierta estampida entre civiles que apoyaban a Maduro pero que no están dispuestos a cruzar la raya amarilla para acompañar a un tirano que para mantenerse en el poder continuará violando la Constitución y los derechos humanos.
Ha de ser muy violento retratarse con un dictador. Debe ser insoportable estar cerca de esa podredumbre.
Así que me permitirán anotarme en el lado de la esperanza.