lunes, noviembre 25, 2024
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La segunda traición

Hughes,

Por su novelística vertical sabíamos de las maneras galantes de González Pons (en adelante Pons) pero ahora, por su foto europea con Barrena, Pernando Barrena, sabemos lo obsequioso que puede llegar a ser y la generosa extensión de su amabilidad.

Cualquier persona que peine canas, y Pons peina tantas que hasta tiene al hijo colocao, sabe quién es Pernando Barrena con solo ver esa cara de andorga patilluda. Barrena, de quien Covite dijo que se trata de «uno de los señores X de ETA», reconoció su vínculo con la organización.

Pons es un tiralevitas y ahora sabemos que también se la tira a los que estuvieron con la ETA. En la foto se ve que él se acerca, él se inclina… Si esto lo hace en público, ¿qué hará Pons en privado?

El diálogo con Barrena (¿no se trataba de esto?) entra dentro de la estrategia del Eurotinell que el PP pacta con el detritus intelectual y político del continente para, en lo posible, reducir a Vox; lo mismo que aquí, pero de un modo más acusado.

¿Por qué? Vox, recién llegado, está siendo testigo de lo que sucede. Está contemplando, casi sin querer, a qué se ha dedicado el PP en Europa todo este tiempo. Fundamentalmente, a ser el PSOE sin ataduras. Era pasar los Pirineos y quitarse las pulseritas que tanto les oprimían. Con la prensa mirando a otro lado, ya no tenían que disimular… hasta que llegaron los de Vox. Por eso molestan allí más incluso que aquí, que ya es decir.

Lo de Pons forma parte de algo más amplio. Hace unos días, en un programa de televisión, Borja Sémper no sabía por quién decidirse entre Santiago Abascal y Pedro Sánchez. «Pffffff», dijo quien reduce la política española a echar a Sánchez y quien de joven compartió partido y circunstancias con Abascal.

Las palabras públicas de Semper tampoco eran una cuestión personal; prolongaban el espíritu de Casado en aquella moción en la que acusó a Abascal de «pisotear» el «tributo de sangre» del partido. Ese es el rumbo que ese día se estableció.

«Dirás cosas que nos helarán la sangre» fue una frase destinada al PSOE, pero era cuestión de tiempo, siempre es cuestión de tiempo, de olvido, de pasotismo, que valiera para el PP.

La deslealtad de los Sémper y Casado se extiende por los periódicos y tertulias a través de los Alegres y Pujantes Chicos de Bendodo y en realidad alcanza a toda una generación.

Es un espíritu oficial y generacional que se disfraza, como en Pons, de melifluas moderaciones, de borlas amputadas, tobillos y suavidades, pelis y disfraces literarios, pases de Morante copa en mano y una joie de vivre en tonos pastel…

Este PP, en los albores de algo parecido a una Segunda Transición, protagoniza otra Segunda Traición a casi todo o a lo que iba quedando. Lo harán, como sus padres o abuelos hace décadas, con la excusa del consenso o del llevarnos bien, del ¡a mis brazos, Pernando!, de la homologación o de engancharse a cualesquiera vientos del exterior.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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