jueves, noviembre 28, 2024
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La tambaleante negociación entre EEUU y Cuba

Emilio Morales,

Un artículo de Emilio Morales para DIARIO DE CUBA, analiza el estado de posibles acercamientos entre la Casa Blanca y la dictadura castrista. Reproducimos el texto:

En los últimos meses, con el objetivo de estabilizar la crisis que asola Cuba, el acercamiento de la Administración Biden al régimen de La Habana ha tocado asuntos como la avalancha migratoria de más de 366.000 cubanos hacia EEUU, la búsqueda de una solución que permita la liberación de más de un millar de presos políticos, y el ilusorio plan de potenciar el desarrollo de un sector privado que no existe en la Isla.

Lo primero que hay que entender aquí es que estamos ante la crisis política, económica y social más profunda que ha sufrido el régimen cubano en 63 años. Que vivimos el escenario de mayor vulnerabilidad de un régimen que lo ha perdido todo, desde sus industrias más importantes hasta su fortaleza ideológica: el Partido Comunista (PCC) y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) se han desinflado sin remedio. La apatía y el rechazo de los jóvenes a ingresar en sus filas son evidentes y públicas, a lo que se suma el rechazo de los militantes de la UJC a ingresar en el PCC. Es fácil comprender por qué los jóvenes perciben al PCC no como un partido político, sino como un aparato paramilitar represivo, de burda propaganda política-ideológica, cuya misión es mantener el control de la sociedad, amedrentar, adoctrinar y asfixiar las libertades individuales.

Sencillamente, no existe fórmula que salve al régimen cubano de este hundimiento endógeno, resultado de un modelo irreformable.

En 2022, el sistema de gobernanza del país colapsó, por lo que solo la represión logra mantener en el poder a la oligarquía encargada de negociar un respiro con la Administración Biden.

Como es sabido, Cuba se encuentra atrapada en una espiral inflacionaria, la debacle de la industria turística, la muerte de la industria azucarera, el incremento de la deuda externa, el incumplimiento de pagos, la escasez de alimentos y medicamentos, la crisis de la vivienda y del transporte, el colapso del Sistema Energético Nacional, del sistema de salud, y la falta de libertades y oportunidades para generar riquezas. Estos son algunos de los problemas más gruesos que agobian diariamente a la población, y que no podrán solucionarse mediante una negociación entre el Gobierno de EEUU y La Habana.

El causante de estos problemas es el mismo verdugo que planificó la emigración masiva de cubanos —apoyándose en sus socios políticos Daniel Ortega y Andrés Manuel López Obrador—, con el triple propósito de aliviar la tensión política interna, lucrar con el tráfico de personas, y generar una crisis migratoria que pusiera en aprietos la seguridad nacional de EEUU.

Por otro lado, está la cuestión geopolítica, marcada por la invasión de Rusia a Ucrania. El apoyo dado por el régimen cubano a Vladimir Putin confirma el señalamiento de Cuba como país que apoya el terrorismo. De igual manera, son visibles los permanentes actos de injerencia del Gobierno cubano en la desestabilización de la democracia en América Latina, como recientemente se vio en la crisis peruana.

En medio de las negociaciones con EEUU, el régimen cubano ha anunciado que pretende transformar su modelo económico, tomando como ejemplo el esquema mafioso de Putin. De igual manera, trata de consolidar su alianza con el oprobioso régimen iraní, enemigo de Washington y connotado desestabilizador internacional, promotor y gestor del terrorismo.

Ante esta realidad, ¿hacia dónde van las negociaciones de la Administración Biden con el régimen cubano? ¿Tiene algún sentido lograr la liberación de más de 1.000 presos políticos en la misma clave en que fueron liberados recientemente 222 nicaragüenses? ¿Es esta la moneda de cambio que busca La Habana para ser sacada de la lista de países que apoyan el terrorismo? Y por último, ¿cambiará esto la conducta terrorista del régimen cubano? Obviamente no.

Los más de 1.000 presos políticos que han sido condenados injustamente en Cuba deben ser liberados incondicionalmente. No se puede permitir otra liberación que la de que regresen ya a sus casas, junto a sus familiares y seres queridos, y bajo ningún concepto deberá aceptarse que se les imponga un destierro forzoso.

Negociar con un régimen sin timonel es un ejercicio inútil

Cuba vive un vacío de poder. A punto de cumplir 92 años, Raúl Castro solo aparece para dar fe de vida. Por su parte, Miguel Díaz-Canel, designado por el propio Castro como presidente del Gobierno y primer secretario del PCC, ha dejado incontables ejemplos de su mediocridad y falta de carisma, lo que acelera su crisis de legitimidad. La muerte del general de división Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, quien fuera el verdadero hombre del país, ha dejado un vacío enorme en la nomenclatura, sumida en una pugna interna entre el Gobierno tecnócrata y burócrata, presidido por Díaz-Canel, la familia al mando de GAESA, algunos generales cercanos, y la vieja guardia del Partido. Otros esperan a la sombra a que se produzca un súbito acontecimiento que los ubique en posiciones más determinantes. Esta situación no permite tomar decisiones consensuadas, por lo que se dificulta aun más encontrar una salida.

Mientras esto sucede, la Administración Biden ha tratado de frenar la crisis migratoria en unas negociaciones que podrían incluir la excarcelación de los presos políticos y un levantamiento de sanciones, entre las que se encontraría sacar a Cuba de la lista de países que apoyan el terrorismo. Solo que esta estrategia se basa en el supuesto de que el régimen lleve a cabo una apertura económica, y hasta el momento, a pesar de la crisis, La Habana no ha dado indicios de ir en esa dirección, ni siquiera de proponerse transformaciones económicas. Más bien ha anunciado ir hacia el modelo mafioso de la Rusia de Putin.

Entonces, ¿qué saldo positivo obtendría la Administración Biden con una negociación como esta? Sacar a Cuba de la lista de países terroristas allanaría el camino a los oligarcas de GAESA de seguir lavando capital y les facilitaría las rutas financieras para robarse un dinero que pertenece al pueblo cubano (y dicho sea de paso, le facilitaría a Vladimir Putin un nuevo atajo para evadir sanciones y lavar a su vez el capital de sus propios oligarcas).

El régimen cubano está en bancarrota. Ahogado financieramente, con sus industrias quebradas y sin que ni siquiera sus principales aliados políticos le presten dinero, ya no es capaz de satisfacer las necesidades básicas de la población y se ha desentendido de muchas áreas. ¿Por qué entonces plantearse como estrategia la de darle una bocanada de oxígeno, en vez de apostar al jaque mate?

Hoy, La Habana reconoce una deuda de alrededor de 20.000 millones de dólares. Otros 26.000 millones están en manos de acreedores que esperan la oportunidad para cobrarlos. Esa suma de 46.000 millones de dólares es ya mayor que la de los 42.000 millones que les fueron condonados en 2015, como parte de la gestión del deshielo llevada a cabo por Barack Obama. Solo el reponer la matriz energética del país tendría un costo de 10.000 millones de dólares, e igual monto requeriría la industria azucarera. Es muy fácil sacar cuentas y entender que una negociación no va a resolver esta ecuación matemática que hoy tiene hundido al régimen cubano.

Por si fuera poco, cualquier dinero que entra al país va a parar a manos de GAESA y a la construcción de hoteles de lujo en una Isla en la que la ocupación hotelera no pasa del 35%. Remesas, salarios de médicos en el exterior, exportación de tabaco y lo poco que se exporta va a manos de GAESA a través de su Banco Financiero Internacional, sancionado por los departamentos de Estado y del Tesoro de Washington. ¿Qué garantía hay de que el dinero que entra al país se utilice en beneficio del pueblo cubano? Ninguna. El sistema está diseñado para defalcar, invertir en activos manejados por la oligarquía, y enrutar las ganancias a cuentas ocultas en paraísos fiscales. ¿Resolverá una negociación este método de explotación esclava y de desfalco? Obviamente no.

La caída del régimen cubano es cuestión de tiempo, por lo que: ¿no sería más estratégico para la Administración Biden dejar que el propio régimen se hunda por sí mismo y tomar las medidas necesarias para que sea el pueblo cubano quien de la estocada final?

Conclusiones

Negociar con un régimen sin timonel es un riesgo. La Administración Biden no puede darse el lujo de fracasar. Los tiempos que corren en la geopolítica mundial ameritan afinar las estrategias para tratar con los enemigos. Y el régimen cubano es uno de ellos, no porque constituya una amenaza militar per se, sino por su influencia en la región y por ser vanguardia de un nuevo modelo económico-político que se está imponiendo rápidamente en nuestra América: los estados mafiosos, con fuertes vínculos con regímenes que apoyan el terrorismo y el narcotráfico; un modelo de guerra asimétrica que hace mucho, tanto o más daño que un ejército bien armado.

EEUU no puede darse el lujo de permitir estas nuevas mafiocracias en América Latina. Y para detener esto no hay mejor oportunidad como la que se presenta hoy, de terminar de una vez por todas con el régimen cubano. La Administración Biden cuenta con herramientas para lograrlo, solo es cuestión de voluntad política y de una visión estratégica basada en hechos y no en supuestos.

Fuente: Diario las Américas

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