martes, noviembre 5, 2024
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La Tercera Guerra Mundial es ideológica y EEUU está siendo destruido

Cayó el Imperio sasánida, la dinastía imperial Qing, el Imperio romano, el Imperio mongol, el Imperio español, cayó también el Imperio británico, desafortunadamente parece que ha llegado la hora de la caída de Estados Unidos como potencia mundial.
El ciclo generacional es indetenible, el tiempo va girando las interacciones humanas porque no hay forma en que los que han tenido todo sin ganarlo, sin sudarlo, aprendan a apreciarlo y a conservarlo. Estados Unidos de América se formó como una gran nación a base de esfuerzo, capitalismo y libertad. Las últimas tres características cada vez escasean más en el imaginario colectivo de la otrora gran nación del mundo. Solo quienes lucharon y derramaron su sangre por la libertad y el comercio libre saben lo que tuvieron que sacrificar para conseguirlo; solo quienes plantaron con su ingenio, su esfuerzo y con sus manos grandes empresas saben la dificultad que conlleva sacarlas a flote y mantenerlas, como una embarcación que debe enfrentarse al mar abierto, grandes diluvios y tormentas.
Los Estados Unidos pudieron sortear en el pasado las generaciones más débiles por la aparición de las grandes guerras mundiales, estas, a pesar de las terribles bajas que produjeron, generaron la suficiente conciencia en el país de que su libertad y su supremacía estaba en juego todos los días. Debían superarse a diario, debían ser más competitivos, más sólidos económicamente, más fuertes si querían seguir siendo el rey en la selva geopolítica. No obstante, esta nueva generación de estadounidenses no sabe las grandes gestas heroicas que atravesó su propio país para llegar al lugar en el que está, desconoce el sacrificio y esfuerzo de sus antepasados. Los estadounidenses pasaron de ser los hombres que lucharon y derrotaron a los nazis, a ser los hombres que se ofenden por un meme haciendo un chiste sobre una minoría.
No hay dinastía que logre superar los avatares del tiempo. Nada de lo que sucede hoy en Estados Unidos es casual. El desconocimiento de la historia no es producto de la casualidad, que hoy los grandes medios del país, como el The New York Times, CNN, The Washington Post, entre otros, llamen a cancelar, destruir el Monte Rushmore que glorifica a sus ídolos patrios, no es ni un hecho aislado, ni una casualidad. Desde hace décadas diferentes grupos de poder han intentado destrozar el sistema norteamericano y “derrotar el capitalismo”, y en vista de que el capitalismo económicamente no puede ser vencido o desmontado han recurrido a una forma más lenta, tediosa, pero igual de eficaz para acabarlo: el adoctrinamiento ideológico.
Hoy en día la mayoría de jóvenes norteamericanos con un trabajo de bajo perfil puede comprarse un carro con un par de meses de trabajo. Ellos no tienen la menor idea de que en un país como Venezuela una persona tendría que trabajar unos 150 años sin gastar un solo centavo para reunir el dinero suficiente para poder comprar un auto o, peor aún, desconoce que en ese país no importa cuánto trabajes, más del 90 % de la población no tendrá nunca el suficiente dinero para comer porque sus gobernantes le dijeron que faltaba igualdad y justicia social, comenzaron a regalarlo todo y en un abrir y cerrar de ojos destruyeron la economía y ya ni comida se producía.
Los datos de este brutal adoctrinamiento son palpables y escandalosos. Solo en la facultad de Ciencias y Artes de Harvard el 80 % se considera a sí mismo como “liberal”. En los Estados Unidos el termino liberal no tiene la misma connotación que en América Latina. El liberal estadounidense es el progresista/socialista para los latinos, si se quiere referir a “liberal”. Como seguidor de la doctrina del libre mercado, en Estados Unidos se habla de “classic liberal”. Por lo que un 80 % se autodenomina o simpatiza con el progresismo socialista en Harvard; mientras que tan solo un 1 % se considera a sí mismo “conservador”, el conservador norteamericano es quien está a la derecha del espectro ideológico. Por lo que en definitiva solo el 1 % se considera de derechas en una de las más prestigiosas universidades del mundo.

Por otra parte, en la Universidad de Yale las donaciones de su staff a las campañas electorales en los Estados Unidos se declina en un 99,17 % para los demócratas, y un 0,83 % a los republicanos. Siendo los candidatos más progresistas y socialistas Elizabeth Warren y Bernie Sanders, quienes más contribuciones recibieron de parte del persona de esta prestigiosa universidad.
Estos datos demuestran por qué el mismo Donald Trump ya se ha pronunciado sobre la situación en las universidades y habla de cortar las exenciones de impuestos de aquellos institutos que más que educar se encuentren adoctrinando con teorías de extrema izquierda a los norteamericanos más jóvenes, además de reescribir la historia presentando a sus héroes patrios como tiranos o delincuentes.

Según Pew Research, la generación milenial apoya en un 59 % al Partido Demócrata, y solo un 32 % al Partido Republicano. En las mujeres la franja es todavía más amplia, pues un 70 % se considera demócrata y solo un 23 % republicana; allí el discurso opresivo y de victimización ha calado hondo, al igual que en los afroamericanos.
Los números son categóricos al demostrar cómo en los Estados Unidos el socialismo que durante años se combatió ha ido abriéndose paso entre las nuevas generaciones.
El mismo Partido Demócrata ha sufrido una penetración izquierdista abismal que los ha llenado de contradicciones a lo largo del tiempo. Hay que recordar que fueron los demócratas quienes defendieron la esclavitud y quienes además formaron parte de los inicios del Ku Klux Klan. Un dato además demoledor para demostrar su hipocresía con el racismo, lo vemos reflejado en que la primera senadora demócrata negra fue electa en el año 1993, llamada Carol Moseley Braun, mientras que el primer senador negro republicano fue Hiram Rhodes Revels, electo en 1870, 123 años antes que su compañera demócrata.
El último gran demócrata fue Robert Kennedy, pero el partido e ideales que él representaba ya no existe. Robert era quizás una versión más completa que su hermano JFK, pues creía y defendía la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, luchó abiertamente contra el racismo en una época en que los negros eran fuertemente discriminados y perseguidos —no como hoy— y su discurso iba dirigido a erradicar la pobreza, pero no con dádivas estatales y ayudas, sino con trabajo, esfuerzo y crecimiento económico. No le mentía al electorado diciendo que el Estado solucionaría sus problemas o le regalaría cosas, tal como hacen los demócratas de hoy, afianzados en Alexandria Ocasio-Cortez, Sanders y el propio candidato presidencial, Joe Biden, quien recientemente ha dicho que se debe desmontar el capitalismo de accionistas en los Estados Unidos.
Esta transformación radical del partido azul se ha consolidado mediante una agenda cuidadosamente planteada y con un financiamiento grosero de los grupos de poder internos y externos que quieren ver destruidos a los Estados Unidos. A sabiendas que bajo el sistema bipartidista de la nación no podía crearse un partido comunista o socialista radical tal como “Podemos” en España, debían penetrar en uno de los dos partidos y los azules fueron los que cayeron. Hoy en día ese pensamiento progresista que defienden los demócratas se retroalimenta de los medios y universidades. Así se ha creado la estructura de poder completa para vencer el sistema norteamericano actual: con Harvard, Yale, el The New York TimesCNN y el Partido Demócrata junto a muchas más instituciones de peso a favor de virar hacia el socialismo, y una generación cada vez más ignorante de su propia historia. La mesa está servida para que la gran potencia del siglo XX e inicios del XXI empiece a cavar su propia fosa y a derrumbarse social, económica y políticamente.
Hoy en día Donald Trump todavía conserva buenas posibilidades de ser reelecto para un segundo período presidencial, pero esto no podrá curar un cáncer ideológico que ya ha hecho metástasis en toda la sociedad. Si no es en esta, en las próximas elecciones ganará un candidato presidencial más progresista y socialista que el propio Biden, y cada vez más las nuevas generaciones ignorantes, dormidas y manipuladas continuarán pidiendo más cosas gratis, más subsidios, menos responsabilidades, más intervención del Estado, hasta que ya los Estados Unidos se haya desdibujado por completo, su sistema se vea destruido y poco a poco comiencen a ver cómo China los supera en todos los planos de influencia económico y político; entonces el totalitarismo del Partido Comunista se convertirá en el nuevo modelo a seguir por las naciones de Occidente.
El discurso victimista fue la gran llave para penetrar en la mente de una mayoría de norteamericanos. La segregación ha sido el arma ideal para infundir el odio de sus propios ciudadanos al país más exitoso de los últimos doscientos años. A mí me duele profundamente lo que sucede en Estados Unidos, me duele porque además de haber sido durante tanto tiempo un ejemplo a seguir, era el único país capaz de mantener a raya las pretensiones expansivas y colectivistas de rusos y chinos. Ese equilibrio está a punto de romperse, y cuando suceda perderemos todos los que anhelamos, valoramos y deseamos vivir en libertad.
Tristemente la destrucción del gran país de América parece inevitable y cada vez más cerca. Creo que Trump podrá retrasar su caída un par de años más, pero dudo que pueda haber una vuelta atrás con estas nuevas generaciones que nada saben de lucha, esfuerzo y meritocracia, y que únicamente son capaces de ver la vida con los ojos de víctimas.
Se aproximan tiempos oscuros en la historia de la humanidad, debemos prepararnos para afrontarlos con gallardía y dar la batalla hasta el último momento.
Fuente: PanamPost

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