lunes, noviembre 18, 2024
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La traición norteamericana

Joe Biden acaba de regalarle al régimen tiránico de La Habana dos millones de dólares en concepto de ayuda tras el desastre del huracán Ian. El régimen, como es natural, no ha dudado ni ha tardado dos segundos en responder despóticamente con varias de sus acostumbradas patadas verbales.

Ahí tienen, el embargo no existe, de hecho, nunca existió, pues bajo los conceptos de ayudas humanitarias y medicamentos nada impidió ni impide que Estados Unidos mande ayudas astronómicas a la mafia que mal gobierna la isla, y no al pueblo; el pueblo cubano no se beneficia nunca en nada de las ayudas de ningún tipo ni origen.

De modo que Biden no desea ayudar al pueblo cubano —o ni se entera, dado que no es él quien coordina y manda—, sino a la dictadura; a la dictadura sí, sin ninguna duda. Porque nada ayuda más a esa dictadura o, mejor dicho, a esa tiranía, que el envío de ayuda humanitaria en cualquiera de sus formas, las que ellos siempre se roban también de cualquier manera, ya sea vendiéndola, ya sea apoderándose directamente del botín.

No sólo somos esclavos de los Castro, lo hemos sido también de cada uno de los Gobiernos norteamericanos

Son unos sinvergüenzas, y como tales actúan. Pero no son los únicos sinvergüenzas, Estados Unidos, o sea, su Gobierno, también lo es.

No es la primera vez que me referiré a la traición continuada desde 1928 de Estados Unidos a Cuba, implantando gobiernos de quita y pon hasta que llegaron a imponer el justo a la medida de su inquina: la mafia castro-comunista.

Y si de esa iniquidad no hemos salido es porque Estados Unidos no ha querido, porque la envidia fue y es tal, que ante el temor de que nos convirtamos una vez más en una joya a noventa millas, en sus propias narices, prefieren que, más de sesenta y tres años después, todo siga igual a como ellos quisieron vernos: comiendo fango.

Resulta muy desagradable para mí escribir una y otra vez de lo mismo, aunque bien es cierto de que es necesario que las generaciones que han ido llegando despierten y conozcan la realidad a fondo: no sólo somos esclavos de los Castro, lo hemos sido también sucesivamente de cada uno de los gobiernos norteamericanos desde 1928 hasta la fecha.

¿Habría una manera de salir de tal situación? A estas alturas creo que sólo un milagro obraría en esa dirección, la de liberarnos de forma radical. Pero no consigo a ver esa luz clara y cercana; sin embargo, no tengo derecho a rendirme, porque otros que han padecido lo mismo o más que yo, no lo han hecho.

Lo más que puedo hacer entonces es tratar de iluminar, de aportar algún conocimiento, un poco de mi experiencia, aunque… ¿Querrán oírla? ¿Serviría de algo a algún receptor agudo, o por el contrario caería en saco roto? Resulta inquietante, sumamente desestabilizador a veces.

Esta guerra comenzó con Cuba, contra Cuba, porque desde entonces hemos sido un experimento de laboratorio

Insisto en que debe quedar claro que la responsabilidad no ha sido únicamente de los cubanos, que Norteamérica ha hecho mucho en pos de la destrucción de Cuba, porque si a cualquier gobierno estadounidense le hubiese dado la real gana de liberarnos, hace rato lo hubiera podido haber hecho.

Entonces, la triste realidad es que no les importa, no desean hacerlo, tal como declaró el congresista demócrata cubanoamericano Bob Menéndez: no habrá intervención norteamericana de ningún tipo.

La traición ha sido bestial y continúa siéndolo, y lo peor es que si alguna vez estuvieron conscientes de ello, en la actualidad tal pareciera que hasta se han olvidado del origen del maleficio, y por encima de todo, del daño incalculable que han provocado con semejante acto de maldad.

Leyendo el último libro de Douglas Murray, el autor de ‘La Masa Enfurecida’, que ahora publica ‘La Guerra contra Occidente. Cómo resistir a la era de la sinrazón’ (Península, 2022), compruebo una vez más que esta guerra comenzó con Cuba, contra Cuba, porque desde entonces hemos sido un experimento de laboratorio, poco menos, poco más.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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