La inflación de enero volvió a dejar en evidencia que todas las promesas del gobierno, en cuanto a un control de la difícil situación, se harán agua también este año. Mientras mantienen las presiones sobre los precios y apuntan a “los márgenes de ganancias” de las empresas, el Banco Central sigue emitiendo billetes para cubrir el rojo fiscal, que persiste a pesar de los precios internacionales que le sonríen una vez más al peronismo. Empecinados con el camino equivocado, la vocera de Alberto Fernández reconoció esta mañana que por sus cabezas pasa una idea terrorífica: la de una empresa estatal de alimentos.
“Hay que reconstruir instrumentos estatales que permitan establecer regulaciones frente a lo que es el libre mercado en la asignación de recursos de alimentos. Necesitamos en trigo, maíz, carne y leche un desvínculo con los precios internacionales”, señaló este jueves Gabriela Cerruti en rueda de prensa.
Sin embargo, lo que la vocera de Fernández parece no comprender, es que no hay ningún problema en Argentina con el “libre mercado en la asignación de recursos de alimentos”, y que la problemática inflacionaria es responsabilidad de ellos por sus políticas fiscales y monetarias. Pero el Frente de Todos está decidido a avanzar en esta estupidez descomunal.
Rafael Klejzer, director nacional de Políticas Integradoras del Ministerio de Desarrollo Social, cuyo cargo hace recordar una frase del guitarrista de rock, Papo, indicó que la “empresa nacional de alimentos” estará “directamente asociada con los productores” para poder impulsar “un rol activo del Estado, en cuanto a la planificación, regulación, control, producción, análisis de costos y comercialización de alimentos”.
Lejos de contribuir a la estabilización de los precios en el mercado alimenticio, lo único que conseguirá esta delirante iniciativa es perjudicar a los emprendimientos privados que tengan la desgracia de estar en las inmediaciones. La empresa estatal de alimentos, a diferencia del sector privado que debe tener una rentabilidad para mantenerse y funcionar, al no perseguir el lucro caerá inevitablemente en todos los peores incentivos conocidos: “fuentes laborales” para los militantes del oficialismo, subsidios y recursos indiscriminados, sin importar un funcionamiento a pérdida sistemático y competencia desleal para el sector privado.
Todavía falta un año y medio para que se vaya este pésimo gobierno, que pareciera que se supera día a día con sus iniciativas delirantes y contraproducentes. Dejará tierra arrasada. Lo mejor que puede hacer la oposición hoy, en lugar de caer en las internas contraproducentes, es coincidir en un programa de emergencia, que permita reparar todo el daño que heredará inevitablemente el próximo gobierno.
Fuente: PanamPost