Los mercados globales siguen calculando los efectos de la crisis bancaria que se inició la semana pasada con la quiebra de Silicon Valley Bank (SVB), y que se ha magnificado con las fuertes caídas que sufre Credit Suisse, en lo que algunos analistas ya interpretan como el inicio de algo mayor, entre los que se incluye el presidente de BlackRock, Larry Fink, quien alerta de que «las fichas de dominó empiezan a caer».
Sin embargo, Fink considera que el primer eslabón de esta cadena se produjo antes de la crisis bancaria, y lo identifica con las fuertes subidas de tipos de interés llevadas a cabo por la mayoría de bancos centrales occidentales, lo que supone «un precio que ya estamos pagando por años de dinero fácil», tras más de una década de «una política fiscal y monetaria extraordinariamente agresiva», iniciada tras la crisis de 2008.
«Los mercados de bonos cayeron un 15% el año pasado, pero todavía parecían, como dicen en esas viejas películas del Oeste, ‘silenciosos, demasiado silenciosos’. Algo más tenía que pasar, ya que el ritmo más rápido de subidas de tipos desde la década de 1980 puso al descubierto las grietas del sistema financiero», agrega.
DESAJUSTE DE ACTIVOS Y PASIVOS
Estas grietas se mostraron más claramente la semana pasada, cuando se desató «la mayor quiebra bancaria en más de 15 años», que derivó en la intervención de Silicon Valley Bank por los organismos reguladores, en lo que Fink observa «un desajuste clásico de activos y pasivos».
Por ahora, agrega, es «demasiado pronto para saber cómo de extenso es el daño», y, pese a que la respuesta regulatoria «ha sido rápida y las acciones decisivas han ayudado a evitar los riesgos de contagio», los mercados siguen «al límite». Además, surgen cuestiones sobre si los desajustes entre activos y pasivos será la segunda ficha del dominó en caer.
Echando la vista atrás, los ciclos de endurecimiento previos «a menudo han llevado a colapsos financieros espectaculares», ya sea la «crisis de ahorros y préstamos» que se desarrolló a lo largo de los años ochenta y principios de los noventa o la bancarrota del Condado de Orange, California, en 1994. En el caso de la crisis de las S&L, se trató de una «crisis lenta», que no cesó. Al final duró una década y más de mil entidades de crédito quebraron.
«Todavía no sabemos si las consecuencias del dinero fácil y los cambios regulatorios repercutirán en todo el sector bancario regional de EEUU (similar a la crisis de S&L) con más incautaciones y cierres por venir», asegura.
En este sentido, agrega que «parece inevitable» que algunos bancos ahora necesiten retirar los préstamos para apuntalar sus balances, y «es probable que veamos estándares de capital más estrictos para los bancos».
«A más largo plazo, la crisis bancaria actual otorgará mayor importancia al papel de los mercados de capital. A medida que los bancos se vean potencialmente más restringidos en sus préstamos, o a medida que sus clientes se den cuenta de estos desajustes entre activos y pasivos, anticipo que probablemente acudirán en mayor número a los mercados de capital para obtener financiamiento. Y me imagino que muchos tesoreros corporativos están pensando hoy en hacer barrer sus depósitos bancarios todas las noches para reducir incluso el riesgo de contraparte durante la noche», destaca.
PROBLEMAS DE LIQUIDEZ
Por si esto fuera poco, Fink ve una tercera ficha del dominó que amenaza con caer, ya que «además de los desajustes de duración, es posible que ahora veamos también desajustes de liquidez».
Los años de tipos bajos han llevado a algunos propietarios de activos a aumentar sus compromisos con inversiones ilíquidas, cambiando menor liquidez por mayores rendimientos, y ahora existe el riesgo de un desajuste de liquidez para estos propietarios de activos, «especialmente aquellos con carteras apalancadas».
El contexto de altos tipos de interés pesa también sobre los Gobiernos, que «no pueden sostener los niveles recientes de gasto público y los déficits de décadas anteriores», por lo que «el mundo necesita ahora al sector privado para hacer crecer las economías» tras años de crecimiento mundial impulsado por un gasto público y unos tipos de interés «bajos sin precedentes».
«Necesitamos que los líderes, tanto de los Gobiernos como de las empresas, reconozcan este imperativo y trabajen juntos para liberar el potencial del sector privado», concluye.