sábado, noviembre 16, 2024
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Las entrañas de los pobres retan a Maduro

IBÉYISE PACHECO,

Humildes trabajadores de la educación y la salud, de jubilados y pensionados, y de desempleados, tomaron las calles el pasado lunes en 28 protestas simultáneas en todos los estados del país. Hacía mucho tiempo que esto no sucedía en Venezuela.

Y algo más. Salieron a la calle los ciudadanos más desasistidos, los ignorados, los sometidos bajo el yugo de la pobreza. Pareciera estarse iniciando una etapa distinta de oposición al régimen que nace de las vísceras que rugen por hambre, que reta a Nicolás Maduro que no puede ocultar su opulencia por corrupción, y al que le puede fallar su millonaria apuesta de censura y de control de redes sociales porque quienes exigen equidad y justicia no tienen recursos ni para un teléfono celular.

La convocatoria no parte de la política, nace de la necesidad. En las concentraciones en las principales ciudades del país no se vieron banderas de partidos políticos. No cabían. Explotó un nuevo liderazgo entrañable, transparente, contundente, honesto que grita con el corazón.

No existe montaje o mentira del régimen que roce a la profesora Elsa Castillo, una mujer que desborda valentía y decencia. “Hace rato el miedo se cambió de acera. Se encuentra del lado de los opresores, de los que violan la ley”. La docente apunta contra la cobarde convocatoria de violencia de parte del régimen, a las agresiones a través de redes sociales, a las acciones intimidatorias de colectivos armados, a secuestros, despidos, todos ejecutados por órdenes de la dictadura.

A la letanía de “Venezuela se arregló” se le está agotando la batería. Ese relato eventualmente comprado por cierta clase media no oculta el hambre de la mayoría del pueblo venezolano. La voz de ciudadanos desesperados se hace implacable: “mi medicina cuesta 140 dólares, tengo dos años sin comer pollo y tres sin carne de res. No tengo zapatos. Maduro, tú y tu cúpula, tu cuerda de sátrapas que andan en Ferraris nos están matando de hambre”.

El lunes pasado en los alrededores de Miraflores, el miedo se expresó. El centro de la capital fue tomado con funcionarios de PoliCaracas y efectivos militares de la GNB y la PNB. Como en otros tiempos, los accesos a la ciudad fueron trancados, montaron tarimas en varios sectores para simular actos paralelos de trabajadores (autobuses en los barrios ofrecieron 20 dólares a quien asistiera con una franela roja a las concentraciones a favor del régimen) y soltaron a los motorizados.

Previamente, colectivos armados rodearon los puntos de las concentraciones cumpliendo su rol dentro del guion que ha mantenido a los ciudadanos contenidos en sus casas ante el miedo de ser agredidos, apresados, torturados, asesinados. Por los momentos, de manera cotidiana los docentes son conminados a encerrarse en las escuelas donde laboran y varios fueron despedidos. Algunos han sido retenidos temporalmente en prisión.

Las amenazas han sido públicas, como la de un grupo en el estado Aragua, violento desde hace una década y que opera bajo el subsidio de las autoridades de la gobernación de Aragua y de la alcaldía del municipio Bolívar cuyo jefe es un pistolero identificado como Dionisio Salinas de OMDER, Organización de Motorizados Dependientes del Ejecutivo Regional.

Esto dijo ese sujeto: “aquí estoy con líderes de municipios. Como dijo el presidente Maduro, no hay dinero. Vigilamos y monitoreamos, no queremos chilladera. Sus reclamos por escrito. No se dejen manipular, les puede ir mal”.

La amenaza de este grupo bajo el mando de Dionisio Salinas tiene antecedente registrado desde el 2012 cuando el 16 de enero atacó a tiros una manifestación de estudiantes del núcleo en Aragua de las Universidad Central de Venezuela que rechazaba acciones represivas de uniformados en protestas previas en la avenida Caracas de El Limón donde habían arrollado a un estudiante. Todos estos años ese sujeto ha sido mantenido por el régimen.

En esta ocasión, nada evitó la movilización. Son muchas las razones para protestar, pero especialmente es poco lo que Maduro puede hacer para cumplirle al pueblo que está harto del discurso que responsabiliza a Estados Unidos de la crisis, mientras la élite del régimen se iguala en lujos a cualquier monarquía.

Es ahora también una oportunidad de reflexión para el liderazgo político opositor y para el resto de los ciudadanos.

Cada vez son menos -y ese hecho, resulta indubitable- los que no se identifican en Venezuela con esta realidad: “Tenemos las neveras vacías. Nos quitaron todo. Somos gente preparada, estudiamos para lograr calidad de vida, pero parecemos unos mendigos”.

Tal vez por eso vimos los rostros de efectivos de las fuerzas de seguridad incapaces de reaccionar contra quienes protestaban -que tal vez eran de su mismo barrio- mientras ellos son testigos de la inmoral dinámica cotidiana de sus superiores corruptos que roban en total impunidad.

Fuente: Diario las Américas

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