Hay quienes creyendose invencibles en el poder, avanzan desde allí arrolladoramente. Algunos ganan elecciones -pese a no tener las credenciales para gobernar- y están convencidos de que lo harán indefinidamente; pero no es así.
Son seres humanos que, como cualquier otro, sienten miedo, aunque lo oculten. Son incapaces de dominar sus bajas pasiones y ellas les subyugan. Ven enemigos en todas partes, porque ellos mismos son enemigos de todos. Pelean entre sí, aunque intenten disimularlo. Les hablo de los mandatarios del Socialismo del Siglo XXI.
En Bolivia, por ejemplo, existe un conflicto entre el expresidente y líder cocalero Evo Morales y el actual presidente Luis Arce. Se trata de un enfrentamiento que se mantuvo por meses soterrado, pero que ya se ha hecho público. El jueves pasado, Morales señaló al hijo del mandatario, Luis Marcelo Arce Mosqueira, de estar incurso en hechos de corrupción.
En efecto, Arce Mosqueira fue denunciado públicamente por ser el principal operador en la empresa estatal petrolera YPFB y los contratos que suscribe esa institución, lo cual no es para nada extraño ya que es generalizada la corrupción dentro de los integrantes del Foro de Sao Paulo. Lo extraño es que sea Evo Morales quien lo destape. Luis Arce respondió: “No se meta con mi familia”.
Pero ese no es el único desencuentro entre los “compañeros”. Evo Morales ha reclamado la existencia de “un plan negro” gestado desde el Gobierno de Arce, cuyo objetivo sería vincularlo con hechos ilícitos y afectar su imagen. Quizá esto explique el misterioso robo no solo del celular de Morales, sino de otros dos móviles pertenecientes a su asistente.
En Chile, luego de la contundente derrota del “Apruebo” en el plebiscito constitucional del pasado 4 de septiembre, el presidente Gabriel Boric se vio forzado a destituir de su cargo a uno de sus más consecuentes aliados, Giorgio Jackson, quien se desempeñaba como ministro de la Secretaría General de la Presidencia, para dar paso a la abogada perteneciente al Partido Socialista, Ana Lya Uriarte. Otros 5 ministros también fueron destituidos.
En el Perú, la fractura entre Pedro Castillo y el jefe del partido Perú Libre, Vladimir Cerrón, es tan evidente, que el presidente se vio obligado en junio pasado, a renunciar públicamente a la militancia dentro de esa tolda política.
Entre los motivos que explican la ruptura, Cerrón demandaba espacios para los suyos en el gabinete, mientras que en el Congreso se volvieron frecuentes las mociones para destituir a Castillo. Por lo tanto, el presidente empezó a nombrar como ministros a políticos de otras bancadas para asegurarse de que los que promovían su salida no alcanzaran los 87 votos necesarios.
En Argentina, los medios vienen reseñando desde hace meses los enfrentamientos entre el presidente Alberto Fernández y la actual vicepresidente Cristina Kirchner, los cuales han obligado a la mediación de terceros, entre ellos, Pepe Mujica. Sin embargo, los recientes hechos referidos al juicio y el supuesto atentado contra la exmandataria han servido para postergar, temporalmente, dichos enfrentamientos.
Otro tanto podría decirse de los choques en Honduras, entre Xiomara Castro y Salvador Nasralla; o dentro del partido Morena en México, para definir las candidaturas; o en el Frente Guasu, en Paraguay; o las peleas a puños y silletazos dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela.
Son humanos, tienen debilidades y son derrotables, pero para vencerlos y desplazarlos hace falta una articulación entre los sectores democráticos iberoamericanos, que ofrezcan a la población soluciones a los graves problemas que afectan a la región; y que además sepan dar la batalla contra el marxismo cultural.