HUGHES,
Ya tenemos gobierno. Gobierno de «alto perfil político» para (dicen) «implementar la ley de amnistía», o sea, los ministros del golpe. Son todos muy políticos pero Óscar Puente tendrá la cartera de transportes, con lo que el perfil técnico queda garantizado. Ha decepcionado mucho a la juventud española, eso sí, que Liz Duval, con sus 23 años, no sea ministra. Sin duda aun hay mucho por hacer en materia de transfobia y efebofobia en este país.
No habrá ministro trans, pero sí el catalán de cuota. Para disimular, a cargo del diálogo con las comunidades autónomas han puesto a un canario.
Pero la gran noticia ha sido Bolaños, que acumula el ministerio de la presidencia, el de relación con las cortes y el de justicia, lo que ha escandalizado mucho a los guardianes del Estado de derecho que siguen, ya lo saben, con la perra de la separación de poderes; poderes que ahora penderían los tres gonadalmente del ministro Bolaños.
Separación de poderes no tenemos, digan lo que digan. Se ha explicado ya muchas veces que separación de poderes es cuando la separación es en origen. Imaginen que por un lado se elige a los diputados que constituyen el parlamento y que por otro lado, en elección separada, es elegido el presidente. Habrá ahí dos poderes que (idealmente) contiendan, luchen, se miren de reojo, recelosos cada uno de sus competencias y facultades.
Pero la separación de poderes que los políticos españoles y los periodistas españoles y (lo que es más grave) los juristas españoles dicen que tenemos es solo nominalmente una separación de poderes, pues el ejecutivo sale del legislativo y los dos salen del partido y, finalmente, del que hace y deshace las listas. La separación es nominal y, si acaso, cromática, como tantas veces ha repetido Ruiz Quintano, con paciencia de Job, pues la famosa ‘separación’ de la que presumen consiste en que el ejecutivo se sienta en escaño azul y el legislativo en escaño rojo.
Lo que hay es un mismo poder, con división de funciones, y esto no se distingue mucho o más bien nada del franquismo, donde el poder era uno y único aunque luego se separaran las funciones, las carteras.
Así sucede también en nuestra democracia, la-que-entre-todos-nos-dieron, hasta ahora, momento en que a Bolaños se le asigna la cartera de presidencia (ejecutivo), la de relación con las cortes (legislativo) y la de justicia (judicial). Los tres poderes quedan, en realidad, como una taxonomía platónica de funciones ideales. Por supuesto, no hay separación del poder, pues ese está en un puño, pero lo novedoso es que ahora tampoco se separan las funciones, que en delicado apretón (apreteu) golpista serán coordinadas cuando no ejecutadas por el mismísimo Bolaños, uno y trino, del que se podrá decir lo de Terence Hill en aquel western: Le llamaban Trinidad.
Si a alguien le da todavía por preguntarse cuáles serán aquí los checks and balances, quede tranquilo, pues Emiliano García-Page ya ha advertido que él va a estar muy vigilante «para recordarles» algunas cosas a los ministros. Así que: separación de poderes no hubo ni hay; de funciones ya casi que tampoco y de contrapeso queda García-Page.