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Los argentinos eligieron el domingo 19 de noviembre como nuevo presidente a Javier Milei, un outsider político de 53 años.
Milei, economista y autodenominado libertario, obtuvo casi el 56 % de todos los votos escrutados en su segunda vuelta contra su rival de izquierdas, Sergio Massa, completando así una de las victorias presidenciales más improbables de la historia moderna.
Milei sorprendió al mundo por primera vez en agosto, cuando logró el 30 % de los votos en las primarias presidenciales de Argentina, muy por encima de lo que habían previsto los pronosticadores políticos.
“Creo que estos resultados son sorprendentes incluso para él”, declaró Pablo Touzon, consultor político argentino, al New York Times en agosto.
Aunque Milei se quedó corto en las elecciones generales de octubre, al recibir el 29,9 % de los votos frente al 36,6 % de Massa, salió triunfante en la segunda vuelta del domingo. Su victoria sorprendió claramente a los medios de comunicación, que insistieron en describir a Milei como de “extrema derecha” y del molde del expresidente Donald Trump.
En realidad, Milei está mucho más cerca de F.A. Hayek o incluso de Milton Friedman que de Trump. Es partidario de abolir el Banco Central de Argentina, recortar el gasto público y eliminar una serie de ministerios, como el de Cultura, el de Mujer, Género y Diversidad, el de Obras Públicas y el de Transporte.
Como quiera que se describa a Milei, está claro que su ascenso supone un rechazo total a la clase política argentina tras años de sufrimiento económico.
La tasa de pobreza en Argentina supera el 40 %. La inflación, por su parte, ha sido de tres dígitos todo el año, y sigue subiendo. Argentina, la segunda economía más grande de Sudamérica, ha luchado contra la inflación durante décadas, pero la inflación se ha descontrolado en los últimos años.
En 2011, el tipo de cambio de un dólar estadounidense era de 3,45 pesos. Hoy, un dólar se cambia por 352 pesos. (Las cotizaciones del dólar en el mercado negro son mucho más altas).
La agencia Reuters informó recientemente de que la inflación se ha vuelto tan grave que muchos en Argentina ya no pueden permitirse comprar productos nuevos, sino que compran y comercian en mercadillos de artículos usados.
“Simplemente no podemos comprar cosas nuevas”, declaró a la agencia de noticias María Teresa Ortiz, una trabajadora jubilada de 68 años. “No puedes comprar zapatillas nuevas, no puedes comprar chanclas nuevas, no puedes comprar pantalones nuevos, tampoco puedes comprar una camisa o una camiseta. Así que tienes que buscarlos en las ferias”.
Los estadounidenses que piensan que tienen poco que aprender de este país sudamericano en plena espiral deberían darse cuenta de que Argentina fue en su día uno de los países más ricos del mundo.
Los historiadores señalan que justo antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, Argentina era más rica que las principales potencias europeas, Alemania y Francia, y casi el doble que España. Su producto interior bruto per cápita era equiparable al de Canadá y, hasta la Gran Depresión, era uno de los mayores exportadores de alimentos del mundo.
Sin embargo, en 1929 Argentina abandonó el patrón oro, a lo que siguieron nuevas medidas comerciales proteccionistas. Tras la II Guerra Mundial, Juan Perón dio paso al peronismo, una mezcla de nacionalsocialismo y fascismo que dominaría el sistema político argentino durante los siguientes 75 años.
La inflación de tres dígitos de Argentina puede ser nueva, pero su disfunción económica se remonta a décadas atrás. Sólo en el último cuarto de siglo ha dejado de pagar su deuda en tres ocasiones, a la vez que seguía ampliando el papel del Estado en la economía (y su control sobre ella). Todo ello supuso un desastre para los argentinos.
“El problema del socialismo”, bromeó una vez Margaret Thatcher, “es que al final te quedas sin el dinero de los demás”.
Esto no es técnicamente cierto, por supuesto. Los gobernantes pueden imprimir más dinero para tapar los problemas económicos en lugar de resolverlos, que es exactamente lo que hicieron los políticos argentinos.
Los resultados fueron catastróficos, y Milei tiene ahora la misión de arreglar el desaguisado. Esperemos que lo consiga. Pero también es importante entender cómo los argentinos llegaron a esta situación desesperada: Se creyeron una mentira.
“El Estado es esa gran ficción por la que todos intentan vivir a expensas de todos los demás”, observó una vez el economista del siglo XIX Frederic Bastiat.
Si los estadounidenses caen en la misma mentira -que pueden enriquecerse creando una sociedad que les permita saquear a su vecino- su futuro económico será similar al de Argentina. Y puede que no tengan a un Javier Milei que les rescate.