Iván Vélez
Como colofón a una semana que sienta las bases para la voladura no ya de la Constitución española, sino de la propia soberanía nacional, Pedro Sánchez, rodeado de esos aplausos tan caros para él, no ha tenido empacho en afirmar lo que sigue: «Nosotros alumbramos la Constitución hace más de 40 años cuando la derecha estaba en otra cosa». El «nosotros» ha de entenderse como el PSOE que Sánchez ha sido capaz de dominar después de protagonizar maniobras tan chuscas como la que tuvo lugar detrás de una cortina.
Todo el PSOE en activo es culpable y el jubilado no es más que un trasto incómodo
Con todo el poder orgánico en sus manos, Sánchez se sirve de sus ministros, es el caso de Grande-Marlaska, para acercar etarras a las Vascongadas, donde recibirán beneficios penitenciarios y honores; o para establecer una suerte de amnistía encubierta con los golpistas catalanes, a los que tanto debe. No cabe, sin embargo, atribuir al embuste que pernocta en La Moncloa toda la culpa de las políticas gubernamentales, pues las últimas decisiones tomadas en el Parlamento bien pudieran haberse desvanecido con que un puñado de diputados hubieran tenido el mínimo de patriotismo que se les supone. Lejos de la Carrera de los Jerónimos, apenas un puñado de lágrimas reptilianas ha sido la única resistencia baronil, que no varonil, escenificada por quienes ven peligrar sus poltronas si el reparto de canonjías y subvenciones no es manejado con tacto y control de los tiempos. En definitiva, todo el PSOE en activo es culpable y el jubilado no es más que un trasto incómodo. Sea como fuere, no deja de sorprender, incluso viniendo del embeleco que se mueve en Falcon, la referida afirmación por parte de alguien que ha decretado dos estados de alarma inconstitucionales. Veamos.
La voluntaria amnesia colectiva que envuelve a muchos de nuestros compatriotas no debe ser tan profunda como para olvidar una célebre foto en blanco y negro en la cual aparecen los llamados padres de una Constitución que tuvo una más que nutrida parentela. Siete fueron los reconocidos progenitores: Gabriel Cisneros, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y José Pedro Pérez-Llorca Rodrigo, por la Unión de Centro Democrático; Manuel Fraga Iribarne, por Alianza Popular; Miquel Roca y Junyent por las sobrerrepresentadas Minorías Catalana y Vasca (CDC, UDC, PSC-R, EDC y ERC); Jordi Solé Tura, por el Partido Comunista de España; … y Gregorio Peces-Barba Martínez por el PSOE. En definitiva, una mayoría de adscritos a políticas derechistas, ya fueran estas nacionales ya fragmentarias, fue la que operó la transformación, llamada Transición, del franquismo en una democracia todavía coronada, y decimos todavía, porque el golpismo que, como una mancha de aceite ha desbordado la región catalana para impregnar a gran parte de la nación, considera al rey, a pesar de que su firma se estampó al pie de los indultos, el último obstáculo hacia una república confederal acaso tutelada por el antiguo alumno del Ramiro de Maeztu.
Con todo el poder orgánico en sus manos, Sánchez se sirve de sus ministros (…) para acercar etarras a las Vascongadas
Con las elecciones municipales y autonómicas, que determinarán una nueva correlación de fuerzas territoriales, los miembros del Gobierno se han envuelto en la bandera constitucionalista -¿no dijo Iglesias que era preciso «abrir el candado del 78»?- y acusan de golpistas a los magistrados del Tribunal Constitucional, comparándolos con Tejero, fingiendo temer la llegada de tricornios mientras aceptan, complacidos, la compañía de quienes ha crecido al lado de encapuchados con boina.