En el marco de la necesaria liberación de los precios (único camino para comenzar a reparar la distorsionada economía argentina), hubo un sector que complicó mucho la economía, sobre todo de los sectores medios. Hablamos del ámbito de la salud y los aumentos de las aseguradoras, que comúnmente acá conocemos como prepagas, las cuales hicieron que muchas familias pasen, de la noche a la mañana, a necesitar apelar a sus ahorros para llegar a fin de mes.
El ministro de Economía, Luis Caputo, hizo referencia a esta problemática y señaló desde sus redes sociales que las prepagas “le declararon la guerra” a la clase media. En este sentido, aseguró que desde el gobierno se hará “todo lo que esté al alcance” para revertir la situación. Las declaraciones fueron celebradas en los sectores afines al oficialismo y cuestionadas por los que en la oposición criticaron que esa terminología era la que los liberales cuestionaban en los años del kirchnerismo, cuando los precios eran cuestión de enfrentamientos y luchas.
Lo cierto es que no necesitamos que los funcionarios entren a una “guerra” con una corporación, que supo crecer a base de una competencia restringida. Necesitamos una política inteligente, inspirada en los principios liberales que el presidente encarna, para que se desregule por completo un sector, permitiendo que se bajen los precios por un proceso de mercado.
En Argentina existen distorsiones como el “Programa Médico Obligatorio” que determina un paquete de prestaciones que las prepagas deben cubrir. Recuerdo que en 2013 el Congreso votó por incluir al sistema el “derecho” de fertilización asistida. Los legisladores votaron, aplaudieron y se felicitaron por su “compromiso social”. Pero, ¿qué hicieron realmente con esta cuestión, como con tantas otras? Encarecerle, por ejemplo, la obra social a una mujer de 65 años, con una ligadura de trompas desde los 35, que no tiene ningún interés ni posibilidad de ser madre, que además ya tiene 4 hijos y está por ser abuela. Una persona que, por ejemplo, requiere de su obra social para sus estudios de rutina.
Estas irresponsabilidades, de las que abundan, generaron un incremento de los precios para todos los usuarios como una restricción en la oferta, ya que solamente las grandes empresas podían cubrir lo que la ley “garantizaba”.
Para empezar a abordar la cuestión del aumento de las prepagas hay que comprender que no porque sean empresas privadas, sus formatos y valores corresponden al ideario liberal o a la economía de mercado. Lo mismo sucede con respecto a la “educación privada”, que tiene precios prohibitivos para muchos argentinos. Si el sistema está muy regulado y solamente un gran edificio, que cumple con demasiadas arbitrariedades, puede oficiar de “escuela” o “universidad”, no es culpa ni del capitalismo ni del liberalismo. Cuando el sector se desregule realmente, y una maestra o profesor pueda dictar en su casa un curso privado para un pequeño grupo de alumnos, con la posibilidad de emitir un título válido, ahí veremos los verdaderos “precios de mercado” y que puede darle “el liberalismo” a la sociedad en materia de educación.
Hoy, los usuarios estamos en un corral muy caro de un servicio que nos ofrece una variedad de cosas que no precisamos. Es absolutamente injusto que un paciente oncológico, que se curó de un cáncer hace diez años, pero que necesita chequeos y cobertura de por vida ante eventualidades, tenga que pagar un “plan médico” que le incluya descuentos en un plan dental que no utiliza, ya que tiene su propio dentista de toda la vida.
El sistema de “prepagas” tiene que mutar a un sistema de seguros, donde las personas decidan lo que desean pagar ante que eventualidades determinadas. Las empresas, que podrían ir hacia un modelo completamente diferente, deberían ofrecer un menú de posibilidades, para que los usuarios escojan que pagar y que riesgos correr. Hasta que la oferta de la “salud privada” no tenga esas características, nada de lo que cueste u ocurra tiene que ver con los procesos de libre mercado del liberalismo. Ojalá que la actual gestión avance en esta dirección, como lo está haciendo afortunadamente en tantas otras.