Antes de ser asesinado en 1978, el periodista Pedro Joaquín Chamorro escribió una carta abierta al dictador de Nicaragua, Anastasio Somoza Debayle. En ella, le dijo al líder militar cuánto lo despreciaba la gente en las calles y que su gobierno de hierro se parecía «al de un rey en los cuentos para niños».
Tres años después, Chamorro estaba muerto, abatido a tiros por los secuaces de Somoza. Hoy, su hija, la candidata presidencial Cristiana Chamorro, se encuentra bajo arresto domiciliario por parte del gobierno de Daniel Ortega, el hombre que ayudó a sacar a Somoza del poder.
Su detención por cargos de lavado de dinero forma parte de una alarmante ola de arrestos de opositores de alto perfil al presidente Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo.
En total, han sido detenidos cinco posibles candidatos a las elecciones presidenciales de noviembre de 2021, así como numerosos periodistas y empresarios, la mayoría de ellos bajo una controvertida ley de traición.
«Estamos en un período de absoluta irracionalidad en Nicaragua», dice la poeta y novelista Gioconda Belli.
El 23 de junio Daniel Ortega reapareció en público por primera vez desde mayo. Con un aspecto frágil, el hombre de 75 años pronunció un grandilocuente discurso que duró más de una hora y abordó todo tipo de temas, desde las ambiciones nucleares de Corea del Norte hasta la reciente serie de arrestos.
Insistió en que las acciones son justificadas y dijo que los detenidos serían «castigados de acuerdo con la ley» por supuestamente cometer delitos contra el Estado. «Nicaragua es el país más seguro de la región», afirmó desafiante.
No, sin embargo, si eres uno de los críticos del presidente.
Miedo y desconfianza
Gioconda Belli afirma que los recientes discursos de la vicepresidenta Murillo han sido igualmente erráticos, «una mezcla de religión e insultos despotricando constantemente contra los ‘golpistas’ y el satanismo. Las narrativas del gobierno exhiben niveles extremos de paranoia».
En parte, el miedo y la desconfianza de la pareja presidencial están arraigados en lo ocurrido en 2018, cuando las protestas por la reforma de las pensiones se convirtieron rápidamente en grandes manifestaciones antigubernamentales. Las autoridades respondieron con fuerza letal y más de 300 personas murieron, la mayoría de ellas manifestantes anti-Ortega.
«En 2018 perdieron las calles», dice el sociólogo nicaragüense Oscar René Vargas. «La represión se llevó a cabo para que la gente no volviera a salir a la calle».
La ley de traición y la consecuente mano dura son señales de que el presidente y su esposa ven su gobierno como «frágil», argumenta. Han recurrido a «la única fuerza que les queda: una alianza entre el ejército, la policía y los paramilitares (radicales pro-Ortega)».
Esta es una perspectiva potente y aterradora para cualquier voz crítica o rival presidencial.
«Están tratando de decapitar a los líderes de un movimiento social y eliminar cualquier posibilidad de un nuevo tsunami de levantamiento social», sostiene Vargas.
«Cero democracia»
Entre los arrestados se encuentra Dora María Téllez, excomandante del grupo rebelde sandinista que lideró un movimiento de ruptura con Daniel Ortega en 1990 después de que este perdiera el poder tras la violenta guerra civil en Nicaragua.
La última vez que hablé con ella se escondía del gobierno de Ortega. Un día antes, agentes del gobierno habían allanado su casa y apenas podía ocultar su disgusto con su antiguo aliado, a pesar de que se habían alejado muchos años antes.
Nicaragua tiene «cero democracia, instituciones completamente corruptas, un régimen que solo se mantiene a través de la represión y el terror», dijo desde un lugar desconocido. Ahora se enfrenta a 15 años de prisión.
La ley de traición establece en términos genéricos que cualquiera que sea declarado culpable de actuar contra «la independencia, la soberanía y la autodeterminación» de Nicaragua podría ser calificado de traidor. Un poder judicial profundamente comprometido puede fácilmente equiparar críticas legítimas al presidente con crímenes contra el Estado.
Cronología Nicaragua
1937 – El general Somoza es elegido presidente. Gobierna hasta su asesinato en 1956, y lo sucede su hijo Luis Somoza Debayle
1967 – Luis Somoza mure y es sucedido por su hermano, Anastasio Somoza
1978 – El asesinato del opositor Pedro Joaquín Chamorro une a moderados y rebeldes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) para derrocar a Somoza, quien huye en 1979
1984 – Daniel Ortega es elegido presidente
1990 – Ortega es derrotado en las elecciones por Violeta Chamorro
2006 – Tras perder dos elecciones, Ortega es reelegido tras redefinirse como cristiano socialista
2011 – Tras cambios constitucionales, se le permite a Ortega presentarse a la reelección y gana
2016 – Ortega es reelegido de nuevo
Fantasmas del pasado
Oscar René Vargas cree que la ecuación que se hace a puertas cerradas del palacio presidencial en Managua es simple: «Poder o muerte».
Se refiere tanto a una muerte política como física. Cree que un fantasma de la Guerra Fría en particular acecha los pensamientos de Ortega.
«Tienen miedo de acabar como Nicolae Ceausescu en Rumanía», comenta, refiriéndose al líder comunista de ese país que fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento tras una revuelta nacional en diciembre de 1989. «Creo que ese escenario está presente en su mente. «
Para Gioconda Belli hay otra experiencia que también acecha a Ortega: su derrota electoral en 1990. La pérdida de la presidencia le dejó una profunda huella y le tomó casi dos décadas recuperar el poder. Ahora parece decidido a conservarlo a cualquier precio.
En una señal de que el pasado está siempre presente en Nicaragua, su rival en ese momento fue Violeta Chamorro, esposa de Pedro Joaquín, el periodista asesinado, y madre de Cristiana Chamorro, quien fue puesta bajo arresto domiciliario a principios de este mes.
«El emperador no tiene ropa, el emperador está desnudo», dice Belli. «Eso es lo que le dijo Pedro Joaquín a Somoza y eso es lo que le está pasando a Ortega desde 2018. Pero como no tienen capacidad de autorreflexión sobre las cosas que han hecho, en lugar de eso culpan a la gente».