Es difícil imaginarse a Estados Unidos como un país socialista. Quienes han hecho el ejercicio mental prevén la caída de una potencia mundial que siempre se ha puesto como prioridad a sí misma. Varias tesis giran en torno a este camino, ahora que el gobierno de turno defiende peligrosos ideales.
El país está pasando por acontecimientos que han merecido cuestionamientos y críticas. Varias ideas emanadas desde el Congreso, como sumar jueces a la Corte Suprema, se convierten en los cuatro pasos para derrotar al capitalismo y hacer la transición al socialismo, el planteamiento viene del columnista de The Mercury, Bill Shea. Para el autor, lo que está sucediendo está sacado directamente del manual marxista comunista.
Para entenderlo hay que volver al concepto básico del socialismo explicado en su columna: el socialismo es una teoría económica y política que aboga por la propiedad y administración colectiva o gubernamental de los medios de producción y distribución de bienes. No existe la propiedad privada, ni la libertad del individuo.
Suena familiar. Las exigencias que más se reiteraban entre los demócratas de una manera supuestamente inocente eran la educación gratuita y el programa «Medicare para todos» . Empezó por ahí y ahora la presión es mayor. De acá se develan los cuatro pasos expuestos en su columna. Las reformas electorales, el aumento de impuestos y la guerra contra Trump son muestra de ello.
Paso a paso
Hay que ver en perspectiva a lo que se refiere el autor y comprobar que uno a uno, la nueva administración está llevando al país por esa senda.
El primer paso es causar ira y desconfianza hacia el gobierno entre las masas. Esto lo vimos con el gobierno de Trump. Dentro del partido demócrata comenzaron a levantarse voces radicales como la de Alexandria Ocasio-Cortez y su «escuadrón», enfocadas en políticas de extrema izquierda.
Su colega, Jamaal Bowman, había vociferado lo que pensaba del entonces modelo de gobierno. “El capitalismo es esclavitud con otro nombre”, dijo. Esto y más, marcaba un primer peligroso avance del socialismo en el país.
El segundo, tiene que ver con pretender «poder restaurar la paz y la tranquilidad». En efecto, ocurrió con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, su promesa fue unificar a los estadounidenses, algo que está lejos de ocurrir.
Durante sus 100 primeros días no hizo más firmar órdenes que derogaron las antiguas decisiones de Trump y comenzaron a separar a EE.UU. del lema «America first». Sin embargo, para el bando socialista esto significa paz.
Le sigue la consolidación del control entre un grupo político. Hasta ahora, el plato fuerte del partido. Los demócratas están preparando proyectos de ley para cambiar el proceso electoral, como federalizar las elecciones que entre muchas cosas, permitiría el registro de votantes el mismo día o admitir que se cuenten las boletas que lleguen 10 días después de la elección.
También está el empaquetamiento de la Corte, una peligrosa idea para sumar cuatro nuevos jueces, quienes evidentemente serían elegidos por la actual administración.
De cuarto lugar está crear leyes para endeudar a la gente con el nuevo gobierno. ¿A quién no se le viene a la mente el aumento de impuestos? Una carga que pesaría sobre empresas y posiblemente sobre los ciudadanos. Las empresas deberán pagar más impuestos por sus actividades dentro y fuera del país. Los estadounidenses quizás vean impuestos en sus recorridos en auto. El objetivo final es financiar un gran proyecto destinado a infraestructura «y necesidades internas».
Socialismo vs capitalismo
Todo este argumento no es aislado. Lawrence Reed, presidente emérito de la Fundación para la Educación Económica (FEE) esboza por qué el socialismo es en esencia, antisocial.
«Es el estado del bienestar, donde los políticos se recuperan y el resto pagamos la tarifa».
No sería más que una utopía comunitaria donde todos reciben una porción igual sin importar el esfuerzo, hasta que todos mueren de hambre, advierte Reed. Para entender los contrastes entre socialismo y capitalismo, pone el ejemplo en los lazos internacionales.
«Cuando se trata de ayuda exterior, los países capitalistas son los donantes y los países socialistas los receptores. No puede regalarlo o compartirlo con nadie si no lo crea en primer lugar, y el socialismo no ofrece absolutamente ninguna teoría sobre la creación de riqueza, solo la confiscación y el consumo de esta», explica.
Los planes de los socialistas son más importantes que los planes de los individuos, es uno de sus planteamientos. El experto está en lo cierto. El espejo más claro es Venezuela, donde la élite dictatorial puso sus planes adelante, sin importar las aspiraciones de la población.
Pero aún hay otra alternativa y de eso se valen los especialistas y los políticos republicanos. El año que viene serán las elecciones para renovar gobernadores, Cámara de Representantes y una parte del Senado. Dos años después llegarán las elecciones presidenciales que serán decisivas para el rumbo que seguirá el país.
Fuente: PanamPost