El presidente Luiz Inácio Lula da Silva inició el año nuevo como el mandatario número 39 de Brasil. En su discurso inaugural habló de reconciliación y de juicios a genocidas, de crecimiento económico y grandes subsidios, de prosperidad y desprivatización. Poco después de su discurso el mercado de valores de Brasil se puso nervioso, los activos se desplomaron y el dólar subió.
El presidente Lula dijo lo que sus seguidores querían escuchar. Más programas sociales, combate a la pobreza, protección de la Amazonia y mayor control sobre las armas de fuego. También hubo espacio, bastante, para las duras críticas al expresidente Jair Bolsonaro y lo que llamó un gobierno “oscurantista”.
El líder izquierdista comenzó mal en términos de administración del Estado. Anunció un gigantesco gabinete de 37 ministerios. Más grande, más costoso y más burocrático que el de su predecesor. 26 hombres y 11 mujeres. No cumplió la promesa de paridad de género.
La llegada de Lula causa lunes negro para Brasil. La Bolsa de Sao Paulo se desplomó 3,1 %. Las acciones de Petrobras cayeron 6,5 % y el dólar se disparó en 1,2 %. Quizás el tema de desmontar la privatización de empresas y llamar “estupidez” al techo de gasto público, no fueron muy bien recibidas por el mercado y los inversionistas.
El exministro de Hacienda de Lula, Fezenda Meirelles, también se mostró crítico del mandatario. “Ha declarado y tomado algunas medidas para tener una política económica en la que el aumento del gasto público y la intervención en las empresas estatales impulsará el crecimiento económico. La experiencia demuestra que eso no es lo que sucede”.
Gobernando por decreto
Lejos de la idea de avanzar por diálogo, consenso y unidad, Lula ha comenzado gobernando a punta de decretos. En sus primeras horas de mandato lleva 52 decretos y 4 medidas provisorias. El énfasis principal de estas decisiones ejecutivas está dirigido a promover programas sociales, freno a privatizaciones y la protección del medioambiente.
Subsidios y la teoría de regalar lo ajeno
Al igual que otros presidentes de izquierda radical, Lula ha comenzado a fortalecer un Estado paternalista y a regalar lo ajeno. Esto incluye subsidios para los precios de combustibles y garantizar al menos 112 dólares mensuales para 21 millones de familias pobres. Bolsa Familia está de regreso y papá Estado también.
Ser felices de nuevo. Aunque el lema del presidente Lula suena esperanzador, los desafíos son enormes y la economía no es la misma que en los dos primeros mandatos del líder del PT. Brasil enfrenta una crisis económica producto de la pandemia y la política de subsidios parece desconocer esas realidades.
Promete castigar a los genocidas
Lula, quien aseguró traer un mensaje de paz y amor, parece ir por la revancha. Advirtió que los responsables del “genocidio” de 680.000 brasileños durante la pandemia, deben ser investigados y castigados.
Un eterno defensor de dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela
Aunque en términos de política exterior no ha dado mucho detalle, sus dos primeros gobiernos nos dan una pista. Lula fue un fiel defensor de las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Durante 8 años jamás miró asesinatos, torturas o exilios en ninguno de los países mencionados.
Lula apoyó al régimen de Cuba al recibir a más de 8000 galenos como parte del programa Más Médicos. Un sistema “solidario” en el que la dictadura de La Habana se queda con casi el 80 % del ingreso de los trabajadores.
Amigo fiel de Ortega
En noviembre de 2021, Lula dijo: “¿Por qué Angela Merkel puede estar 16 años en el poder y Ortega no?”. En agosto de este año Lula se refirió a la oposición venezolana y Juan Guaidó diciendo que era “un farsante que se autoproclamó presidente… debería estar preso”. En julio de 2021, Lula elogió a la dictadura cubana y aseguró que “si Cuba no tuviera bloqueo sería como Holanda”.
En este nuevo mandato el líder del Partido de los Trabajadores (PT), quizás apueste por una política exterior menos ideológica y más respetuosa de los derechos humanos. Quizás se enfoque más en el comercio y el desarrollo sostenible. La economía está más débil que en su primer mandato y la oposición está más fuerte en el Congreso. Un nuevo liderazgo es fundamental. Un gobierno de todos es lo que se necesita. Los días de sindicalista deben quedar atrás. Es tiempo de gobernar al país más grande de América Latina. Suerte.