sábado, noviembre 2, 2024
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Lula electo con estrecho margen y sin piso político para gobernar.

Con la impunidad del Supremo Tribunal Federal (STF), el ventajismo del Tribunal Superior Electoral (TSE) y la canonización en la prensa local y extranjera, el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva fue electo nuevamente como presidente de Brasil por un estrecho margen para asumir un mandato complicado, pues tendrá el Congreso y más de la mitad de los gobernadores en contra. Tan solo un punto y medio lo separa del presidente Jair Bolsonaro que buscaba la reelección y, según el resultado oficial, alcanzó 49,1 % de los votos frente a 50,8 % del candidato del Partido de los Trabajadores (PT).

La polarización que marcó la campaña se acentuó durante la jornada de votación que se inició con la denuncia del presunto aumento de operativos policiales con los que se habría pretendido obstruir el desplazamiento de electores, sobre todo en la región del nordeste –bastión de Lula–, según denunció el partido del hoy presidente electo, que incluso pidió el arresto del director de la Policía Federal de Carreteras, Silvinei Vasques, por supuestamente incumplir una orden judicial de Alexandre de Moraes, magistrado de la máxima corte del país y quien además preside el organismo electoral, que en una rueda de prensa al final de la tarde aclaró que los operativos policiales no impidieron el voto a ningún elector, pero informó que se abrirá una investigación al respecto.

Lula y Bolsonaro preservaron sus bastiones
Manteniendo un comportamiento similar a la primera vuelta, Bolsonaro ganó en los estados del sur del país, así como en Roraima, fronterizo con Venezuela; mientras que Lula conservó su amplia ventaja en la región nordeste. El estado de Bahía fue sin duda el que le aseguró al fundador del Foro de Sao Paulo ser nuevamente electo, al conseguir allí una diferencia de más de 3,6 millones de votos.

Por su parte, Bolsonaro mantuvo su amplia preferencia en Sao Paulo y Río de Janeiro, con una ventaja de 11 % y 13 %, respectivamente, y además logró reducir la brecha en Minas Gerais, donde Lula ganó en primera vuelta con 4 puntos de ventaja y en esta oportunidad logró imponerse por apenas 0,2 %, pero no fue suficiente para voltear la elección.

Sin mayoría en el Congreso y con solo ocho gobernadores
Es un triunfo amargo para Lula, quien deberá gobernar con un Congreso mayoritariamente de derecha, luego de que el Partido Liberal (PL) —de Bolsonaro— lograra 99 escaños de 513 de la Cámara de Representantes y 14 de las 27 bancas que se disputaron al Senado, convirtiéndose con sus aliados en la principal fuerza política en ambas cámaras. El Ejecutivo izquierdista podrá buscar coincidencias con organizaciones políticas de centro, pero los números los tendrá muy cuesta arriba y las dificultades matemáticas complicarán muchas de sus iniciativas.

Tampoco tendrá a su favor los gobiernos regionales. De las 27 gobernaciones, en la primera vuelta el bolsonarismo se impuso en nueve, mientras que el partido de Lula consiguió cinco. Y en esta segunda vuelta el PT sumó más derrotas. Tarcísio Gomes de Freitas, candidato de Bolsonaro en Sao Paulo, se impuso con una cómoda ventaja sobre el abanderado de Lula, Fernando Haddad.

El ahora presidente electo Lula da Silva sufrió un duro revés en su natal Pernambuco, donde a pesar de haberse impuesto para la presidencia, perdió su candidata a la gobernación por 15 puntos. En Amazonas también fue derrotado el candidato del PT, así como en Sergipe y Santa Catarina. Lula logró sumar en esta segunda vuelta tres gobernadores (Bahía, Paraíba y Alagoas), para alcanzar un total de ocho de 27 mandatarios regionales. Pero los estados de Sao Paulo, Minas Gerais y Río de Janeiro (los tres más poblados donde viven casi 45 % de los brasileños) estarán gobernados por el bolsonarismo.

¿Cuánto le debe Lula a Alexandre de Moraes?
Luiz Inácio Lula da Silva no habría logrado ser electo presidente de Brasil sin la ayuda del STF –dominado por ministros designados por el PT– que le anuló las dos condenas que pagaba por corrupción y le restituyó los derechos políticos para que pudiera inscribir su candidatura, alegando tecnicismos procesales que desacreditaban al juez que lo juzgó, pero nunca se determinó que fuera inocente de haber formado parte de la mayor trama de corrupción en la historia de Brasil y de Latinoamérica por la que fue sentenciado.

Entre estos magistrados del máximo tribunal que votaron a favor de anularle las condenas a Lula se encontraba Alexandre de Moraes, que además preside el Tribunal Superior Electoral, quien no solo enfrentó abiertamente al presidente Jair Bolsonaro durante la campaña por cuestionar el voto electrónico sin posibilidad de auditoría sino que además desestimó en su totalidad las denuncias presentadas por el Partido Liberal sobre la no transmisión de 154.085 anuncios de Bolsonaro en el camino a la segunda vuelta, sobre todo en la región del nordeste, donde Lula ganó el 2 de octubre, pese a que la ley garantiza el derecho a propaganda gratuita en igualdad de condiciones para los candidatos. Además, el TSE prohibió durante la campaña llamar a Lula “ladrón”, “corrupto” o “exconvicto” alegando un supuesto “combate a la desinformación” y “protección de la democracia” que hasta medios progresistas como el New York Times cuestionaron.

Los medios al servicio de la izquierda
Las encuestas, que fueron las grandes derrotadas en la primera vuelta, se reivindicaron para el balotaje al acertar el resultado cerrado a favor de Lula, pero sin que pueda quedar en el olvido el hecho de que llegaron a darle 14 puntos de ventaja al candidato izquierdista y la posibilidad de haber ganado en primera vuelta el 2 de octubre cuando en esa votación la brecha terminó siendo de cinco puntos.

La mayor parte de la prensa local e internacional se sumó a esta campaña que buscaba impulsar la candidatura de Lula por encima de la de Bolsonaro. Si bien las encuestadoras ya no podían arriesgar más su credibilidad, los medios alineados con la izquierda no disimularon en su intento por lavarle la cara al exmandatario que estuvo condenado por corrupción, evitando recordar su pasado y optando por romantizar su figura presentándolo como el candidato “progresista” en vez de “ultraizquierdista” o de “extrema izquierda”, mientras con Bolsonaro no escatimaban a la hora de ubicarlo en la “extrema derecha” como el “líder ultraderechista”, olvidando que es el presidente en ejercicio y que el buen desempeño de su gestión en materia económica y de seguridad, así como el respeto a las instituciones pese a tener en contra el Poder Judicial, demostraron su talante democrático. Pero, en pocas palabras, la prensa satanizó a Bolsonaro y prácticamente elevó a la santidad a Lula para que lograra se electo nuevamente como presidente de Brasil.

Fuente: Panampost

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