En su visita a China, el presidente de Brasil Luis Ignacio Lula da Silva ha recordado al mundo que es un jefe populista, con retórica antimperialista, sostenedor de dictaduras y no democrático. Como jefe del Estado de Brasil trata de llevar a su país a una alianza con las dos dictaduras más importantes del mundo que son China y Rusia, imponiendo una política exterior antidemocrática a Brasil para favorecer los intereses del castrochavismo.
Lula empezó su visita a China cuestionando el “uso del dólar como moneda global, apenas semanas después de que su gobierno acordara con Pekín comerciar con sus propias monedas y dejar de lado la divisa estadounidense”. Luego, respaldando la propuesta de China se propuso como mediador junto con China respecto a la invasión de Rusia a Ucrania y más tarde expresó que “Estados Unidos debería dejar de fomentar la guerra y comenzar a hablar de paz”, con una alusión similar a la Unión Europea.
Lula propuso directamente que “Brasil y China se asocien para equilibrar la geopolítica mundial” y señalando a Estados Unidos expresó que “nadie me va a prohibir” la profundización de relaciones con China.
Estamos ante un hito de cambio de la política exterior de Brasil, que sin duda se produce al margen de las estrategias de la Cancillería brasilera, del Congreso de ese país y de sus propios intereses.
La importancia y gravedad de este posicionamiento radica en que Lula solo sigue la política del socialismo del siglo XXI o castrochavismo del que es miembro activo y líder histórico. Al apoyar a las dictaduras de China y Rusia busca soporte para las dictaduras del castrochavismo en las Américas, encubrir sus crímenes de los que forma parte (lavajato) y reactivar la despreciada narrativa de los narcoestados de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
Lula es el creador del Foro de Sao Paolo con Fidel Castro, que organizaron para sostener la dictadura de Cuba cuando se producía la caída del Muro de Berlín y la derrota del comunismo con la implosión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas URSS. El Foro de Sao Paolo terminó siendo el brazo criminal de la operación castrista y luego castrochavista en las Américas y el mundo, con terroristas, narcotraficantes y operaciones al servicio de la conspiración, la corrupción y la impunidad.
El planteamiento de Lula en China, no es el de Brasil, es solo el alineamiento del jefe castrochavista que detenta el poder del país más importante de Latinoamérica con las dictaduras que tratan de crear una nueva bipolaridad mundial pasando de la confrontación del comunismo contra el capitalismo a la de las dictaduras contra la democracia.
Lula ha roto auto proclamada neutralidad de Brasil ante la invasión de Rusia a Ucrania, se ha convertido en cómplice y encubridor de los crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos por Rusia en Ucrania, ha abandonado la idoneidad de un Jefe de Estado por la obsecuencia de un militante subordinado a consignas de ideologías extinguidas y derrotadas que hoy forman parte del crimen organizado trasnacional. Ha subordinado Brasil a China y Rusia sin beneficio alguno para los brasileros.
Penoso papel para el presidente de un País tan grande como Brasil, digno de mejor suerte y representación, que debe formular y ejecutar su política exterior en base a sus “intereses y principios”. Los intereses de Brasil están determinados por su desarrollo, influencia y poderío regional y mundial; sus principios siempre han sido la libertad, democracia, respeto a los derechos humanos, propiedad privada y “orden y progreso” como lo proclaman sus símbolos nacionales.
La acción de Lula no obedece a los intereses de Brasil, es la política exterior del castrochavismo, del socialismo del siglo XXI, eventualmente diseñada en Cuba con injerencia Rusia y China. Un acto de intervención sobre Brasil pretende reactivar un bipolarismo mundial teniendo como jefe a la China y como operador violento a Rusia, con Irán como amenaza terrorista sobre Israel y el mundo libre, con Corea del Norte como detonador de crisis permanentes y con el castrochavismo con las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua como plataformas de ataque contra las democracias de las Américas.
Ha caído el telón de los disimulos, se ha activado la fase de la agresión directa en busca de un nuevo mundo bipolar con el pretexto de la paz para justificar la derrota que sufre Rusia en su invasión a Ucrania. Una falsa narrativa para disfrazar las dictaduras, los crímenes de lesa humanidad y el terrorismo de Estado de China, Rusia, Irán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y más, de pacifismo con discurso antiimperialista y ahora de anti dolarización por la quiebra de la economías dictatoriales.