Esto deja en evidencia algo que la encuesta no puede medir, pero que no por eso deja de ser menos cierto y concreto: el capital político más fuerte que tiene cada uno es la existencia y la vigencia del otro. Si uno diera un paso al costado, cualquiera, el otro perdería razón de ser. Parece una historia de un comic de superhéroes y villanos.
La última semana, Mauricio Macri volvió a conversar con los medios y aseguró que su espacio recuperará el poder en 2023. Aunque dijo que trabaja fuertemente para potenciar el resto de los liderazgos, su actitud demuestra todo lo contrario. Su retorno a la prensa y las redes sociales, sus expresiones políticas y sus frases candentes manifiestan su verdadera intención: el retorno. De él, no de Juntos por el Cambio.
Por el lado de Kirchner, más allá de su complicado panorama judicial, también suena utópica la opción del retiro. Nadie puede imaginársela en un rol secundario legislativo como a Carlos Menem o de “consultora eventual” como a Eduardo Duhalde. Sin embargo, lo mejor que podrían hacer es dar un paso al costado. Ambos.
Argentina haría negocio y podría tener una oportunidad, aunque tenga que otorgarles una amnistía para cada uno. Lamentablemente no nos da el cuero para un retiro honroso como el del abrazo que Mujica y Sanguinetti le regalaron al mundo, acá a unos kilómetros cruzando el charco.
Zombies que muerden y haciendo daño
A pesar de no estar ocupando el sillón de Rivadavia, desde donde hicieron bastante daño ambos, Mauricio y Cristina siguen teniendo mucho que ver con las problemáticas de la actualidad. También aportan mucho para que sigamos lejos de las soluciones.
Por el lado de Macri, su responsabilidad es mayúscula. El frente populista volvió porque el expresidente no dio el brazo a torcer y se presentó en medio de la crisis económica de la que su gestión fue responsable. De haber dejado su lugar, la fórmula “Pichetto-alguien”, cualquiera, ganaba las elecciones. Aunque el macrismo no lo reconozca, el triunfo de la actual coalición peronista tiene a un Mauricio responsable en dos instancias: la gestión fallida que evitó las reformas necesarias y su candidatura orgullosa, sin chances y condenada al fracaso
Kirchner fue un poco más hábil que Macri y decidió correrse a la vicepresidencia, sabiendo que medio país no puede ni verla. De esta manera consiguió un pequeño (pero fundamental) porcentual del electorado que compró el discurso moderado de su candidato y excrítico. Pero su presencia y la de su espacio condiciona por completo al actual mandatario. Es por esto que Alberto no tiene mandato. Ninguno. Ganó las elecciones diciendo que iba a volver a prender «el motor de las fábricas». En un momento donde es fundamental el rumbo, el programa y la confianza, el Frente de Todos carece de rumbo y ni siquiera se pone de acuerdo en temas como Venezuela o la importancia de la propiedad privada en Argentina. Como si esto fuera poco, ahora se pelean por el aborto.
No va a ocurrir, claro. Pero lo mejor que podrían hacer es irse juntos. Dar un paso al costado, los dos. Sería una muestra de civilización sin precedentes para Argentina. Pero si fuéramos civilizados no tendríamos esta dirigencia política y nuestra suerte no dependería del retiro de dos obstinados, que son el principal palo en la rueda que tiene hoy el país.