Es un hecho que las relaciones entre la dictadura venezolana de Nicolás Maduro y el régimen islámico de Irán están más estrechas que nunca cuando se habla de que el país del Medio Oriente se encargará de renovar el complejo de refinación más grande que posee el país caribeño. Al tener las mayor reservas petroleras de todo el mundo, Venezuela no solo se convierte en un aliado comercial importante para autoritarismos de ese lado del mundo, sino también en un cómplice estratégico dada su ubicación en Occidente por su cercanía con Estados Unidos.
Así, la Compañía Nacional de Refinación y Distribución de Petróleo de Irán (NIORDC) se encargará de aumentar la producción de combustible en el Centro de refinación Paraguaná a través de la restauración de su capacidad de destilación de crudo. Trabajará en conjunto con la estatal PDVSA, lo cual oficializa el profundo grado de participación que Irán tiene sobre el petróleo venezolano.
Maduro necesita esas alianzas luego de años de nula inversión y robos multimillonarios a las arcas del Estado. Sumado a eso, tampoco podía vender libremente el crudo dadas las sanciones estadounidenses que cortaron el flujo de ingresos a la dictadura chavista. Las cosas comenzaron a cambiar con la presidencia de Joe Biden en EE. UU. y eso le ha dado respiro al régimen para restablecerse en el mercado, como el permiso que concedió la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) a Trinidad y Tobago para que desarrolle actividades en un importante yacimiento de gas conocido como el campo Dragón, con 4,2 billones de pies cúbicos de reservas en el lado venezolano.
Pago millonario para Irán
Los lazos con Teherán se fueron tejiendo primero en términos diplomáticos cuando Hugo Chávez vivía y luego se perpetuaron con Maduro al recibir buques con gasolina para satisfacer la demanda que había en las calles con largas colas en el año 2020. De esta manera la dependencia se hizo mayor.
Según Reuters, la iraní NIORDC ya había firmado en mayo de 2022 un contrato con PDVSA por 110 millones de euros para reparar la refinería de El Palito, la más pequeña de Venezuela, con capacidad de producir 146.000 barriles de petróleo diarios (bpd). Pero el contrato para renovar el Centro de refinación Paraguaná con capacidad de 955.000 bpd llega a unos 460 millones de euros. El trato se cerró en Caracas con la reciente visita del canciller de Irán a propósito de la gira que también lo llevó a Nicaragua.
Hay detalles no menos importantes en el hecho de que Irán tenga participación formal en la industria petrolera venezolana. Por ejemplo, que va a renovar cinco de nueve unidades de destilación del complejo. Eso deja a cargo del régimen islámico «de la adquisición, instalación e inspección de piezas antes de devolver las operaciones de la refinería a PDVSA», dijeron dos personas a Reuters que declararon bajo anonimato.
No solo eso, para sustituir tecnología estadounidense usada originalmente en la construcción del centro de refinación, usarán equipos y piezas chinas e iraníes. Tal como especialistas han advertido cuando se trata de adoptar tecnología extranjera sea en el campo militar, tecnológico o comercial, usar componentes de un país diferente —y con objetivos expansionistas— garantiza que esa potencia siempre va a tener control e influencia sobre el país que lo contrata ya que deben hacer mantenimiento continuo. Entonces, cortar lazos a futuro se hace más complicado.
Trabajadores extranjeros
El argumento anterior se comprueba con el hecho de que la petrolera iraní espera la llegada a Venezuela de no menos de 400 trabajadores. Por eso, «a los funcionarios venezolanos se les asignó la tarea de encontrar viviendas temporales y vehículos» aunque se desconoce fecha de llegada. Trabajarán de la mano con unos 1000 a 1500 empleados y contratistas locales.
Sin embargo, ya hay un antecedente que remarca la agencia de noticias. Para la anterior reforma de El Palito fueron enviados a casa trabajadores venezolanos para dar paso a iraníes. Con esta dependencia, Maduro espera volver a alcanzar una producción decente de petróleo, que marcaba 3.120.000 bpd antes de que el chavismo llegara al poder en Venezuela y que en noviembre de 2022 apenas llegó a 693.000 bpd según la OPEP.