IBÉYISE PACHECO,
Como si borrando unas rayitas en un mapa se pudiese cambiar la realidad de un país, de un continente. Al tema del Esequibo, Maduro le da relevancia ahora que el pueblo lo ha humillado al ignorar su llamado a participar en un referéndum consultivo.
La decisión del mapa sería risible por lo infantil si no supiéramos que quien lo anuncia controla los poderes del Estado venezolano; un personaje vulnerable, sujeto hoy de ideas peligrosas, un ser asediado por sus temores que son alimentados por un entorno que saliva esperando que caiga de una buena vez.
Como si jugara Stratego, ahora mueve soldados hacia una zona que nunca le importó al chavismo. La soberbia del poder, de la riqueza petrolera, de la visión geopolítica fantasiosa e irresponsable, despreciaban al Esequibo por ser un territorio con gente pobre, mientras en contraste privilegiaban a los hombres más poderosos del mundo que estaban en su agenda.
Y mírenlo ahora. Nicolás Maduro expone su miedo a medirse en elecciones.
Nunca pensó que 90 por ciento de los votantes venezolanos le darían la espalda a la convocatoria de su referéndum consultivo. Se había dejado convencer por una fórmula casi siempre exitosa: el amor por la patria. Apostó también a que su maquinaria cargada de armas como el chantaje y el miedo junto a la cotidiana censura, lograrían arrear a votantes resistentes a participar. Y se equivocó.
Nicolás Maduro tampoco había imaginado que dos y millones y medio de venezolanos participarían en la elección primaria opositora y que, de ellos, más de dos millones 200 mil votarían por María Corina Machado. Es decir, sabía que ella triunfaría, pero nunca de esa manera.
Así que hoy Nicolás Maduro está en aprietos. Ha pasado a convertirse en un estorbo para propios y extraños. Para locales y extranjeros, civiles y militares, para opositores y especialmente para los del Psuv.
A diferencia de quienes creen que la parodia del Consejo Nacional Electoral que oficializó el desastre del referéndum consultivo fue una presentación armada deliberadamente por el oficialismo para desalentar el voto opositor en vista de la futura elección presidencial, opino que la circunstancia se les fue de las manos. Elvis Amoroso en su rol les resultó, como diría mi abuela, “aguado”. Tartajeante y torpe, haciendo maromas con las cifras, confundiendo votos con votantes, disminuyendo el cómputo final anunciado el día anterior, fue patético. La ausencia de rigor en los datos emitidos y el no informar sobre números esenciales evidenciaron al poder electoral enredado en su trampa y su falsedad.
La abstención fue implacable. A pesar de los esfuerzos y las mentiras, a la versión oficialista le fue imposible construir una participación que nunca existió. Los cálculos del director de la encuestadora Delphos, Félix Seijas, desmontan en un segundo cualquier intento de alterar la realidad: “la participación que ha anunciado el CNE equivale a un promedio de un votante cada dos minutos durante cada una de las horas en las mesas”. Eso no sucedió ni remotamente. Y cada venezolano lo sabe.
Las imágenes en los centros de votación resultaron brutales. Hay más gente en un desierto. No hay manera de modificar esa realidad. Ni operativos, ni amenazas, ni gritos, ni promesas. La gente no salió, y no por un acto de valentía (que en Venezuela también hay que serlo pata hacerlo), lo cierto es que el hartazgo se llevó el titular. Se trató de un acto de rebeldía, un mensaje lapidario contra la pandilla de ladrones desalmados que ha destrozado el país, fracturado las familias, convertido a Venezuela en el patio de bolas del crimen organizado.
Todo esto podría ser alentador…en condiciones de libertad y democracia. Pero no es así. La élite inescrupulosa que ocupa Miraflores es capaz de llevar a Venezuela a la guerra. Los escenarios que ha ido utilizando Maduro disfrazados de procesos democráticos han sido parte de la estrategia de opacar el triunfo de María Corina. El resultado ha empeorado las cosas para él, pero eso lejos de detenerlo, le ha activado su pánico y desesperación. Eso y otros elementos de información han llevado a que algunos expertos adviertan que es necesario considerar que Maduro podría atreverse a dar el paso temerario del conflicto bélico. ¿Lo quieren los militares venezolanos? Muchos oficiales susurran que no, pero a la guerra mandan a los pobres, a los más vulnerables.
En paralelo, ordenó la persecución jurídica contra políticos y el equipo de María Corina demostrando que Fiscalía y tribunales son parte de su estructura.
Maduro está jugando con fuego.