La llegada de Sergio Rubinstein al Ministerio de Economía de Sergio Massa fue compleja. Apenas fue nombrado informalmente con una notificación off the record a la prensa, sus tuits “antikirchneristas” salieron a la luz y su confirmación tardó varios días en materializarse. Es que, el perfil “ortodoxo” del economista técnico que quería el flamante ministro no tiene nada que ver con las banderas del oficialismo. Y si le sumamos las cosas que dijo en el pasado sobre Cristina Fernández y compañía, la cosa es todavía más complicada. Pero Massa pudo subirlo a bordo y comenzaron a gestionar el ajuste, que solo puede hacer el peronismo sin estallido social. Sin embargo, la filtración de un paper de supuesta autoría del viceministro, donde adelantaba una nueva devaluación en Argentina encendió varias alarmas.
Según el documento filtrado, el nuevo viceministro pensaba llevar el dólar oficial a los 200 pesos el próximo primero de septiembre a las diez de la mañana, con la apertura del mercado. Cabe destacar que el “precio” del regulado actualmente (que solo sirve para robarle al sector agroexportador que tiene que liquidar las divisas al ingreso) es de 140. El “libre” supera los 290.
Es claro que el tipo de cambio oficial no puede mantenerse en el tiempo. Su valor artificial, si bien le hace conseguir divisas al Estado de las exportaciones, les genera a las arcas públicas otros agujeros de salida: los dólares que tienen que entregar para importaciones, la compra de energía al exterior, los regulados del “dólar solidario” para trabajadores del sector formal, etcétera. Y aunque el “oficial” de a poco fue subiendo gradualmente, la inflación termina atrasando el tipo de cambio todos los días.
Uno puede especular sobre cuál sería el valor del dólar si se libera la divisa. Puede que el blue, que en el interinato de Silvina Batakis llegó a 350 pesos, cargue en su cotización el factor incertidumbre, y que el precio de equilibrio pueda estar un poco por debajo. Pero, sin ningún lugar a dudas, el precio real del dólar está mucho más cerca de los 300 que de los 150. Eso es indiscutido. El que lo dude, que venda sus dólares a 200 pesos, que yo le compro.
«En función de cosas que están apareciendo en Twitter, de que el jueves va a haber una devaluación por algo que podría haber pensado yo. Les aseguro 100% que no va a haber devaluación, por lo menos no este jueves”, dijo Rubinstein en un audio de Whatsapp que mandó a filtrar esta semana y llegó a todos lados.
Según la Real Academia Española, devaluación significa «rebajar el valor de la moneda o de otra cosa». Aunque sea absolutamente retórico, cabe destacar que cualquier tipo de movimiento en el «precio» (que no es un precio, sino una resolución administrativa) del dólar oficial, y que lo acerque al valor del blue (libre), no es una devaluación. Es un mero sinceramiento.
Para devaluar habría que liberar el tipo de cambio, observar el precio de equilibrio, y luego, mediante alguna herramienta como la emisión monetaria, llevarlo a un nuevo valor. Si se terminan el cepo y los dólares diferenciados, y el precio de equilibro queda, por ejemplo, en 250, y se utiliza la mal llamada «política monetaria» para llevarlo a 350, podríamos hablar de devaluación. Todo lo que sea hoy entre 140 y 290 es solamente un sinceramiento.
Si uno acepta que una suba del oficial es sinónimo de devaluación, implícitamente le está dando el status de precio. Y si yo salgo a la calle con 140 pesos, no consigo un dólar. Por lo tanto, no es un precio.
Más allá de la terminología que afecta al momento del sinceramiento, aclarar estas cuestiones permite algo aún más importante: señalar a los verdaderos responsables de la devaluación de la moneda y a sus causas. En el caso argentino, cada devaluación tiene lugar ante cada aumento del dólar blue. Si los medios, en lugar de decir que «sube el dólar» dirían, o al menos también, que «baja el peso», la situación estaría un poco más clara y no harían falta estas aclaraciones burdas.