jueves, noviembre 14, 2024
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México 2021: la inversión huye, la pobreza crece, y AMLO se lanza como líder del globalismo rojo

A finales de 2020, hace ya un año, el presidente Andrés Manuel López Obrador ya se traía entre manos ir avanzando con la militarización de México. Cada vez más le encomendaba proyectos civiles al ejército, para tenerlo contento, para ganárselo, para amedrentar opositores y para blindar su “cuarta transformación”.
Al mismo tiempo, ya llevábamos cerca de 10 meses de pandemia y en Estados Unidos ya estaban vacunando en todos lados, en los Walmarts, en los HEBs, en las farmacias. Los mexicanos viajaban a Texas para inyectarse la vacuna contra el COVID-19, que estaba disponible, mientras que en México la repulsión que siente AMLO contra el empresariado se traducía en que no compartía las dosis con la iniciativa privada, con lo que lentificaba el proceso.
Voces en la sociedad civil le exigían que liberara la vacunación, para que la iniciativa privada ayudara a que todo mundo se pudiera vacunar, pero no.
En tanto, quienes se frotaban las manos para echar mano de su gran “poder blando” y aprovechar la necesidad del gobierno mexicano para quedar bien con sus electores duros, con la gente de escasos recursos en general, fueron Rusia —que competía a todo galope por entrar con su Sputnik V, muy buena en apariencia—, y China, con la Cansino —que se aplicó al magisterio—, y la Sinovac.
Por otro lado, fiel a su poca transparencia, el gobierno socialista de México se reservaba cerca de 8000 temas, entre los que más destacaban justamente los contratos de las vacunas, pero también el Tren Maya, y hasta la liberación ordenada por el presidente, de Ovidio, el hijo del Chapo Guzmán.
Mención aparte merece el aeropuerto de Santa Lucía, también totalmente con información reservada. Y cuya “inauguración” fue una burla, ahí por mitad de febrero, porque en realidad esa base aérea militar se construyó en 1952. Y ahora sólo se abrió una pista, aunque se presumió que había tenido lugar el “primer vuelo comercial” del aeropuerto Felipe Ángeles, pero tal vuelo no llevaba pasajeros.
Pura propaganda. ¿La realidad? Una planicie sin árboles, polvorienta, con edificaciones feas, como si fueran bodegas. Nada de que era la construcción “más importante y grande en el mundo”, como dijera el tabasqueño.
La reforma eléctrica ha sido un gran tema en 2021. AMLO aspira a la soberanía energética. En eso no está mal. Sino en cómo la planea. No quiere que los empresarios mexicanos le inviertan al sector energía. No le gusta. Quiere que la mayoría la tenga el gobierno.
Todo eso lo ha dicho desde febrero y hasta mitades de diciembre lo sigue reiterando. Según sus propias cuentas, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) genera por ahora 38 % de energía, mientras que la empresa privada maneja 62 %. No le gusta así. Quiere que el gobierno sea la parte dominante.
Además, el principal problema es que AMLO le ha apostado todo el año a las energías sucias. No a las limpias. Así, intenta salvar a Pemex, ese muerto que todos los mexicanos cargamos en la espalda. Uno que, eso sí, produce combustóleo a manos llenas, una basura. Es un residuo muy contaminante, que por las medidas ecológicas ya no hay dónde colocarlo en el mercado.
México debería tomar en cuenta a Islandia, que consume 81,6 % de energías limpias. O a Noruega, con 67,5 %. Y en el plano latino, al Brasil de Bolsonaro, con 37,2 %.
En marzo AMLO y Joe Biden hablaron por videollamada. Las izquierdas del continente se empezaban a articular. Al fin de año, México controla la CELAC, que preside pro tempore, y ahora también al Grupo de Puebla. Pronto vendrían las campañas electorales intermedias de México, y AMLO necesitaba una palmada en la espalda de Biden.
Pero al año siguiente, en 2022, con las elecciones intermedias en Estados Unidos, quien necesitará un apoyo grande del voto latino será Biden y su Partido Demócrata, con tantos problemas que tiene.
AMLO habla reiteradamente de austeridad, pero para las cosas que más le importan, en eso no aplica ninguna prudencia. En béisbol, por ejemplo, se gastó 1057 millones de pesos, sólo para dos estadios en el estado de Sonora. Y despilfarró 6,2 millones de dólares en pagar a la tiranía de Cuba por enviar a sus “médicos” a apoyar en tierras mexicanas.

Y al mismo tiempo, ha querido destruir a los organismos autónomos, porque para él gastan mucho dinero. Dice que sus secretarías absorberían todas las actividades y funciones de tales organismos. La verdad es que le encanta tener el control político, por eso quiere quitarles los fondos y desaparecerlos.
Pero quizá el mejor ejemplo de que la austeridad del Gobierno de Obrador es selectiva, es que, como le encanta y se especializa en ganar elecciones, se gasta una millonada en los operadores electorales, a los que se les ha llamado Servidores de la Nación.
Son quienes atienden directamente con la gente, a su base electoral. Estos brigadistas realmente hacen trabajo político y propaganda, lo malo que con nuestros impuestos. La nómina y gastos de operación de los Servidores de la Nación se eleva a 6.104 millones de pesos, por año.
La construcción del Eje Rojo latinoamericanista por parte de AMLO y su hiperactivo canciller Marcelo Ebrard continuó todo este 2021. Alberto Fernández viajó a México a fines de febrero. El presidente de Bolivia, Luis Arce, fue el 24 de marzo. Hubo reuniones de la CELAC.
2021 fue el año de las elecciones intermedias en México. Se jugaron 15 gubernaturas, los 500 diputados federales y alcaldías. Morena ganó los estados de Baja California, Baja California Sur, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas. También obtuvo 198 diputados, y el principal partido opositor, el PAN, 114.
Pasando las elecciones hubo algunos eventos que considero de seria trascendencia, y no sólo para México, sino para América Latina. El primero tuvo lugar el 18 de septiembre de 2021, cuando se celebró la 7ª. Cumbre de la CELAC en México, y a la que asisten varios tiranos socialistas, como Miguel Díaz-Canel y el perseguido por la DEA, Nicolás Maduro.
Ahí, López Obrador dijo como parte de su discurso: “Que las controversias sobre democracia y derechos humanos se diriman a petición de las partes en instancias verdaderamente neutrales creadas por los países de América y que la última palabra la tengan las agencias especializadas de la Organización de las Naciones Unidas”.
Ahí inició con su gran salto cuántico al globalismo. Porque había sido un socialista de corte más bien nacionalista, soberanista. Pero a partir de ese momento, se entrega a la ONU, para que sea esa institución la que decida, por ejemplo, si hay o no democracia y derechos humanos en los países socialistas de la región como en Cuba, Venezuela, Nicaragua o México.
Pero esta entrega no iba a ser a cambio de nada. Obviamente ya López Obrador tendría acordado algo con la ONU, para formar un globalismo rojo, que le conviniera a los gobiernos de izquierda agrupados en su CELAC, para lograr permanecer en el poder muchos años más, validados por Naciones Unidas.
Luego el 9 de Noviembre, AMLO se presenta e interviene en el Consejo de Seguridad de la ONU. Ahí habló de “instaurar un Estado Mundial de Fraternidad y Bienestar que garantice el derecho a una vida digna a 750 millones de personas que viven en condiciones de pobreza”. Ya hablar de un Estado Mundial es otro nivel para quien antes fuera un soberanista. Ahora ha pasado a ser el líder del globalismo rojo, el Robin Hood del marxismo posmoderno.
Ese Estado Mundial impulsaría su Plan de Fraternidad y Bienestar, que consiste en que los mil más ricos del mundo y las mil empresas más acaudaladas, donen el 4 % de sus fortunas, para destinarlas a los pobres. Y que los miembros del G-20, aporten el 0,2 % del PIB de sus países. Así, se podría juntar cerca de un billón de dólares, según los cálculos de López.
También propuso, de paso, que la ONU otorgue “certificados de solidaridad” a todos los que aporten dinero a ese fondo. Y que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), vistos como adversarios antaño, impulsores del neoliberalismo, deberían elaborar un censo de pobres a escala mundial, además de generar tarjetas electrónicas para que los fondos sean depositados directo a los beneficiarios de ese gran asistencialismo universal.
Por último, el 30 de noviembre y el 1º de diciembre, tuvo lugar en México el 7º Encuentro del Grupo de Puebla en México, que reunió 200 líderes de 19 países, entre ellos a José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno español entre 2004 y 2011; Rafael Correa, expresidente de Ecuador; Fernando Lugo, expresidente de Paraguay; Dilma Rousseff, pupila de Lula da Silva; y Marco Enríquez-Ominami, coordinador ejecutivo. El Grupo de Puebla retoma como suyas las propuestas de López Obrador, llamándolas “Modelo Solidario de Bienestar”.
Así, López Obrador hizo un gran año: ganó las elecciones, toreó al COVID-19, tomó liderazgo regional y ahora controla la CELAC y al Grupo de Puebla. No estuvo mal para él.
Para los mexicanos, la inflación está muy alta, y el kilo de jitomates que costaba cerca de 15 dólares, ahora puede costar el doble. Los homicidios dolosos siguen creciendo, los cárteles hacen lo que quieren y hasta usan drones libremente, como pasó en Michoacán hace unos días.
La pobreza ha aumentado desde que llegó AMLO. Ya hay ahora 55,7 millones de mexicanos en situación de pobreza, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).
Las expectativas electorales para la oposición en 2022 son casi nulas. Así acaba 2021.
Fuente: PanamPost

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