Estados Unidos rechazó “categóricamente” la pretensión de Pedro Castillo de alterar el orden constitucional de Perú. La Organización de Estados Americanos (OEA) también. Pero el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y su par colombiano, Gustavo Petro, lo victimizan y justifican su proceder a todas luces su proceder autoritario y antidemocrático por considerándolo una presa de los «intereses de las élites políticas y económicas».
Las voces de ambos mandatarios levantan sospechas sobre la tendencia a ser presidentes golpistas al contrariar la condena generalizada a la declaración de Estado de excepción por parte de Castillo para evadir las investigaciones en su contra por corrupción, tráfico de influencias y colusión que asomaban su inminente destitución, ordenando un toque de queda nacional, la disolución del Congreso y la reorganización del Poder Judicial, el Ministerio Público, la Junta Nacional de Justicia (JNJ) y el Tribunal Constitucional (TC) sin que Perú estuviera atravesando una conmoción nacional o catástrofe natural. La única emergencia era de carácter personal para Castillo salvarse de la vacancia y la cárcel.
El anuncio, calificado como «golpe de Estado» por las instituciones peruanas, entre ellas la Fiscalía, la Contraloría, la Defensoría, las Fuerzas Armada, policiales locales y los medios de comunicación parece ser poca cosa para Petro y AMLO. Ambos defienden a Castillo. Los dos culpan a otros por el accionar dictatorial del expresidente golpista que llevó en su destitución.
AMLO justifica golpe de Estado de Castillo
López Obrador respalda a Castillo sin disimulo. Se rehúsa a reconocer a la nueva mandataria de Perú, Dina Boluarte. «Eso lo va a resolver la Secretaría de Relaciones Exteriores, ellos están haciendo sus análisis sobre la situación, hay que esperar un tiempo, está muy fresco todo, sí nos tenemos que apegar a los principios constitucionales, de no intervención», dijo.
¿Congela las relaciones? Tampoco lo confirma. Esperará «unos días», alegando que es «lo más adecuado para evitar intervenir en asuntos internos».
Simpatiza con Castillo. Es todo. Exige que se respeten sus derechos humanos y las instancias actúen de acuerdo con la legalidad. También aboga por resguardo para la familia.
En un hilo en su cuenta de Twitter dijo que consideraba «lamentable» que «desde el comienzo de la presidencia legítima de Pedro Castillo, se haya mantenido una ambiente de confrontación y hostilidad en su contra hasta llevarlo a tomar decisiones que le han servido a sus adversarios para consumar su destitución». Nada dice del golpe de Estado que Castillo pretendió dar ni de las investigaciones en su contra. ¿Qué mensaje da al país un presidente que defiende acciones golpistas? ¿Haría lo mismo y culparía a sus adversarios de empujarlo a tomar esa decisión si se considera en un «ambiente de confrontación y hostilidad» similar?
AMLO admite que Castillo lo llamó por teléfono para pedirle asilo en la Embajada de México en Perú y estaba dispuesto a otorgárselo. De hecho, instruyó al canciller mexicano, Marcelo Ebrard, para que coordinara la entrada a la sede diplomática en Lima, pero «al poco tiempo tomaron la embajada con policías y ciudadanos, rodearon la embajada. Y él ni siquiera pudo salir, lo detuvieron de inmediato». Sin embargo, su apoyo para brindarle el beneficio sigue firme porque «es parte de la tradición».
Petro lamenta que Castillo «no logró la movilización del pueblo»
«Pedro Castillo por ser profesor de la Sierra y presidente de elección popular fue arrinconado desde el primer día. No logró la movilización del pueblo que lo eligió y se dejó llevar a un suicidio político y democrático». De esa forma, Gustavo Petro, fijó su postura a favor de Castillo en medio de la crisis que detonó en Perú y mantiene privado de libertad al expresidente golpista en el penal de Barbadillo, en el distrito limeño de Ate, donde también está recluido el expresidente Alberto Fujimori.
Para el mandatario colombiano «no es con juicios sin delito, o con golpes parlamentarios, que el progresismo no debe jamás imitar, como se construirá un camino pacífico, sólido y democrático para América Latina».
El mensaje de Petro va en la misma línea que fijó López Obrador. Es un cuestionamiento tácito a la vacancia declarada por el Congreso por «incapacidad moral permanente» contra Castillo, mientras destaca que este «se equivocó al tratar de usar el artículo de la Constitución peruana que permite disolver el Congreso que ya había decidido destituirlo sin respetar la voluntad popular».
Gustavo Pedro minimiza en el hilo publicado en su cuenta de Twitter las acciones golpistas del presidente peruano. Habla de «golpes parlamentarios», pero no hace referencia al golpe que intentó dar Castillo. Asume además el papel de juez al asegurar –sin el debido proceso– que se trataba de «juicios sin delito». Y tal vez lo más grave es que lamenta que «no logró la movilización del pueblo que lo eligió». Entonces, ¿habría respaldado que se consumara el golpe de Estado de Castillo si conseguía movilizar a su gente en las calles? ¿Es una confesión de que mantendrá movilizados a sus seguidores para que lo respalden si llegara a actuar de igual manera?
Si bien Gustavo Petro aclara que «la antidemocracia no se combate con antidemocracia», evita, al igual que AMLO, precisar las razones de esta defensa que ambos vociferan. ¿Son capaces de hacer lo mismo?, se pregunta Agustín Antonetti, de la fundación Libertad. ¿Son presidentes golpistas? Sentar precedentes siempre funciona. Para bien o para mal.