MARCO RUBIO,
Cuando planteé por primera vez el caso para el capitalismo del bien común y una política industrial pro-EEUU en el 2019, el establecimiento de Washington D.C., tanto de la izquierda como de la derecha, descartaron mis afirmaciones como una desviación peligrosa e innecesaria del consenso bipartidista posterior a la Guerra Fría. Ahora, tres años después y tras una pandemia, todos, desde los directores ejecutivos de Wall Street hasta el presidente de EEUU hablan de la necesidad de una economía más resistente. Pero a pesar de la retórica, las soluciones reales son pocas.
Por un lado, la necesidad de fortalecer la manufactura nacional es clara. La pandemia, los bloqueos absurdos por parte de China y la guerra en Ucrania han hecho dolorosamente obvio que no seguiremos siendo una gran potencia sin la capacidad de producir nuestros propios alimentos, energía, medicinas y otros bienes esenciales por nuestra cuenta. Por otro lado, las élites de Washington D.C. parecen incapaces de hacer un cambio real. Su idea de política industrial es pasar un proyecto de ley sobre el cambio climático que apoye la tecnología verde, la cual depende de componentes chinos o dejando la puerta abierta para que Pekín robe miles de millones de dólares en inversiones críticas de investigación y desarrollo.
Esa es una receta para el fracaso y sería el declive de nuestro país. No podemos permitir que eso suceda. Razón por la cual estoy enfocado en avanzar legislaciones para construir una economía más productiva, resistente y digna. No se trata solo de puertos atrasados y escasez en electrodomésticos. Sin innovación en inteligencia artificial, una fabricación avanzada e innumerables otras tecnologías de EEUU no habrá nada que impida que una dictadura totalitaria, la cual comete genocidio y utiliza mano de obra esclava, se convierta en el país más poderoso del mundo.
También habrá poco para evitar que las comunidades estadounidenses, devastadas por la desindustrialización, se hundan aún más en la desesperación. Después de todo, el trabajo digno es fundamental para el ser humano. Como Joshua Preiss escribió, “los seres humanos somos criaturas sociales [que] se preocupan por nuestra relación con los demás, el poder o el control que otros tienen sobre nuestras vidas y nuestro trabajo, y si somos reconocidos por las contribuciones de nuestro trabajo”. Si queremos detener la plaga de la desesperanza, la adicción a las drogas y el suicidio que azota a la clase trabajadora, necesitamos una economía que promueva empleos estables y gratificantes.
Nuestro primer paso debe ser pasar la Ley Nacional de Desarrollo de Estrategia y Coordinación, la cual presentamos con el Representante Ro Khanna (D-CA) por primera vez en el último Congreso para establecer una Estrategia Nacional de Desarrollo. Los programas de financiamiento federal actualmente tienen miles de millones de dólares al alcance de la mano, pero no tienen un plan para coordinar sus gastos estratégicamente. Es una pérdida de dinero infructuosa. Nuestra legislación les daría ese plan, más otros $20 mil millones de dólares para potenciar sus préstamos durante los próximos 10 años.
También voy a seguir presionando para una mayor inversión y protección de las cadenas de suministro que se ocupan de materiales vitales para la seguridad de EEUU, desde productos farmacéuticos a minerales cruciales a componentes de la red de energía. Tras la pandemia, sabemos que depender del mercado global por cualquier articulo esencial para la supervivencia es básicamente cometer suicidio nacional, especialmente cuando “el mercado global” es prácticamente sinónimo de Pekín. No podemos seguir enriqueciendo a nuestro mayor adversario, ni podemos permitir que Xi Jinping controle nuestro acceso a medicamentos vitales o tecnologías avanzadas.
El presidente Joe Biden se comprometió a garantizar que “el futuro se haga en EEUU” cuando asumió su cargo en el 2021. Desde entonces, docenas más de élites de Washington D.C. se han unido al llamado a la política industrial. Pero, ¿Cuántos de ellos están listos para hacer loque predican? He desafiado al establecimiento a ir más allá de la retórica y he logrado que pasen mis legislaciones en leyes. Nuestro país será más seguro y más fuerte gracias a esto.