MARÍA DURÁN,
Paquita Armengol ha resultado ser la elegida por Pedro Sánchez para contentar a los separatistas, previo pago de 700.000 euros suyos y míos, para que puedan literalmente hacer el maleducado en el Congreso. Y es que sólo alguien maleducado se empeñaría en utilizar un idioma que no entiende quien le tiene que escuchar, pudiendo comunicarse en otro que sí conozcan todos los implicados. El nacionalismo, además de muy paleto, es extremadamente grosero.
Algunos españoles nos disgustaremos cuando este jueves se perpetre la enésima cesión a los que no paran de insultarnos y robarnos a todos, y la mayoría simplemente seguirán con su vida tan tranquilos. A nadie le quita el sueño no volver a contar con la opinión de Miriam Nogueras, por ejemplo. Además de que aunque la portavoz de Junts nos haya anunciado que no usará nunca más el español en la Cámara Baja, la entendemos perfectamente siempre que relincha, en la lengua que sea: diga lo que diga está vertiendo odio contra todos los no catalanes que pagamos su sueldazo.
Luego están también aquéllos a los que yo no entiendo ni aunque me ponga pinganillo. Gabriel Rufián, por ejemplo, que habla mal en todos los idiomas. Ya tiene mérito ponerse a uno mismo una trampa como la que se puso él solo para decir de corrido y mal unas quince palabras seguidas en inglés. Le faltó pronunciar mal Godzilla para parecer una señora de las que dicen «es que en mi época aprendíamos francés». Yo creo que el portavoz de ERC cuando quiere ceder el paso a alguien le dice «between, between«. Más que a él incluso me cuesta entender a sus votantes. En cualquier idioma.
A Borja Sémper tampoco lo comprendo. Sé que a cualquier hora del día hace el canelo, lo anuncie o no, aunque se me escapa el porqué de esa afición. Supongo que es lo mínimo esperable de alguien que usa gafas sin graduar. Empiezo a pensar que puede que las de Feijoo también lo sean, o que le vaya tocando ya una revisión ocular a ver si se da cuenta de una vez de que tiene al enemigo metido en casa. Aunque sea guapo y hable idiomas, si es que se puede llamar así al euskera.
También están Irene Montero y Pam, a las que no podría llegar a descifrar ni aunque me griten al oído. Ahora han decidido que dar dos besos a las niñas es agresión sexual. A todas las mujeres, por tanto, nos han debido agredir unos cuantos miles de veces a lo largo de nuestra vida. Da igual en qué idioma las llamemos imbéciles, ellas no nos entenderán y nosotros nunca descubriremos qué hay tras unas cabecitas tan perturbadas. Porque el problema, en contra de lo que querían hacernos creer los socios golpistas de Sánchez, no es de lenguas. Es de entendederas.