El 19 de junio se cumplió un año del triunfo de Gustavo Petro en las elecciones presidenciales en Colombia. Transcurrido ese lapso, el mandatario se ha visto envuelto en un sinfín de escándalos que han mermado considerablemente el apoyo popular que le permitió obtener un poco más de 11 millones de votos en el ballotage el año pasado.
Muestra de ello es el estudio publicado por Datexco a principios de junio y reseñado con antelación en La Gaceta, donde se señala que sólo un 26% de los colombianos aprueba la gestión del jefe de Estado, en contrapartida con un nivel de desaprobación que sobrepasa el 60%.
Los señalamientos contra su hijo Nicolás por, presuntamente, haber recibido dinero ilícito durante la campaña electoral; la implosión de la coalición de Gobierno en donde compartían espacio el Partido Liberal, el Partido Conservador y el Partido de la U; los enfrentamientos con la Fiscalía General del país; así como el estallido de una trama de espionaje y disputas internas en el círculo privado del presidente, que involucra a su exjefa de gabinete, Laura Sarabia, y su exembajador en Caracas, Armando Benedetti, han minado severamente los niveles de respaldo del líder izquierdista.
Así las cosas, este 20 de junio la ciudadanía colombiana decidió salir a las calles a protestar en contra de la deriva que ha venido tomando la Administración encabezada por el también exintegrante de la guerrilla terrorista del M-19, en una iniciativa que fue bautizada simplemente como la «La marcha de la mayoría» y tomó cuerpo en 16 ciudades del país.
El listado de razones para marchar que esgrimieron los asistentes es amplio: el escándalo Sarabia-Benedetti, el rechazo a las reformas (Laboral, de Salud y Pensiones) que Petro ha intentado hacer avanzar en el Congreso, brindar respaldo a instituciones clave del Estado colombiano (como la Fiscalía y las fuerzas del orden), exigir respeto a la libertad de prensa (en medio del asedio que el Ejecutivo ha encabezado en contra de medios críticos), entre otras.
Además, la jornada, que fue respaldada por múltiples sectores de la vida política de la nación sudamericana, supone una medición de fuerzas en las calles, en el entendido de que Petro convocó el 7 de junio a movilizaciones populares para mostrar apoyo al Gobierno.
Protesta pacífica, pero contundente
Se estima que la manifestación, que arrancó en horas de la mañana, contó con cerca de 92.000 participantes en toda Colombia. Sin embargo, la mayor demostración de fuerza de la oposición se escenificó en la capital del país. En la Plaza de Bolívar en Bogotá al final de la jornada se concentraron cerca de 25.000 manifestantes, quienes cantaron el himno nacional y vociferaron consignas en contra del mandatario.
El general Carlos Humberto Rojas Pabón, jefe de la Policía Nacional, reconoció el espíritu pacífico que caracterizó a las movilizaciones del día, recalcando además que las mismas fueron acompañadas por los agentes del orden.
La senadora por el Centro Democrático, María Fernanda Cabal, publicó una fotografía de los manifestantes que se agruparon en la Plaza de Bolívar en Bogotá, enfatizando el hecho de que dichas protestas fueron multitudinarias, pero se condujeron con estricto respeto a la labor de la policía.
“¡Esta foto es nuestro icono! La Plaza de Bolívar a reventar y el ESMAD descansando. Nuestros héroes saben que también marchamos por ellos y que hoy salió la Colombia de bien, que ama y respeta a sus policías”, indicó Cabal en su cuenta de Twitter.
Por lo pronto, la muestra de presión de los colombianos en las calles parece haber surtido algún efecto. El martes en la tarde se conoció que la reforma laboral, una de las principales medidas que ha intentado echar adelante el Ejecutivo de Petro, naufragó transitoriamente en el Parlamento. La medida simplemente no contó con el quórum necesario para ser discutida en el Congreso este 20 de junio.
La sociedad colombiana parece haber tomado la determinación de poner coto al Gobierno de Petro y sus desafueros. Basta esperar a ver si este ejercicio ciudadano de contención a la deriva autoritaria del mismo logra atajar a tiempo el mal que pretende instalarse en el país sudamericano.