Editorial: La gaceta de la Iberosfera
El líder de los socialistas catalanes, Salvador Illa, dice la verdad cuando afirma en la entrevista publicada ayer en El Confidencial (con un introito curioso de quien fue, ay, director del Abc) que habrá una consulta pactada en Cataluña. A estas horas de la noche estamos seguros de que la habrá. Todas las señales, blanco, en botella y cuando se corta sabe horrible, nos señalan el camino de la sedición acordada, aprobada en fraude de ley y autorizada por un Tribunal Constitucional asaltado por el sanchismo con auxilio de filoterroristas. Que el PP se niegue a hacer otra cosa que convertir las lejanas elecciones locales y autonómicas en un plebiscito contra Sánchez, tampoco ayuda.
Pero Salvador Illa, mira quién habla, miente cuando insiste en afirmar que los partidos catalanes pueden acordar la organización del autogobierno en Cataluña.
No pueden. Illa, por más filósofo que sea y por más ex lamentable ministro de la pandemia que es, lo debería saber. Pero aquí, por desgracia, hasta el más Illa hace relojes constitucionales. Intentemos, por enésima vez, explicarlo despacio para que hasta él lo entienda. El autogobierno de las regiones en la Constitución española no existe. Nuestra Carta Magna precisó sin vacilaciones, las Cortes lo aprobaron y el pueblo español así lo refrendó por una inmensa mayoría, que la nación española es la única y última titular de la soberanía. España no es una federación de estados soberanos preexistentes y las regiones que la conforman sólo tienen derecho a la autonomía por delegación de la soberanía nacional. Que los nacionalistas sediciosos lo llamen autogobierno, que es una perversión del lenguaje, no otorga a las regiones, ni a los partidos que en ellas medren, ni poderes constituyentes ni posibilidad alguna de acordar la extensión de su relación con el Estado. La Constitución no es un pacto federal. Punto.
Por todo lo anterior, la determinación de Salvador Illa de bendecir la violación de la Constitución que elimina el delito de sedición, abarata la malversación y pacta una consulta ilegal sobre la soberanía que ninguna región de España tiene, jamás podrá, como mal dice él, lograr que los catalanes se reencuentren consigo mismos y con el resto de los españoles. Nada se reencuentra al margen del imperio de la ley justa. Todo lo más, se pierde. Y en este golpe institucional hay mucho que perder. Que nazca un estado catalán fundado en la mentira y bendecido por el engaño en fraude de ley, por ejemplo.