IBÉYISE PACHECO,
Tan grande era la impotencia en la noche de Navidad que Alonso Lizcano no se aguantó. El comandante de Bomberos del Estado Miranda tomó su móvil y con serenidad, en pocos minutos, lanzó lo que tenía atragantado: “Hoy 24 de diciembre a las 7 de la noche estamos peleando por beneficios que tenían que darnos. Estamos peleando por nuestros familiares, por una Navidad digna, como antes, cuando le podíamos dar juguetes a nuestros hijos o podíamos disfrutar de una cena navideña con nuestras familias”.
Recordemos que los bomberos son posiblemente el único sector que no se paraliza, que no hace huelga para tratar de conseguir beneficios que les corresponden.
La exposición del comandante, sencilla, aunque demoledora, se hizo viral en pocos minutos. Miles se identificaron y solidarizaron con el mensaje: “En mi hogar lo único que hay es el descanso de una guardia fuerte. No hay hallacas, no hay pernil, no hay un arbolito (de Navidad), no hay nada para mis hijos”.
Alonso habló desde el dolor y la desesperación, y con la verdad. Su reacción ha de haberse visto impulsada al conocer que un bono de 150 dólares ofrecido a los empleados públicos había sido entregado a los organismos de seguridad, el CICPC, la GNB, la PNB, y a algunos directivos de los bomberos a nivel nacional, dejando deliberadamente fuera a los trabajadores del cuerpo bomberil en todo el país.
En Venezuela el presupuesto de los bomberos es exiguo, las instalaciones se desmoronan, los equipos de rescate y de protección del personal están deshechos, ni hablar de los salarios o cualquier condición contractual.
Como en el resto del mundo los bomberos son la máxima expresión del servidor público. Siempre son ignorados por Nicolás Maduro. A sus actos internos nunca asiste. Para ellos no hay deferencia. Su desprecio es básico: no tienen poder de fuego. No son ellos los que lo sostienen en el poder. Los otros reprimen, los bomberos salvan vidas, incluyendo a las víctimas de los cuerpos represivos.
Por eso cobra más relevancia que el comandante Lizcano haya sido detenido a menos de dos días de haber sido difundido su mensaje. El 26 de diciembre fue trasladado a la sede del Sebin (uno de los depósitos para los presos políticos) y aun cuando a las horas fue liberado -luego de una rotunda reacción de desprecio a esa medida- la intención de amedrentar del régimen quedó bastante clara. Eso no arredró a la comunidad de trabajadores bomberiles que de inmediato comenzó a organizarse en los cuarteles para exigir la liberación de Alonso y ratificar sus planteamientos relativos al rescate de las instituciones bomberiles y la urgencia de mejoras salariales, dotación de uniformes y equipos de protección, sustitución o reparación de unidades y revisión de toda la infraestructura.
Con este posible paso en falso, el régimen ha vuelto a exponerse en su rol de miserable al atacar a quienes salvan vidas. Sobran los relatos de bomberos que, sin agua, sin uniforme, sin equipos, han arriesgado su seguridad, demostrando su nivel de entrega para evitar que alguien muera. En Venezuela lo hacen además sin haber podido alimentarse y con la preocupación de que su familia tampoco.
Este drama ha llevado a que sea inevitable que el registro de bomberos haya disminuido. Son muchos los que han migrado y pocos los que consideran como alternativa de vida sumarse al cuerpo bomberil.
En los minutos del mensaje de Alonso hay dos aspectos que le dan mucho valor al contenido de su protesta. Alonso se dirige a Maduro desde el corazón socialista y expresa la decepción de los venezolanos. Se registra así una vez más, la estampida de quienes fueron chavistas y que ahora son víctimas de una gestión que los ha empobrecido para beneficio de una élite corrupta que opera con el crimen organizado. Ellos también esperan la primera oportunidad democrática para expulsar a Nicolás Maduro y su camarilla del poder.
Pero además Alonso hace una referencia valiosa de cómo eran las celebraciones navideñas antes del chavismo. Y recuerda que antes las familias humildes tenían una Navidad digna.
La temporal detención de Alonso debe haber sido evaluada por el régimen como una decisión equivocada que además de apuntar a un sector desvalido y heroico, reactivó la memoria reciente de otra injusticia con trabajadores inocentes, la de los seis sindicalistas que por gracia del acuerdo de Barbados logró la liberación de varios presos políticos entre los que se encontraban seis dirigentes sindicales de Bandera Roja, acusados y sentenciados injustamente a 16 años de prisión por rebelión solo por haber expresado sus ideas, cercanas también al chavismo.
Y es en el mundo del chavismo donde la vida se le ha complicado dramáticamente a Maduro.