martes, noviembre 19, 2024
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Moción de censura

Fernando Sanchéz Dragó,

Está en el aire, pero no acaba de aterrizar. Dijeron que iba a hacerlo en diciembre: vaticinio que no se ha cumplido. Estamos en la segunda mitad de enero. La necesitamos. ¿A qué esperan en Vox? 

Ya sabemos que no se ganará, pero servirá para airear las vergüenzas y carencias del gobierno, para dejarlo con el trasero al aire, para orear sus trapos sucios, para ventilar el Parlamento, para varear el polvo del banco azul, para espabilar a la gente y ponerla al tanto de lo que se cuece, para que los de Bruselas se caigan de su ingenuo guindo sin correr el riesgo de estamparse contra el suelo de los intereses creados y quizá, puestos a ser optimistas –cosa difícil, porque los sueños sueños son–, para que las elecciones generales se adelanten o, como mínimo (del lobo un pelo), no se retrasen con cualquier argucia de ésas a las que el transformista de la Moncloa nos tiene acostumbrados. 

También sabemos o, al menos, columbro yo que la causa de la demora es la necesidad de encontrar un candidato a la presidencia del gobierno que esté por encima de las partes, que goce de prestigio moral, profesional y político, que no asuste a nadie ni a su derecha ni a su izquierda, que, incluso, haya militado en ella, ya sea de frente, ya de costadillo, para pescar votos de río revuelto en las filas del movimiento frondista y antisanchista que enturbia las aguas del socialismo español (otro, ya, casi no existe), y que posea el patriotismo suficiente para aceptar por el bien de España ser derrotado en el tira y afloja del escrutinio de la moción. Su papel, en todo caso, se limitaría a ser exiguo y pasajero: el de comprometerse a disolver las Cortes y llamar a las urnas con la mayor brevedad posible.

Lo ideal sería que no sea sólo Vox quien presente la moción, acompañado, quizá, por Ciudadanos, sino también el PP, pero eso, hoy por hoy, es ciento volando y, viendo la deriva rajoyista, sorayista y cospedalista en la que se ha embarcado Feijóo, con Borja Sémper sujetándole la escalera, es previsible que no se decida a priori, como buen gallego, a subir ni a bajar por ella. A posteriori, una vez presentada por Abascal y los suyos, ya se vería, pero las cosas, en esa vertiente, no pintan bien. El PP, al fin y al cabo, que fue en los años de Fraga y de Aznar un partido de centro derecha, lo es ahora de flagrante socialdemocracia. Confiemos en que, por lo menos, su presidente no aseste a la moción la puñalada trasera con la que su antecesor en el cargo obsequió a quien tuvo el coraje de presentarla cuando aún estábamos a tiempo de impedir los desastres que a partir de aquella felonía sobrevinieron.

El bombo de la candidatura lleva ya tiempo girando. ¿Quiénes están en él? No se sabe, pero cunden las cábalas. A mí se me ocurren unos cuantos nombres. Quédense al abrigo de mi coleto. Si algo he aprendido a lo largo de mi larga vida es que no conviene meterse en camisas de once varas. Mejor los chalecos blindados con la boca bien cosida, pero sáquenos pronto de dudas, señor Abascal. Las ansias crecen, las esperanzas menguan, como de sí mismo escribió Cervantes en la dedicatoria del Persiles poco antes de morir. No hay tiempo que perder. España está también, como aquel soldado de Lepanto, con el pie en el estribo. Aupémosla todos a una, con vuecencia al frente o en el pelotón, antes de que su malaventura sea terminal.

Fuente: La Gaceta de la Iberosfera

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