Andrés Villota Gómez,
La ultra izquierda hispanoamericana critica al presidente Javier Milei, entre otras cosas, por utilizar lenguaje técnico en sus discursos. Posterior a la presentación de su libro “Capitalismo, socialismo y la trampa del Neoliberalismo”, algunos comunicadores sociales ignorantes, se burlan porque el señor presidente había hablado de la fábrica de los alfileres de Adam Smith y de los faros de Ronald Coase.
La extrema izquierda enfrenta un problema cuando se encuentra con alguien que sabe argumentar con base a datos, hechos históricos y a teorías probadas, sin dejar espacio para la superchería política, basada en el mito, la leyenda, el relato y la utopía.
Esa ausencia total de argumentos, logros, datos o evidencias, sumado a la ignorancia inducida, hace que la extrema izquierda argentina, cómo fruto de su desesperación, cuestione todos los indicadores positivos de la economía, les reste importancia, los esconda, los mal interprete, los mal informe o, simplemente, los califique de milagros.
Argentina ha estado en decadencia durante varias décadas. Tres generaciones han sufrido crisis económicas recurrentes. Todos los gobiernos que han pasado dicen tener la solución para avanzar y construir un rumbo de crecimiento, pero como todo político, o al menos el político tradicional, todo queda en un discurso electoral.
Una vez que llegan a la Casa Rosada, ese supuesto milagro se reduce a un simple sueño o deseo que nunca se cumple. Por el contrario, gobierno tras gobierno repiten las mismas medidas y, como es obvio, se obtienen los mismos resultados.
Durante el gobierno de Alberto Fernández, por supuesto, no iba a ser la excepción a la regla. Durante la campaña del 2019, el kirchnerismo prometió bajar la deuda, reducir la tasa de interés para incentivar el consumo, eliminar las Leliqs, aumentar las jubilaciones y tener una economía supuestamente ordenada.
Aunque parezca paradójico, los mismos que habían gobernado desde el año 2003 hasta el 2015 con resultados espantosos, eran los que llegaban a una campaña prometiendo lo que nunca habían hecho en los gobiernos donde estaban en el poder. Todo se quedaba en retórica barata.
Los datos los saben todos, llegaron con una inflación de aproximadamente el 50% y terminaron con una del 211%, acumulando así, más del 1.000%. La deuda bruta de la administración central pasó de 89% a 158%. Las jubilaciones, tomando la base 100 en 2019, terminaron perdiendo (47%). Esto quiere decir que durante la gestión kirchnerista, la jubilación mínima cayó en términos reales. Desde diciembre del 2021 hasta diciembre del 2022, la jubilación mínima registró una baja en términos reales del 13,8 %.
Desde marzo último en adelante, los haberes mínimos siempre perdieron contra la inflación en la comparación interanual. Para hacer más escandaloso el tema de los jubilados, la jubilación en 2023 quedó un 25 % por debajo del 2017. Esto quiere decir que el gobierno que dijo querer defender a los jubilados fue el que más los ajustó.
Otro tema escandaloso, que tal vez pocos comprenden, es referente a los pasivos remunerados. El pico de la gestión de Fernández llegó a tener un pasivo de 58 billones de pesos, con una tasa de interés del 133 %. Esto quiere decir que, si uno toma cualquier índice, durante 4 años no mejoró ninguno; todo lo contrario, los empeoró, dejando en un tacho de basura todas esas promesas rimbombantes que había anunciado en el año 2019.
En el año 2023, se postuló un outsider, un economista que era diputado y que había logrado una elección histórica en el año 2017. Al principio, nadie apostaba por él, tal vez por su carácter o por su falta de experiencia, pero sus verdades incómodas y no mentiras reconfortantes, hicieron que gran parte del pueblo argentino le diera un voto de confianza.
Con base en decisiones lógicas, de elemental sentido común, no milagros, en tan solo siete meses, bajó la tasa de interés del 133 % al 40 % TNA. La combinación de reducir el capital y la tasa permitió disminuir la carga de intereses que genera la deuda del BCRA desde el 10 % del PBI en 2023 al 3 % del PBI en 2024. La carga de intereses de la deuda pública consolidada (Tesoro + BCRA) pasó del 12 % del PBI en 2023 al 4 % del PBI en 2024.
El ahorro en intereses de la deuda neta suma el 7 % del PBI, equivalente a USD$ 42.000 millones al año. En el mes de julio se dio por finalizados los pasivos monetarios. ¿Qué quiere decir esto? Que lo que una vez prometió Alberto Fernández y no cumplió, lo hizo el presidente Milei en muy pocos meses, logrando resultados magníficos que nadie esperaba. No fue un milagro.
Por otra parte, el año 2023 cerró con una inflación del 211 %. Sin embargo, en diciembre, el IPC mayorista ya corría a un ritmo del 54 %. Esto quiere decir que los precios se estaban acelerando muy rápidamente y que, anualizado, ese número nos arroja una inflación aproximada del 17,000%. Toda una bomba, todo un escándalo.
Cuando asume el presidente Milei, el establishment recomendaba una subida de tasas, medida que ya se había repetido durante los últimos cuatro años, aumentando el problema. Por lo tanto, el presidente Milei, junto con el ministro Caputo y Bausili, empezaron a diseñar un programa fiscal y monetario con una articulación única, cuyo objetivo era desactivar el desastre que habían heredado.
En solo siete meses el problema fue solucionado, o al menos en parte. De ese IPC mayorista del 54% en diciembre, en el mes de junio el IPC mayorista fue de 2.7%, lo que anualizado nos da un resultado del 37%. Todo un milagro, dirían los de extrema izquierda, que no entienden.
Las jubilaciones pasaron de 80 dólares a estar por encima de 250 dólares y los salarios empezaron a ganarle a la inflación. Otro dato alentador es el compromiso asumido por el presidente Milei de dejar de tener déficit. Por lo tanto, en los primeros seis meses del año se acumuló un superávit comercial de USD$ 10,708 millones, un superávit primario mayor al 1.1 % del PBI y un superávit financiero del 0.4% del PBI.
El comportamiento positivo que muestra la economía es la principal herramienta para lograr restituir a la sociedad argentina, las condiciones de vida digna, pérdidas durante los últimos 100 años. La indignidad fue naturalizada y legitimada con el discurso político de la ultraizquierda, que se arraigó como un concepto cultural similar al determinismo medieval.
No estamos ante un milagro, estamos ante Milei.