Hace más de diez años, el economista Tomás Bulat explicaba por televisión por qué Argentina no tenía moneda. Con su claridad de docente, el especialista recordaba que para que un billete cumpla la condición de “moneda”, debía tener tres requisitos: que sirva para las transacciones, como unidad de cuenta y como reserva de valor para el ahorro. En ese momento, el papel de máxima denominación era el de 100 pesos. Hoy, con el nuevo billete de dos mil pesos emitido por el Banco Central, sigue pasando exactamente lo mismo: se compran pocas cosas, ya no sirve como unidad de cuenta y nadie, absolutamente nadie, lo utiliza como para ahorrar. Ni siquiera de un mes a otro.
Lamentablemente, Bulat falleció en 2015 en un accidente y ya no puede seguir con su labor docente, tanto en las aulas como en la televisión. Sin embargo, los viejos videos de archivo siguen explicando todo a la perfección. No ha cambiado absolutamente nada. Solamente aparecieron los billetes de 200, 500 y 1000 durante el macrismo, que pasaron por la misma picadora de carne de valor de la emisión descontrolada del monopolio monetario.
Al día de hoy, que se ha anunciado el lanzamiento del flamante billete de dos mil pesos, si uno quiere cambiarlo por dólares solamente recibirá 5 unidades de la divisa norteamericana. Ya con esta comparación, uno puede suponer que no comprará demasiados bienes con este papel, que convivirá en las billeteras de los argentinos con los de 10, 50, 100, 200, 500 y 1000. Las monedas, como los de 2 y 5, ya han desaparecido como los dinosaurios, mientras que los de 10 y 50 ya no valen ni el tiempo mínimo de espera para recibir un vuelto.
¿Para qué servirá el nuevo billete de dos mil pesos en Argentina? No para demasiado, pero igualmente les dejamos algunas ideas. Eso sí, hay que apurarse porque seguramente no mantenga demasiado el mismo “poder de compra”:
Un combo “Extraburger” de Burguer King. Incluye hamburguesa doble, queso y bacon. Claro que viene con papas y gaseosa.
Cuatro empanadas en una pizzería estándar. Las pizzas, propiamente dichas, se ubican por encima de los 2100 pesos. Con el nuevo billete, ya no alcanza.
Tres botellas de Coca-Cola.
Cuatro paquetes de cigarrillos Lucky Strike.
Una caja de 12 preservativos Prime en promoción. Según la aplicación telefónica, hoy está el “Super fino”. Para el “Extra lubricado” se necesitan 300 pesos más.
Un pack de seis latas de cerveza (de las más económicas). Sobran 200 pesos, que pueden oficiar de propina para el repartidor.
Medio kilo de helado en una cadena medianamente digna.
Claro que los ejemplos tienen que estar limitado a estos productos. Nadie pensará que con el billete de máxima denominación en Argentina pueda comprarse una camisa, un pantalón o un par de zapatillas o salir a comer afuera. Es más, en cualquier restaurante, el billete de mil, hasta ahora el más grande, ya se utiliza de propina para una cena normal de dos personas.
Hasta el economista kirchnerista Sergio Chouza protestó por la iniciativa. En su opinión, el lanzamiento del billete de dos mil pesos es «absurdo», ya que había que aprovechar para comenzar a imprimir el de diez mil.